América Latina es una de las regiones más ricas en recurso naturales: tiene una quinta parte de los bosques a nivel mundial, un tercio de las reservas de agua dulce del mundo, las mayores reservas de petróleo y posee importantes reservas de minerales como plata, cobre, estaño y litio, este último cobra gran relevancia en el contexto geopolítico y energético actual.
Recientemente, la teniente del comando sur de los Estados Unidos, Laura Richardson, hizo unas declaraciones que dejaron atónitos a más de uno porque se refirió a las reservas de Litio en América Latina: “veo lo que hacen nuestros competidores, veo a Rusia en esta región y creo que están allí para socavar a Estados Unidos, para socavar las democracias, y al respecto, necesitamos una estrategia. Tenemos una serie de elecciones y hay que estar muy al pendiente de ello”
Estas declaraciones injerencistas son relevantes desde diferentes ángulos, pero interesa hacer el análisis desde un punto de vista energético.
El precio del litio se ha incrementado exponencialmente y de forma sostenida. Las reservas probadas más grandes del mundo se encuentran en Bolivia, Argentina y Chile, el denominado triángulo del litio, pero Perú y México también tienen importantes reservas. De hecho, México tiene reservas posibles todavía desconocidas.
La razón del interés por este mineral no es otra que su uso en baterías eléctricas, placas solares, coches eléctricos y, en síntesis, es el mineral en el que se sustentará la transición de combustibles fósiles a energías más limpias.
Empresas como Tesla y otras tecnológicas aspiran a poseer este recurso como insumo estratégico para sus productos, lo que implicaría un negocio billonario, y ahí radica la importancia económica de aprovechar este recurso para los pueblos que lo poseen.
De forma anticipada y estratégica, el gobierno encabezado por el presidente López Obrador nacionalizó el Litio, lo que implica que el sector privado no podrá participar de su uso y explotación, pero, ¿qué consecuencias tuvo esta decisión?. Pues una serie de críticas de la prensa corporativa estadounidense expresando su preocupación por la incapacidad de México para extraer y procesar el mineral en cuestión, lo que era más o menos esperado dadas las intenciones imperialistas del vecino del norte.
Afortunadamente, para el caso mexicano hay un antecedente importante: el petróleo. La historia demostró que los ingenieros mexicanos y Pemex fueron capaces de extraer y procesar petróleo y, durante muchos años, los mexicanos se han beneficiado de ello.
El golpe de Estado en Bolivia en 2018 y el veto a la economía Venezolana son el claro ejemplo de hasta qué punto están dispuestos a llegar los Estados Unidos en su afán de controlar y poseer los recursos de América Latina. Debido a la supremacía del dólar, su poder militar incomparable y a su dominio mundial como, todavía, potencia hegemónica, Estados Unidos tiene capacidad de destrozar a un país y su economía en cuestión de días, o quizás horas, y por ello conviene sobrellevar una relación estratégica e inteligente con ellos, pero al mismo tiempo, priorizar los proyectos que convengan a los mexicanos como sociedad y sus empresas.
En síntesis, México debe permanecer aliado con Estados Unidos para evitar catástrofes como la venezolana o golpes de Estado como el boliviano, pero también debe propugnar por una política soberana para uso y beneficio del litio en favor de los mexicanos, y la gestión de este delicado equilibrio es lo que dictaminará la suerte de nuestro país en los años venideros.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios