La izquierda en México pareciera haberse diluido o conformarse con el progresismo de la Cuarta Transformación, cuyo gobierno no está ni siquiera cercano a la izquierda, aunque los paranoicos de la desinformación consideren que con estos gobiernos el comunismo está a la vuelta de la esquina.
Colocar a la vanguardia del gobierno a la sociedad puede significar un nuevo camino hacia una democracia más depurada y acorde armónico a los tiempos que se viven donde se equilibra la globalidad con la igualdad social; sin embargo, teóricamente existen vacíos muy serios donde debería ahondarse, principalmente en la armonización social sobre el tema económico.
El individualismo recalcitrante de algunos sectores de la sociedad echa por la borda cualquier proyecto comunitario que puede redundar en la provocación de violencia. Las muestras de agresividad en los últimos años de una clase media que no quiere perder lo poco que tiene, aunque nadie quiera arrebatárselo, dan cuenta de una manera de ver el gobierno muy anacrónica.
A pesar de esto, la necesidad de resurgimiento de la izquierda se hace más necesaria que nunca. Históricamente ha servido de contrapeso, de dique de contención ante los embates de la derecha y la utraderecha, como equilibrio entre poderes. En México la presencia de la izquierda real ha sido parte de la historia y debe retomarse.
La embestida de la derecha a través de los medios sólo podría tener un contrapeso, incluso una trinchera frontal que regule la feroz actuación de la desinformación convencional y habitual de los medios poderosos del país.
El retorno de la izquierda será también el regreso de la política ante el pragmatismo excesivo de la 4T, la cual le hace falta un sustento teórico, no sólo social sino político. La erradicación de los viejos vicios de la administración pública, es decir la moralización de la burocracia en todos sus niveles, no crea un sustento teórico sólido que daría fortaleza a un proyecto que exige la 4T con urgencia.
La simple existencia de una izquierda con suficientes integrantes, un proyecto propio de México, con objetivos claros, serviría para imponer mayor rigidez en el próximo gobierno, sobre todo ahora que se carece de oposición o contrapesos reales. Situación que, además, abre las puertas a la intervención de los poderes fácticos en la vida pública del país, los cuales ya se excedieron en los últimos cinco años.
La definición de una política propia, daría más certeza o provocaría menos incertidumbre, lo cual podría alargar la vida de la 4T en el poder. La izquierda debe resurgir, en busca del ejercicio del poder a través de las urnas, pero también como parte de un gobierno progresista, incluso como oposición. Esto le quitaría al gobierno el gran peso de que la gente con poca instrucción académica o deficiente, considere al gobierno actual como proclive al comunismo.
La carencia de un soporte ideológico de la 4T crea incertidumbre no sólo en la derecha sino en la gente que cree en el proyecto pero sabe que le falta algo.
No tener oposición no significa carecer de contrapesos. Una cosa es que quienes ahora encarnan la disidencia no conozcan la política y otra que no mantengan alianzas ancestrales con los poderes fácticos, sociedad que puede arrojar, en cualquier momento un golpe de Estado.
La existencia de una izquierda real serviría para ampliar el panorama político y ver como una postura muy radical dicho golpe, porque sin la izquierda, hay un segmento de la población que en lugar de ver, son conscientes de la verdadera dimensión de una acción de esa magnitud. Porque la simplicidad con la que se advierte un golpe de Estado no sólo tiene que ver son la salida de un gobierno progresista sino con una serie de circunstancias que atentan contra los derechos más elementales del ser humano, contra los que la derecha tiene viejas rencillas en México.
La necesidad de que la izquierda salga del clóset es urgente. No se diluyó la izquierda con la aparición de la 4T, incluso hubo distinguidos militantes que se integraron a este gobierno, pero no todos los hombres y mujeres de izquierda se sienten representado con el actual gobierno, aunque algunos puedan servir de apoyo o incluso, de inspiración.
La costumbre de afirmar que Morena es un partido de izquierda es sólo un referente ante la inclinación del resto de los partidos de recorrerse hacia la derecha. No toda contraparte de la derecha es de izquierda.
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