La lambisconería ha sido el recurso más común en México que utiliza mucha gente que busca beneficios económicos, posición o palancas para congraciarse con los jefes, figuras públicas y cualquiera que se crea superior, para no perder la chamba u obtener alguna ventaja. Pero más que una práctica degradante, en las esferas del poder en México, es una costumbre cultural y psicológica que resulta muy dañina porque consiste en colmar de lisonjas al poderoso, o mostrarse de acuerdo con todo lo que diga o haga, aun cuando sean toda clase de barbaridades absurdas.
En el ambiente político los aduladores necesariamente son miembros del círculo cercano del dirigente, quienes pueden llegar a ser bastantes. Quizá toda la oficina, la dirección, los asesores, miembros del gabinete, consejeros y demás. Las alabanzas sin tregua se lanzan siempre de lleno sobre la persona que puede repartir los bienes, sueldos, empleos, diatribas y hasta una recomendación curricular.
El lambiscón es una especie vergonzosa que trata de prosperar a la sombra de los poderosos y que a veces hasta posee la rara habilidad de cambiar de color según convenga a sus intereses. El común denominador es la sonrisa hipócrita, la aprobación irrestricta (de dientes para afuera) de todo cuanto dice o hace el adulado por medio del aplauso constante atronador y deshonesto, entre otros excesos. Así, el elogio interesado y falso reemplaza a la verdad, crea ególatras, adormece la conciencia y es una forma de corrupción. Los lambiscones son pues, una plaga.
Este bombardeo de lisonjas, por una condición netamente humana, marea hasta a la persona más sencilla, inteligente y preparada como digamos por ejemplo, una candidata. Recientemente, en un grupo político de Whatsapp una compañera de morena nos compartió una foto de Claudia Sheinbaum y una joven con un texto al pie que decía literalmente así:
“Has impartido lecciones ejemplares al demostrar que el verdadero camino reside en el trabajo dedicado a los demás. Frente a la influencia del dinero en la política, has destacado la construcción significativa a través de convicciones y organización social. Eres un ejemplo para las mujeres, desafiando las dudas que durante muchos años perpetuó el machismo y demostrando que podemos alcanzar el más alto espacio, tú puedes como la primera entre todas nosotras”
Imagine usted querido lector que nuestros políticos de morena sólo escuchen todo el día tanta zalamería porque son muy pocos los que se atreven a contrariarlos o mostrar desacuerdo. ¿No cree que cualquiera pierde el piso de alguna u otra forma? A donde quiera que va y a la hora que sea su equipo de trabajo siempre le da la razón y le repite que como él o ella ninguna. El Pueblo es quien paga más caro estas exageraciones porque se puede crear un tirano, el político puede dejar de escuchar, perder la sensibilidad política y descalificar comentarios reales y honestos que le puedan hacer simpatizantes o la población de a pie. Desde mi punto de vista la alabanza sin crítica constructiva, opera como una anestesia que impide a los políticos enfrentar los problemas del país en su verdadera dimensión y les da la sensación de poder y autoridad desmedidos.
Y es que la historia de los aduladores tiene raíces muy antiguas, pues los mismos subordinados de Moctezuma se cuidaban hasta de mirar al Tlatoani a los ojos, y los virreyes tuvieron siempre un numeroso ejército de lambiscones. En México independiente, nadie fue tan lisonjeado como Antonio López de Santa Ana, quien siempre tenía un séquito de generales y coroneles sin más misión que la de darle fuego para prenderle sus cigarrillos, servirle copas, conseguirle mujeres y prestarle todo tipo de servicios personales.
Recuerdo que Carmen Aristegui por ahí del 2012 atiborraba cualquier evento donde se presentara y la gente le gritaba entregada: ¡Presidenta! ¡Presidenta! Otro caso ocurrió en el 2020 cuando de pronto surgió de la nada un joven comentarista de televisión llamado Gibrán Ramírez a quien un sector amplio de la militancia morenista comenzó a alabar y a pedir que fuera el presidente nacional de ese partido. Ramírez ensoberbecido llegó al INE con su comparsa de aduladores a registrarse como aspirante, con el desenlace por todos conocido.
Ya lo ha advertido el presidente Andrés Manuel López Obrador quien ha dicho que “es lamentable el “papel de barberos” y “lambiscones” de quienes rodean a los aspirantes presidenciales”, porque resultan más papistas que el papa y por quedar bien pueden hasta afectar el proceso legal de las candidaturas como el caso de las pintas excesivas por toda la Ciudad de México apoyando a Claudia por parte de la organización SUMA cuya dirigente juvenil es María Teresa Ealy hija del dueño del periódico El Universal. (Pero ese es otro tema)
El escritor Carlos Fuentes declaró al respecto: “Uno de los más graves problemas humanos, es ser presa fácil del elogio que debilita la voluntad y el carácter y al que sucumben hasta los más indiferentes. Hoy los políticos no viven pensando en la gloria y la satisfacción del deber cumplido, sino que buscan el elogio y quienes están dispuestos a hacerlo sobran. Cualquier funcionario espera que se le felicite por su labor, se le reconozca y se le promueva a responsabilidades superiores, porque los incondicionales aduladores están pegados a sus oídos para susurrar lisonjas, reconocimiento y felicitación, para alejar la autocrítica y convertirse en consejeros de temas que normalmente desconocen”.
Por lo que desde aquí hago una respetuosa exhortación a la manera coloquial del Pueblo que observa: ¡Aguas Claudia!
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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