Hace unos días, el portal de noticias estadounidense Bloomberg publicó que, aunque Europa no comprara gas a Rusia durante un año, ello no afectaría de manera significativa a la economía de ese país, en tanto que la mayoría de países del mundo no han puesto sanciones y vetos como sí lo hicieron Estados Unidos y sus socios europeos (con la aclaración de que la mayoría sí condenó la invasión a Ucrania en el consejo de Naciones Unidas, incluido México).
La apuesta estratégica del bloque USA-EUROPA era asfixiar a la economía rusa con las sanciones, sin embargo, no contaban con la no colaboración de la mayoría de países del mundo, entre ellos China e India, los dos grandes motores económicos de la región de Asia.
A pesar del relato triunfalista de medios occidentales y del veto a medios rusos y pro rusos, la consultora Capital Economics – de origen estadounidense e ideológicamente alineada al establishment occidental-, publicó que el aumento en el precio del gas provocó que Rusia ingresara más de 50 mil millones de dólares por concepto de ventas de este energético durante el primer semestre de 2022, lo que representa el doble o triple de lo que ingresaron por el mismo concepto en años anteriores.
En el ajedrez geopolítico de la guerra, los primeros perdedores son los europeos en tanto fieles vasallos de la política bélica de Washington, pero, al ser esta la zona del Euro (la segunda divisa más importante del mundo), los impactos y connotaciones se reflejan a nivel internacional, afectando incluso a países como México, que ya registró niveles superiores al 8% a pesar de la política de subsidio a la gasolina promovida por el presidente López Obrador, la cual, de no haberse empleado, habría impactado todavía más, viéndose reflejada en una probable inflación de dos dígitos, como la que ya experimentan la mayoría de países europeos y que es devastadora para las clases populares.
La escasez de energía en Europa provoca un fenómeno inflacionario que afecta a todas las cadenas de suministro del mundo, y mientras la diplomacia no predomine, la burbuja puede seguir creciendo hasta estallar en una recesión de larga duración que retrasará, todavía más, la recuperación económica, como si el Covid no hubiera sido suficiente lastre durante los últimos 2 años.
Estados Unidos parece estar dispuesto a sacrificar a sus socios europeos para seguir exportando armas, mantener la guerra en Ucrania, reafirmarse por encima de China como la potencia hegemónica dominante y desarrollar su industria armamentista para protegerse a sí mismo de la inflación galopante, por un lado; y por el otro, para asegurar su matriz energética, donde, por cierto, México y sus recursos son pieza clave.
México debe seguir propugnando por una política de soberanía energética para, en la medida de lo posible, no depender de otros países y fenómenos externos como la guerra, seguir controlando el precio de la luz y la gasolina hasta donde las finanzas públicas lo permitan, y disminuir los impactos de la hostil e impredecible situación internacional. De hecho, la presidenta de la comisión europea Ursula von der Leyen ha propuesto una intervención con ese propósito al mercado eléctrico de la eurozona, algo que Emmanuel Macron en Francia ya vislumbraba y por ello nacionalizó la mayor eléctrica de ese país en julio de 2022; ambas, políticas similares a las que López Obrador impulsó en la Reforma Energética para México.
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