El falso “virus comunista” de los libros de texto

La polémica sobre los libros de texto se basa en la idea de un falso “virus comunista”. El empresario Ricardo Salinas Pliego ya calificó a los nuevos libros de texto como “Libros comunistas”. Es muy interesante esta reacción de uno de los magnates más importantes del sistema económico capitalista mexicano que junto con sus medios de comunicación como TV Azteca y ADN 40 se lanzan contra esta iniciativa del Presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) de crear libros de texto más objetivos, críticos y con una visión humanista y liberal. 

Hoy sabemos que dentro de los negocios más jugosos de estos disque “empresarios” como Salinas Pliego, se encontraba la edición y publicación de los libros de texto, la cual estaba retenida y administrada por un oligopolio de empresas y editoriales que se beneficiaban por contratos multimillonarios de miles de millones de pesos cada año. Este tema no termina con los contratos y la corrupción por décadas en este rubro, la trama va más allá, ya que las mismas editoriales de la mano de los empresarios se encargaban de diseñar los contenidos y establecer lo que consideraban “la mejor manera de educar a los mexicanos”. 

Seguramente apreciable lector recuerda de qué educación le estoy hablando, sí, de esos libros en donde, por ejemplo, la invasión y el saqueo de los españoles se le llamaba “conquista”, sin detenerse a explicar las miles de muertes y la destrucción cultural, arquitectónica y artística que dejaron a su paso los españoles; o por ejemplo, de esos libros en los que se hablaba del día de “la raza” a la llegada de Colón como una fecha que requería “celebrarse” como el “encuentro de dos mundos”, sin explicar por ejemplo, que Colón da inicio a la tragedia que posteriormente culminara Hernán Cortés, que Colón y su famosa expedición alimentaría la avaricia de España por invadir otros pueblos y culturas de América Latina y apropiarse de riquezas que no les pertenecían y que ahora presumen en sus Museos como si fueran trofeos, sin ser más que el resultado de la bajeza de su pequeñez cultural e intelectual. 

Son esos libros de texto los que la élite conservadora, incluidos políticos, empresarios y clérigos, pretenden defender, libros en los que nos hacían creer que Europa era el centro de la cultura y de la civilización, es en esos libros en los que a nuestros antepasados indígenas mexicanos no se les bajaba de barbaros, poco civilizados, sin alma, que habría que “educar”, “domar” sus sentimientos porque éramos poco menos que bestias, sin cultura ni religión. Nada más ajeno a la realidad, en esos libros de texto no se reconoce el egocentrismo y la ignorancia del europeo, tampoco se habla de la arrogancia con la que por medio de la fuerza y la imposición tomaron nuestras ciudades, violaron a nuestras mujeres, destruyeron nuestras pirámides y nuestros dioses, no se habla de la ceguera de los europeos que continua hasta nuestros días (véase la relación de Francia con los países de África) de no reconocer la importancia de otras culturas superiores a la suya. 

En esos libros se hacía un festín de la tragedia, se ocultaba la verdad y se manipulaba la historia, era la historia de los vencedores sobre los vencidos, eran la versión de la élite sobre el pueblo, era solamente una cara de la moneda. A los verdaderos héroes se les ocultaba, se les empequeñecía, se les ridiculizaba, tómese el ejemplo de Benito Juárez del que se burlaban de su apariencia y de su color. En esos libros la historia era una sarta de padecería sin coherencia ni lógica, no se tenía conexión de un evento con otro, violaba todo sentido común, la hacía ver tan aburrida y poco interesante que teníamos que recurrir a la memoria para “aprendernos” lo necesario para poder pasar el examen.

No se deje engañar apreciable lector, los libros viejos que fueron cuna de la formación de muchos mexicanos que hoy se encuentran en edad adulta hicieron más daño de lo que parece. Imagínese usted que de niños nos hacían hacer maquetas, fichas bibliográficas, realizar monografías o biografías de personajes ficticios, trabajos “a modo”, para poder adaptar una realidad a una ideología, a la ideología conservadora y neoliberal de esos tiempos. De esa manera, por ejemplo, nos hacían creer que el “árbol de la noche triste”, es triste porque ahí lloro Hernán Cortés su derrota frente nuestro héroe y guerrero Cuitláhuac, nada más alejado de la realidad, fue triste para ellos, para los españoles, no para nosotros los mexicanos, ese árbol se debería llamar el “árbol de la noche alegre” y no triste, para nosotros esa fecha debería ser una fecha de celebración y algarabía. 

Lo mismo que ocurría con las materias de Historia General y con la Historia de México ocurría también con las materias de Historia Regional o Local. A los próceres que nos dieron patria, a nuestros héroes que nos dieron libertad, que lucharon contra la injusticia y la esclavitud se les oculto, se les borró del mapa, se ponía más énfasis en lo trivial y no en lo sustantivo de los hechos históricos. De ahí que la historia como disciplina haya sido tan repudiada y excluida, la hicieron ver tan poco importante como para justificar que la hayan quitado del currículo de los programas de estudio, toda una tragedia, eso fue un asalto a la educación y a la formación de verdaderos estudiantes, universales. 

Borrar la historia con estas artimañas provocó que hoy tengamos profesionistas ignorantes, sin historia ni pasado, hoy hay administradores que no saben de dónde vienen las empresas, que siguen pensando que Carlos Slim es un empresario honorable y no un prestanombres de Carlos Salinas de Gortari que se adueñó de TELMEX bajo actos de corrupción y tráfico de influencias; o tenemos economistas que no saben quiénes fueron los Secretarios de Hacienda o los Gobernadores del Banco de México de sexenios pasados (esos que salen en revistas de supuestos “líderes mundiales” y no son más que un grupo de élite conservadora del más alto nivel de corrupción y sin vergüenzas), siguen pensando que podemos entender la Economía sin la Política, en fin, la Historia como una disciplina tan importante para la formación de todo estudiante mexicano fue destruida dejando un halo de ignorancia de nuestro pasado.

Los libros de texto de historia justificaron el fin de la historia, replicaban lo que la élite quería escuchar o quería que leyéramos, por ejemplo, que le siguiéramos llamando en Champotón (Campeche) a una fecha tan especial el “día de la mala pelea”, a la fecha en la que el héroe indígena guerrero maya Moch Couoh derrota a los españoles y los hace retroceder y huir, “mala pelea” para ellos, para nosotros fue una excelente pelea, una lucha en la que triunfó la dignidad y el respeto a México y a nuestra patria, ese día es un día especial, nacionalista, de orgullo por defender a nuestro territorio, y no como ellos nos lo hicieron creer con sus viejos libros de texto. 

De la misma forma que en la historia, fue en las demás materias, por ejemplo en las matemáticas, apreciable lector, recuerde que de cada 10 estudiantes, 9 reprobaba las materias de matemáticas y por ende las repudiaba, sin conocerlas, porque en realidad esos libros no buscaban una cosmovisión de la materia, no buscaban enriquecerla de un contenido social, cultural o étnico, no, únicamente privilegiaban la abstracción de forma tan aburrida como para justificar que mejor se continuara con estudios universitarios en carreras que no tuvieran nada que ver con las matemáticas, porque los estudiantes “no eran buenos” para las matemáticas o eran “burros”, y ese estigma de la primaria o secundaria lo llevaron hasta su vida adulta y profesional, muchos, muchos mexicanos y mexicanas (lo confirmo ahora con mis estudiantes de grado y posgrado).

Los libros de texto de matemáticas fueron todo una mentira y un rotundo fracaso, una disciplina tan bella y estética, una materia universal y transversal y súper importante para entender el mundo y la vida, la redujeron a una materia de élite, que únicamente “pasaba la materia” quien era “inteligente”. Se implementaron prácticas pedagógicas y didácticas excluyentes (“competitivas” les llamaban) y muchas veces discriminantes y ofensivas, elitistas en las que se privilegiaba solo al que “sí sabía” de matemáticas.  De esa manera se resaltó el individualismo y la meritocracia y se excluyó a la mayoría, esos no importaban, se dejó fuera a la comunidad. La baja tasa de científicas y científicos mexicanos tuvo mucho que ver con la mala formación o deformación en esta disciplina, tan fácil que habría sido verla como un lenguaje, como una forma de comunicarnos con los demás, para poder entender nuestra vida cotidiana, no, la llevaron a las nubes donde sólo los “privilegiados” o “iluminados” pueden llegar, nada más anti social y neoliberal que eso. 

De la misma manera, tanto en las humanidades como en las ciencias, la élite y el conservadurismo metieron mano en nuestra educación (vía los libros de texto) para poder, por un lado, justificar la llegada del neoliberalismo, y, por otro lado, soportar las injusticias sociales, económicas y políticas que este modelo dejaba a su paso. Los viejos libros de texto le han servido a la oligarquía, por ejemplo, para normalizar males ya añejos de nuestra sociedad como la pobreza, la desigualdad y la corrupción, entre otros 

Somos el resultado de una educación mediocre y pobre en contenidos educativos de calidad, una educación soportada por libros de texto que tenían un propósito político y de la que fueron cómplices gobiernos y líderes magisteriales. Esa pobreza educativa ha pasado de generación en generación, de sexenio tras sexenio, hasta el día de hoy. Hoy podemos celebrar que ya hay un cambio verdadero, pequeño, pero profundo, hoy nos dirigimos a una educación diferente, más humanista, que atiende realidades diversas con cosmovisiones diferentes y que le abren un mundo de posibilidades a los niños y jóvenes de nuestro tiempo. 

Los inconformes de la élite y sus voceros (los medios de comunicación) luchan por mantener su negocio de la edición y publicación de los libros de texto (que ya se les acabó) también pelean por seguir sosteniendo su ideología conservadora y neoliberal por medio de “su educación” y de “sus libros de texto” (que también ya se les terminó). El presidente AMLO ha sido claro en esta decisión que celebramos con júbilo, además de sentirnos orgullosos de verdaderos funcionarios humanistas y nacionalistas como Marx Arriaga o la propia secretaria de educación, la maestra Leticia Ramírez Amaya, una mujer integra que se crece ante las adversidades y que hoy (a pesar de toda una campaña deleznable por parte de la derecha conservadora que ha intentado ridiculizarla por todos los medios) se presenta como una gigante dentro del gabinete de nuestro presidente López Obrador.

Hoy hemos dado un paso firme a lo que deseamos que sea nuestra nueva educación y nuestra nueva escuela. Una educación sin tanta ideología neoliberal, sin tanta hipocresía, una educación en la que a las cosas se les llame por su nombre, una educación que busque reconstruir nuestra verdadera historia, nuestros valores y principios rectores, que les dé el lugar que merecen a nuestros héroes, que no oculte los males que nos dañan o que nos han hecho mucho daño, que no se oculte el FOBAPROA ni los fraudes electorales, que le digan a los niños y jóvenes de dónde venimos para saber realmente hacia a donde nos dirigimos. 

En esta nueva educación y en esta nueva escuela se busca que a los alumnos se le den elementos para ser universales, con una formación sólida en diversas disciplinas, que no sea excluyente, que desenmascare a los corruptos y que se deje de diplomacias lavándole la cara a tantos expresidentes que laceraron a nuestro pueblo. Una manera de liberarnos de sus garras, de las garras del neoliberalismo será por la educación y un paso hacia este propósito es revolucionar nuestros libros de texto y el presidente ha hecho un excelente trabajo en esta dirección. Quedan muchos pendientes en el tintero, pero el paso principal ya se ha realizado de manera contundente, todavía este resquicio de ideología puede haber quedado en algunos de los materiales de trabajo, pero se irá depurando con el paso del tiempo, como todos sabemos, el quehacer educativo es perfectible. 

La idea del “virus comunista” no es más que otra campaña de desinformación, de manipulación, no es más que otra de esas estrategias de pánico y de miedo mal infundado que le quieren arrojar a la sociedad, pero lamentablemente estas ya no tienen el efecto que solían tener décadas atrás, en años pasados estas estrategias habrían derrocado presidentes o habrían causado rebeliones masivas, angustia y miedo, tensión e incertidumbre como lo que provocaron con lo de “el chupacabras”, usted lo ha de recordar amable lector, sino pregúntele a sus padres o abuelos, toda una campaña de manipulación para distraer a la sociedad y enfocar los reflectores a lo poco relevante. 

Hoy sabemos que Ricardo Salinas Pliego es una cara dura y sin vergüenza, que no tiene calidad moral para hablar de educación, siendo él uno de los artífices de esos viejos libros de texto. Hoy también sabemos que el tal “virus del comunismo” no existe más que en la imaginación de los medios de comunicación y que el verdadero miedo lo tiene la élite, le tienen miedo al comunismo y a Marx ¿por qué será? ¿por qué será que a este economista y filósofo de Marx lo quitaron de las facultades universitarias? ¿por qué tanto odio contra Carlos Marx? Posiblemente sea porque Marx señala la explotación (como esa que se da en las empresas de Elektra y Banco Azteca), quizás porque Marx crítica la opulencia del capitalista a costa de aquello que no le remunera al trabajador (tal como lo hace Ricardo Salinas Pliego), o quizás porque Marx nos da una mejor visión y conciencia de clase y de la lucha de clases en donde el mundo bobo de Salinas Pliego y su vida bizarra y de opulencia de sus descendientes hacen que rayen en la estupidez y pase, por ejemplo, de ser un supuesto “líder” a un simple payaso mediático y que en caso de una rebelión de los trabajadores, de acuerdo con Marx, Salinas Pliego  y la fragilidad de su imperio tendrían sus días contados. 

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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