En el 2005, la carrera policial de Genaro García Luna se encontraba en su mayor apogeo. Dirigía la Agencia Federal de Investigación y su nombre sonaba para encabezar la Secretaría de Seguridad Pública si el Partido Acción Nacional seguía en el poder para 2006. Ese mismo año, el Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD), en Estados Unidos, le entregó a él y a su equipo cercano en la AFI un reconocimiento por su colaboración en la aprehensión y entrega de 9 homicidas.
Al mismo tiempo, García Luna recibía millones de dólares de los dos cárteles mexicanos más poderosos, el de Sinaloa y el de los Beltrán Leyva, para permitir el paso libre de cocaína por la frontera sur de EU. García Luna jugaba al policía bueno y al policía malo.
De acuerdo con un reconocimiento, en 2005 el LAPD envió un reconocimiento al procurador general de la República, Daniel Cabeza de Vaca Hernández, dirigida a la AFI porque “en un lapso de dos años, esta unidad a través de la república mexicana ha sido responsable por el arresto de nueve homicidas que huyeron de la ciudad de Los Ángeles con la intención de evadir la justicia.”
La policía angelina reconoció que el trabajo de la Unidad Encargada del Cumplimiento de Órdenes de Aprehensión había sido vital para dichos casos, y reconoció a futuro que “el entusiasmo, fuerte colaboración, profesionalismo y el espíritu de cumplir con su oficio demostrado por este personal, brinda nuevas avenidas de respeto en la batalla contra la delincuencia.”
Sin embargo, y al mismo tiempo, según declararon varios testigos colaboradores en el caso por narcotráfico contra García Luna en Estados Unidos, la AFI estaba en la nómina de los Beltrán Leyva y el cártel de Sinaloa.
El primer testigo de las autoridades, Sergio Villarreal Barragán, El Grande, ex operador del cártel de los Beltrán Leyva, Genaro García Luna y su mano derecha en la AFI, Luis Cárdenas Palomino, recibían 1.5 millones de dólares mensualmente como sobornos en una casa de El Barbas, en Perisur, en la Ciudad de México: “Hacíamos fajillas de 10 mil dólares y juntábamos cinco de esas para hacer tabiques de 50 mil que metíamos en cajas de oficina.”
Según El Grande, con estos pagos, además de tener paso libre para sus drogas, tenían acceso a otros materiales como “uniformes, camionetas clonadas y charolas que son credenciales de identificación de la agencia (AFI).”
18 años después de que la Policía de los Ángeles reconociera a García Luna, el funcionario mexicano fue declarado culpable de tráfico de drogas por un jurado de Brooklyn, Nueva York. Aguarda su sentencia, pero al mismo tiempo el certificado de reconocimiento del departamento de policía estadunidense, se quedará en los archivos de la Fiscalía General de la República, como un recordatorio de que nada es lo que parece: “agradece la cooperación profesional y la asistencia incalculable otorgada por los elementos anteriormente mencionados.”
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