Aunque en muchas ocasiones desde los partidos políticos se ha tratado de demeritar la trascendencia del movimiento campesino en la construcción democrática del país, lo cierto es que su participación ha sido fundamental en el terreno político desde el salinismo, aunque en los últimos años se enfrenten a una crisis sin precedentes que las coloca (en algunos casos) al borde de la desaparición. Las causas de dicha crisis son muchas empezando por su vida interna, pero se pueden destacar las más evidentes: el rechazo de los principales dirigentes al relevo generacional, la falta de formación de nuevos cuadros, la negativa a reconocer que el modelo de organización se ha agotado y, principalmente, la pérdida de legitimidad frente a sus agremiados a consecuencia de priorizar la participación electoral sobre la lucha por atender las demandas legítimas de sus militantes.
En un reciente estudio de investigación formulé la hipótesis de que, a mayor participación electoral del movimiento campesino, menor es la representación que alcanzan tanto en el Congreso de la Unión como en los espacios de gobierno relacionados con el sector. Resulta completamente paradójico que, entre más se involucran en las elecciones bajo el sesgo del pragmatismo, más alejada se encuentra la posibilidad de que sus liderazgos obtengan un cargo de representación popular que les permita establecer una agenda capaz de beneficiar al campesino. A eso habrá que sumar el hecho de que las designaciones para las diputaciones se deciden por los partidos políticos quienes priorizan a las cúpulas dejando fuera o, en el mejor de los casos, en segundo plano a aquellos personajes que pueden trascender en tareas legislativas relacionadas con el sector al que pertenecen.
Igual de paradójico resulta el hecho de que muchas de las organizaciones campesinas identificadas en sus orígenes con la izquierda, enfrenten lo más severo de su crisis de legitimidad a partir que un gobierno de izquierda asumiera la presidencia en 2018. Pero las razones del distanciamiento con el propio gobierno de AMLO están más que documentadas, y, si bien existe un debate respecto a la postura de este gobierno (postura que comparto casi en su totalidad), la verdad es que varias de las organizaciones, más que iniciar un ejercicio de autocrítica, han optado por decantarse por el aislamiento o por sumarse al bloque opositor.
Sin embargo, en estos tiempos electorales, la práctica de utilizar a las organizaciones campesinas como parte del discurso entre dirigentes partidistas, es motivo de un análisis más profundo que exige examinar a todos los partidos políticos, sobre todo en este periodo en el que comienzan a realizar los registros para los aspirantes a diputados federales. En el caso de MORENA que como movimiento identificado con la izquierda estaría obligado a dar voz a los campesinos, no se observa la inclusión de algún liderazgo del sector para esos cargos. La misma situación se prevé en el bloque opositor donde todos los cargos se han distribuido sin que se valore lo que pueden aportar las organizaciones en el terreno legislativo.
Pero por más manifestaciones tímidas o contundentes que puedan realizar los colectivos en las discusiones internas de los partidos ante la exclusión de las que son objeto, esa lógica se mantendrá sin que haya algo que pueda evitarlo pues pareciera que las grandes reformas que hoy requiere el campo mexicano, a pesar de que muchas de ellas van de la mano con las iniciativas propuestas por Andrés Manuel, quedan en segundo plano.
Al movimiento campesino, al menos al que aún se reconoce ideológicamente en la izquierda, le queda en esta etapa reflexionar sobre el desdibujamiento que le representa priorizar la participación electoral sin que eso signifique quedarse al margen del proceso, pero este debe comprenderse como una importante vía para contribuir a la continuidad de la Cuarta Transformación y no como el único medio para su sobrevivencia. El plan C del movimiento campesino organizado es retomar sus causas y mantenerse fiel a su orientación ideológica en tanto que, a pesar de los avances, al campesino se le sigue quedando a deber.
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