Cuando en el continente sentíamos cada vez más fuerte la llegada de la izquierda a los distintos países hermanos, vapuleados por mandatarios e ideologías derechistas, en pleno 2023 regresa con fuerza un gobierno en principio fascista. El pasado fin de semana, Argentina celebró una de las elecciones más polémicas de los últimos tiempos, donde la disputa por la silla presidencial de La Casa Rosada, la ganó Javier Milei con un discurso privatizador, racista e imperialista, al candidato del oficialismo, Sergio Massa, quien fungió como secretario de economía del gobierno de Alberto Fernández, en medio de una crisis provocada por el endeudamiento que dejó el expresidente Macri.
Como es conocido, mucha gente aplicó voto de castigo al mandatario de izquierda y abrió la puerta para que se colara, “democráticamente”, el fascismo como nueva forma de gobierno en aquel país. La ultraderecha mundial se encuentra extasiada pues a sus escasos puntos de poder, añadieron uno ubicado en el cono sur, mientras personajes de la política identificados con Milei, no han parado de felicitarlo.
Triste y hasta trágico se le vio a Sergio Massa el domingo en la tarde, cuando tuvo que reconocer ante sus seguidores y en medio de un silencio cargado de desaliento, lo que sería la derrota de toda una ideología social. En México, no faltaron políticos conservadores que se apresuraron a congratular al presidente electo, como si pretendieran algún puesto en el lejano país; hasta la candidata por el Frente Amplio, emitió una publicación a través de X, que después tuvo que borrar, no fuera a ser que la confundieran a ella también con una derechista que quiere pasar por libertaria.
Sin embargo, es verdad que de la derrota de la izquierda argentina pueden surgir algunos puntos interesantes para aprender:
- 1.- Una población en descontento por el trabajo realizado, por más que tenga una ideología en concordancia con la lucha social, se cansa de los malos gobiernos, provengan de donde sea.
- 2.- Los malos candidatos derivados de la izquierda no siempre llenan el ojo al electorado, especialmente en nuestro país, donde a raíz de los comicios de 2018, despertó de su letargo y ha hecho conciencia desde entonces, sobre lo que desea para sí, políticamente hablando.
- 3.- Lavarle la cara a un personaje de derecha, vestirlo con los colores de un partido de izquierda y presentarlo como incondicional, es un discurso que cada vez se traga menos el pueblo. Sobre todo, cuando dichos personajes son seleccionados de entre mejores prospectos, argumentando nombre y carrera política extensa, aunque estén plagadas de acusaciones en su contra. Así ha ocurrido con excandidatos a gobiernos estatales en pasadas elecciones.
- 4.- Si la guerra sucia de los medios corporativos inclinados al lado de la derecha se promueve en el día a día, los esfuerzos por apoyar a la gente desde todos los niveles de gobierno, debe tener la misma frecuencia, porque no sirve de nada enarbolar una bandera, para luego aplicar política pública ofensiva a los electores. Para ese caso, da lo mismo elegir a un candidato de derecha bueno en apariencia, que a uno pésimo de izquierda.
Para bien o para mal, el manejo que planea llevar a cabo el presidente electo de la República Argentina, se encuentra en las antípodas del gobierno que encabeza actualmente Alberto Fernández, con fecha de inicio el 10 de diciembre próximo.
Espejito, espejito, ¿Qué le depara a la Argentina?
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