Día de Muertos, mas que una tradición

El Día de Muertos más que una tradición, el consuelo de la necesidad de volver a abrazarlos

Este es el día en que la misericordia del creador se manifiesta y nos da la oportunidad para que les refrendemos cuánto los queremos y extrañamos

Todos tenemos a alguien que se nos ha adelantado en el camino de este maratón infinito llamado vida. A ese ser querido, amado y respetado al que con dolor tuvimos que decirle adiós, porque su reloj de arena se quedó sin granos y se detuvo.

Con dolor nos resignamos a dejarlo ir y aunque no hay nada que consuele el alma de saber que no volverá, con el tiempo nos acostumbramos a la amarga realidad de su partida hasta que solo queda en un recuerdo espinante que guardamos en el corazón.

El Día de Muertos nos da la oportunidad de hacerles el llamado a esos seres queridos para que vengan a abrazarnos. Es el día en que quien manda en el mundo sin dolor, permite a sus almas volver al origen y darle consuelo a quienes los extrañamos. O al menos eso es lo que dicta la tradición.

Este día, es la oportunidad que todos tenemos para hablar con ellos, abrazarlos en silencio y brindarles un poco de los olores, colores y sabores que en vida más les agradaban. Este es el día en que la misericordia del creador se manifiesta y nos da la oportunidad para que les refrendemos cuánto los queremos y extrañamos. O al menos eso es lo que nos argumentan nuestros corazones aferrados a sus recuerdos.

¿Pero cómo se puede amar tanto, aún después de la muerte? ¿Por qué los humanos no simplemente los enterramos y los olvidamos? ¿Por qué nos aferramos a recuerdos de vivencias y experiencias que ya no volverán? ¿Por qué vivimos hasta el final de nuestras vidas recordando y amando a alguien que jamás volvimos a ver?

Creo que lo que nos hace actuar así se aloja en el alma. Es lo que nos hace hijos semejantes al creador. Porque somos iguales a él es que no olvidamos a quien nos hizo felices; no desechamos el recuerdo de quien ayudó a la formación de nuestros caracteres; no enterramos las vivencias de quien consoló nuestras lágrimas de niños; no arrojamos al vacío del olvido a quien acariciaba con ternura nuestros corazones lastimados por obra de los infortunios terrenales. Todo esto porque simple y sencillamente Dios jamás olvida.

Este Día de Muertos abracemos las almas de nuestros seres queridos. Hablemos con ellos de los recuerdos más significativos que guardamos en el baúl de nuestras memorias. Saludémoslos, disfrutémoslos, pero sobre todo sintámonos seguros de que aquí están, porque si nosotros los recordamos, ellos también lo hacen.

¡Vivamos con fuerza nuestras tradiciones!

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