Mientras miles de migrantes mexicanos han contribuido con su trabajo al desarrollo de Estados Unidos, el gobierno de Donald Trump ha decidido responder con mano dura y militarización. Esta semana, alcaldes del área metropolitana de Los Ángeles alzaron la voz ante lo que describen como una escalada de persecución sistemática contra comunidades inmigrantes.
Las redadas recientes, acompañadas por tropas armadas de la Guardia Nacional, han dejado un saldo de miedo, indignación y familias rotas. “No están protegiendo a nadie, están sembrando terror”, declaró Karen Bass, alcaldesa de Los Ángeles, al denunciar el uso de vehículos blindados y arrestos masivos en lugares de trabajo y comercios.
“Comenzamos escuchando que el gobierno quería ir tras delincuentes violentos, miembros de pandillas, traficantes de drogas. Pero cuando allanas tiendas de Home Depot y lugares de trabajo, cuando separas a padres e hijos, y cuando recorres nuestras calles con caravanas blindadas, no estás tratando de mantener a nadie seguro. Estás tratando de causar miedo y pánico”. Expresó la alcaldesa de Los Ángeles
La situación ha alcanzado tal punto que el gobernador de California, Gavin Newsom, solicitó a un tribunal federal que se suspenda de inmediato la colaboración militar con agentes de inmigración. Según reportes, al menos 500 soldados ya han participado en operativos junto a ICE, pese a que la ley prohíbe al ejército actuar como fuerza de policía interna.
En medio de protestas y confusión, la alcaldesa de El Monte, Jessica Ancona, afirmó haber sido alcanzada por balas de goma en su propia ciudad. Su súplica fue directa: “Dejen de aterrorizar a nuestros residentes”.
Lo que en un inicio se justificó como una estrategia para combatir el crimen, rápidamente se transformó en una ofensiva contra migrantes sin antecedentes. Las redadas han afectado a personas que solo buscan una oportunidad, incluidos solicitantes de asilo, trabajadores con visas vencidas y padres que esperan audiencias migratorias.
Trump, por su parte, justificó el despliegue militar alegando que “la ciudad estaría ardiendo” sin su intervención. Pero mientras la retórica se endurece, quienes viven del otro lado de la frontera, millones de origen mexicano, enfrentan no solo discriminación, sino también violencia institucionalizada.
Porque, en esta cruzada contra el migrante, el enemigo no viene de fuera. El enemigo vive en casa.

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