Son tiempos de definiciones históricas, políticas y personales para el porvenir. Sobre los hombros de millones de mujeres y hombres libres pesa la responsabilidad de continuar y profundizar la Cuarta Transformación de México.
El pueblo que observó, escuchó, atendió, conoció, aprendió y supo de los principios y obra de Benito Juárez García de viva voz en la mayoría de las veces -en las luchas de resistencia contra la intervención cuando el presidente Juárez defendió la Patria con su vida en un periplo a bordo de una carreta por el México profundo-, lo que significó la construcción de una amplia base social y popular que a lo largo del territorio mexicano asumió como suyo el ideario juarista en la búsqueda de justicia, igualdad ante la ley, separación de la Iglesia y el Estado, respeto a los derechos, a las libertades, y el amor a un régimen republicano, y que, debido a la magnitud de la congruencia del presidente indígena -porque los hombres mueren pero las ideas perduran-, representó en el subterráneo de la historia toda una corriente de pensamiento liberal, que podemos caracterizar como el juarismo sin Juárez, y de dónde surgen los clubes liberales primero, y, anti reeleccionistas después, precursores de la revolución mexicana. Ya sin la presencia física de Juárez, los hombres del pueblo contemporáneos a su obra, dieron camino a su legado y enseñanzas que hoy es una raíz nítida de la Cuarta Transformación nacional.
En nuestros tiempos el pueblo organizado ha observado, reconocido y apoyado los planteamientos transformadores de Andrés Manuel López Obrador en sus múltiples recorridos a todas y cada una de las comunidades del país. Es en el imaginario colectivo donde ubicamos las reflexiones sobre el Humanismo Mexicano, que significará el legado de todas y todos para seguir luchando por la regeneración nacional, para seguir organizados desde todas las dimensiones de nuestra nación. Seremos las mujeres y hombres libres que aprendimos en el movimiento obradorista otra forma de hacer política, fundada en el amor al pueblo, el trabajo de base casa por casa, el tocar puertas y despertar conciencias, y la premisa: por el bien de todos, primero los pobres, quienes habremos de preservar, mantener y profundizar la corriente del pensamiento obradorista.
Hace 15 años el 10 de abril de 2008 comenzó la resistencia civil pacífica en defensa del petróleo, ante la reforma privatizadora que pretendía implantar el espurio Felipe Calderón. No eran momentos sencillos para el movimiento, veníamos del reflujo por la desmoralización de no poder evitar el fraude electoral de 2006, y de una despiadada satanización desde los medios de comunicación del plantón Zócalo- Reforma; pero ahí estaba firme ante un presente ominoso el presidente legítimo Andrés Manuel López Obrador, emulando precisamente el gobierno legítimo de Juárez desde la resistencia, ahora contra los vendepatrias y entreguistas del siglo XXI. AMLO incansable peregrino fundó casas del movimiento y comités en todos los rincones del país; para seguir informando, concientizando y sobre todo evitar desde abajo la entrega a intereses privados y extranjeros de nuestros recursos naturales.
Aquel 10 de abril mientras los senadores tomaban la tribuna exigiendo un debate real sobre el futuro del petróleo, -entre ellos la gran Rosario Ibarra de Piedra quien durmió ahí cuidando la tribuna-, en las calles, atendiendo el plan presentado el 18 de marzo en el Zócalo, megáfono en mano, y con la sencilla pero vigorosa fuerza de sus palabras, la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, -una brillante académica que en los años de los tenis converse había defendido también la educación universitaria de los mismos afanes mercantilistas-, ahora organizaba a “Las Adelitas” y las brigadas para cercar con nuestros rostros, manos y principios todas las calles aledañas al Senado de la República.
En tiempos de bonanzas y victorias electorales el tren de la historia avanza tumultuoso, pero en las horas de la adversidad, en las luchas por nuestros derechos contra todo el aparato y poder del régimen, ahí la locomotora ocupaba los esfuerzos de las personas con principios firmes, y cuyo corazón se orienta por el amor a la Patria, como fue en aquellas intensas jornadas la labor de la Dra. Sheinbaum.
Éramos 20 mil brigadistas del movimiento de resistencia civil pacífica para impedir la privatización de la industria petrolera nacional, 40 brigadas con 500 personas cada una, la nuestra se llamaba Francisco J. Múgica y usábamos paliacates verdes para distinguirnos, previamente en la Alianza de Tranviarios discutimos y aprobamos un “Manual para la lucha pacífica” buscando estar preparados para nunca caer en las provocaciones ni montajes violentos del gobierno usurpador.
Como consignan los recuerdos personales y algunas fuentes a las 13:00 horas la Dra. Claudia Sheinbaum, dirigente de las “adelitas” tomó el micrófono y dijo: “Acabo de recibir una llamada de los legisladores, ya tomaron la tribuna del Senado, se quedarán ahí hasta que se retire la iniciativa, porque el debate nacional que propusieron es una farsa”. Entonces comenzaron las acciones y se tomaron en trabajo hormiga las posiciones previamente acordadas, refirió el entonces independiente Proceso: “Caminando del Hemiciclo a Juárez al Eje Central Lázaro Cárdenas y por la calle Tacuba las mujeres se agarraron de los brazos y comenzaron a marchar rumbo al Senado coreando consignas y cantando: ‘Nos tienen miedo porque no tenemos miedo’. Bloquearon las calles de Donceles, República de Cuba, Filomeno Mata, Allende, entre otras, cada brigada se identificaba con gorras de diferente color: blancas, rojas, amarillas, verdes, rosas; todas estaban organizadas, llevaban comida y agua; se repartieron playeras con la consigna “Pemex no se vende, Pemex no se privatiza, Pemex se defiende”, o con la frase que López Obrador ha mencionado en sus mítines: ‘Las mujeres van a rescatar el petróleo como se pueda, con lo que se pueda y donde se pueda´. Por Avenida Juárez entró la brigada 12, mujeres de todas las edades, algunas cargando a sus hijos, llegaron coreando consignas”.
Después de tender el cerco civil al Senado, -que ya se había encerrado a si mismo con un cerco militar y policiaco, de miles de soldados, policías federales, antimotines, y vallas-, fuimos convocados al Zócalo el domingo 13 de abril. Fueron esos días de abril jornadas de implacable tensión, día y noche y medianoche, “Adelitas” y brigadistas volvimos a encontramos en una escuela popular de formación política en las calles bulliciosas del centro de la ciudad. Para destacar el carácter pacífico del movimiento en muchas horas permanecíamos sentados e inmóviles en banquetas y media calle; y dónde a pesar del desgaste de luchar contra el monologo del sistema partidista neoliberal, no se perdía la alegría y la esperanza. Había debates, charlas, uno que otro músico tocando rolas, obras de teatro “el loro negro”, películas, performances, y en una pequeña carpa, todo el tiempo a veces sin poder dormir, ahí estaba Claudia Sheinbaum evaluando y asignando tareas para resistir con sabiduría en la hora de las convicciones.
Ante la disyuntiva que amerita la sucesión presidencial de 2024, la respuesta está en el corazón del movimiento, en la esencia de lo que hemos sido en tiempos difíciles, en las actuales horas de la gran transformación anhelada por muchos que ya partieron y dejaron como legado también una vida de lucha.
Son tiempos de definiciones, de caminar con quien ha caminado, resistido y luchado hombro con hombro con nosotros, quien predica también con ejemplo, humildad y firmeza, porque para saber a dónde vamos nunca debemos olvidar de dónde venimos. En la tradición del movimiento obradorista, de nuestras utopías que guían los sueños colectivos, hoy decimos, sí con respeto siempre al que piense diferente, pero con claridad: el Humanismo Mexicano trascenderá el 2024 y profundizará los cambios a favor del pueblo de México. Es Claudia.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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