Hace unos días… Pablo Gómez… titular de la Unidad de Inteligencia Financiera y coautor de la iniciativa de reforma electoral… tuvo la osadía de decir la verdad: que “el INE nunca ha sido la gran cosa y cada vez es peor.” Ante dicha afrenta… la de vilipendiar una institución que se encarga de vilipendiarse sola y a cuya legitimidad no se le puede restar absolutamente nada puesto que está completamente deslegitimada… la siempre correcta… ilustrada… y dispuesta a compartir su sabiduría Denise Dresser… no se tardó en reaccionar y humildemente advertir (a manera de amable recordatorio) que ni Pablo Gómez “ni otros miembros de Morena… hoy en el gobierno… estarían donde están sin el INE.”
El trasfondo del reclamo de Denise no es poca cosa y resulta significativo frente al contexto nacional que atravesamos… donde hacen falta negativas de la oposición que funcionen como cortina de humo y distraigan el debate público de lo que realmente deberíamos estar debatiendo. Lo que la politóloga y académica del ITAM pone sobre la mesa es la médula ósea de la oligarquía representativa sobre la que en este espacio hemos venido ensayando y cuya puesta en marcha solucionaría los principales problemas que actualmente aquejan a México… los de las clases privilegiadas y aquellos que viven de las migajas que los primeros dejan caer. Hacer que el organismo electoral ―y no el voto popular― sea quien decida quién debe ocupar un puesto de representación popular (de paso le quitamos lo de popular, que no hace más que entorpecer el debate al introducir demandas ajenas a las élites) y quien debe ser excluido de los mismos.
Abrazar un modelo de elección oligárquica traería consigo un sinfín de beneficios que rebasan por mucho la agilidad del proceso electoral… cosa que no es secundaria. Que el INE… que pudiera llamarse ―gracias a la propuesta de la doctora Dresser― INA (Instituto Nacional Absolutista)… no dependa… ni mucho menos respete… el voto popular (cosa en la que tiene por lo menos dos elecciones federales de experiencia) permitiría disminuir dramáticamente los costos del proceso selectivo… asunto que no necesariamente implicaría una menor asignación presupuestal dada la enorme responsabilidad que los consejeros tendrían, y la cual habría de verse reflejada en un nivel de vida que los separe de la mayoría de la población. Coadyuvaría a una mejor comunicación entre la autoridad selectiva y los partidos políticos… ya que todos estarían velando por los mismos intereses: los suyos. Y fomentaría el regreso a esos tiempos gloriosos en los que la polarización de la nación no era un problema… tiempos en los que nadie buscaba mejorar las condiciones de vida de las clases oprimidas y ―al hacerlo―afectar el principal elemento distintivo de las clases privilegiadas y aquellas que aspiran a serlo: sentirse superiores.
Si las ventajas antes mencionadas ―agilizar el proceso selectivo… redistribuir el presupuesto del INE para mayor beneficio de sus consejeros… velar por los intereses de la partidocracia y garantizar el derecho de las élites a sentirse superiores― no fueran suficientes para convencerles de la importancia de la propuesta de doña Denise Dresser… mártir de la democracia y apóstol del conservadurismo… baste con pensar que por el simple hecho de ignorar el voto popular… nuestra castigada clase aspiracionista podrá volver a soñar con que habita en un país de primer mundo donde ―si bien el grueso de su población existe en condiciones inhumanas― unos cuantos pueden darse el lujo de vivir de forma excesiva e indignante.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
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