Durante las recientes elecciones en Estados Unidos, un evento que capturó la atención de buena parte de la población mexicana quedó claro que no se trataba de una votación cualquiera. El interés y la expectativa alrededor de este proceso no fueron casualidad; representaba un momento decisivo en la historia contemporánea de nuestro vecino del norte.
La elección bipartidista en Estados Unidos entre los conservadores republicanos y los liberales de derecha demócratas ha tomado un nuevo giro, dando paso a una facción aún más conservadora dentro del Partido Republicano: el trumpismo. Aunque Donald Trump ya había gobernado anteriormente, esta vez lo hace bajo circunstancias diferentes y con una base política completamente suya. En su primera administración, Trump tuvo que apoyarse en figuras tradicionales del Partido Republicano, lo que lo limitó a operar dentro del marco del “establishment” del partido. Sin embargo, ahora, respaldado por su propio movimiento y acompañado de políticos leales a su agenda, el trumpismo ha alcanzado una nueva dimensión.
En su primera presidencia, Donald Trump enfrentó tantas limitaciones impuestas por su propio gabinete y colaboradores que, en la práctica, no logró gobernar con total libertad. Las tensiones dentro de su administración surgieron desde el principio, evidenciando la falta de cohesión entre su visión radical y los intereses del establishment republicano. Ejemplos notables de estos choques incluyen las declaraciones de Mark Esper, exsecretario de Defensa, quien reveló haber convencido a Trump de no lanzar misiles contra laboratorios de drogas en México, una acción que habría desatado un conflicto diplomático de graves proporciones con su vecino del sur.
Otro ejemplo significativo se dio durante la invasión al Capitolio el 6 de enero de 2021, cuando el entonces vicepresidente Mike Pence se desmarcó de Trump al expresar su rechazo a lo que estaba ocurriendo. En ese momento crítico, Pence optó por una postura institucional y de respeto al proceso democrático, en contraste con Trump, quien fue acusado de incitar la insurrección y de no intervenir con rapidez.
Sin embargo, en esta nueva presidencia, Donald Trump ha consolidado un círculo de poder que gira en torno a su propio movimiento, rodeándose de personajes emanados del trumpismo que comparten su visión y lo seguirán sin cuestionamientos. A diferencia de su primera administración, donde tuvo que lidiar con figuras del establishment republicano que actuaron como contrapesos, ahora cuenta con un gabinete de aliados que están dispuestos a ejecutar su agenda sin restricciones. Estos nuevos secretarios y asesores han sido seleccionados precisamente por su lealtad y por sus posturas afines al trumpismo, lo que garantiza una línea de mando uniforme y alineada con los principios de su movimiento.
La elección de su nuevo vicepresidente es quizás el ejemplo más claro de esta dinámica de lealtad absoluta. A diferencia de Mike Pence, quien en momentos decisivos como la invasión al Capitolio se distanció de Trump, su actual compañero de fórmula representa una alianza sólida y sin reservas con el trumpismo. J. D. Vance, nacido en Ohio y conocido defensor de las preocupaciones de la clase media blanca del cinturón del óxido, es la figura ideal para consolidar el discurso de Trump en esta región, donde la pérdida de empleos industriales y el desencanto hacia las élites políticas han calado profundamente.
Cinturón del oxido: El “cinturón del óxido” se refiere a una región de Estados Unidos que abarca partes del Medio Oeste y el Noreste, especialmente en estados como Ohio, Michigan, Pensilvania e Indiana, que en su auge fueron centros industriales y manufactureros de gran importancia, con un alto número de empleos en la producción de acero, automóviles y maquinaria pesada. Sin embargo, desde finales del siglo XX, estas áreas han sufrido un profundo declive económico debido a la desindustrialización, la globalización y la relocalización de fábricas al extranjero.
J. D. Vance, como férreo defensor del proteccionismo y el nacionalismo, encarna una postura que prioriza los intereses estadounidenses frente a la globalización, buscando reactivar la economía local y proteger los empleos nacionales. Nacido en Ohio, Vance presenció de cerca el impacto devastador de la emigración de fábricas a otros países, lo cual ha nutrido su visión de una política económica centrada en devolver a Estados Unidos su capacidad productiva y reducir la dependencia de naciones extranjeras. Este enfoque no solo da indicios sobre cómo será la política de Donald Trump en esta nueva administración, sino que también es revelador de la relación que se anticipa con México.
Otro personaje clave para México en esta nueva administración de Trump es el senador Marco Rubio, quien será el nuevo secretario de Estado, cuya postura y trayectoria política han tenido un impacto significativo en la relación bilateral, particularmente en temas como la política migratoria, el comercio y la seguridad regional. Rubio, de origen cubano y con una base de apoyo en Florida, ha sido una figura influyente dentro del Partido Republicano en cuestiones de política exterior y es conocido por sus posiciones firmes contra gobiernos en América Latina que considera adversarios, así como por su respaldo a medidas restrictivas en inmigración.
Por último, tenemos a uno de los personajes más despreciables “Tom Homan”, mejor conocido como “Zar de la Frontera”. Este personaje, exdirector de ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas), es famoso por su postura radical en materia de inmigración y sus métodos de aplicación de la ley que han sido duramente criticados por organizaciones de derechos humanos. Su enfoque intransigente y su retórica, a menudo implacable contra los inmigrantes, han convertido a Homan en una figura central y, a la vez, profundamente despreciada en los debates sobre la frontera. Para México, la presencia de Homan en esta administración representa un endurecimiento de la política migratoria, ya que su visión se centra en una frontera “cero tolerancia” donde las deportaciones y las detenciones masivas son prácticas habituales.
Es crucial mantenernos atentos a lo que sucede en Estados Unidos, ya que la relación entre nuestras naciones es de profunda interdependencia. Las economías y poblaciones de ambos lados de la frontera están vinculadas, con intercambios comerciales, culturales y laborales que impactan el bienestar y desarrollo de cada país. Esta interconexión implica que cualquier cambio en la política estadounidense, especialmente en áreas de migración, comercio y seguridad, afecta directamente a México.
Es fundamental recordar esto para evitar caer en una postura de subordinación o de dependencia pasiva, independientemente del gobierno en turno en Estados Unidos. México debe mantener una posición de dignidad y defensa de sus propios intereses, participando activamente en la relación bilateral con una visión estratégica que priorice el beneficio mutuo.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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