A lo largo del tiempo, las corrientes económicas que sostienen regímenes políticos han cambiado, principalmente debido a sus propias contradicciones. Como lo explica Marx, estas corrientes suelen dejar de satisfacer las necesidades de las personas, generando crisis que impulsan la transición hacia nuevas formas de organización social y económica.
No obstante, la derecha, particularmente cuando se basa en el neoliberalismo, reacciona de maneras específicas para preservar sus valores y estructuras de poder. En México, este fenómeno es evidente: diseñan discursos alarmistas que buscan sembrar miedo en la población, promueven la judicialización de los cambios democráticos, fomentan campañas de desinformación y, en algunos casos, como ha sucedido con figuras como Alejandro Moreno, construyen narrativas nostálgicas que idealizan un pasado que favorecía sus intereses.
Sin embargo, la historia nos enseña que la derecha puede adoptar posturas aún más radicales cuando percibe que sus privilegios están en peligro. Es entonces cuando recurre a estrategias como la creación de narrativas de ilegitimidad para desestabilizar gobiernos legítimos. Convocan a protestas violentas, promueven disturbios, generan paralización económica —como en Venezuela— y manipulan los medios de comunicación para difundir mensajes apocalípticos. En casos más extremos, incluso fomentan la intervención de gobiernos extranjeros o impulsan golpes de Estado.
En México y en el mundo, observamos cómo estas tácticas se han radicalizado. En nuestro país, por ejemplo, la derecha parece aliarse con grupos criminales, particularmente con el narcotráfico, para desestabilizar y generar un clima de violencia que justifique la intervención extranjera. Este fenómeno, que podría parecer descabellado, encuentra sustento en hechos históricos. ¿Qué partido pactó con el Cártel de Sinaloa, desencadenando una ola de violencia sin precedentes? El PAN, a través de figuras como Genaro García Luna. ¿Qué grupo político se beneficia de la violencia que, curiosamente, se intensifica con los cambios de gobierno? La oposición. ¿Quiénes son los principales promotores de declarar al narcotráfico como terrorismo para justificar la intervención de Estados Unidos? Nuevamente, el PAN.
Esta dinámica no es exclusiva de México. En Corea del Sur, por ejemplo, la izquierda ha ganado fuerza política, exponiendo las prácticas corruptas del gobierno derechista de Yoon Suk-yeol. En respuesta, la administración declaró la ley marcial y ordenó la extinción del Congreso, enviando tropas militares a tomar el Palacio Legislativo. Aunque los diputados lograron revertir la declaratoria, este episodio revela hasta qué punto puede llegar la derecha para preservar su poder, incluso desafiando principios democráticos básicos.
De igual manera, en Europa y África, vemos patrones similares: la derecha recurre a tácticas de polarización, desinformación y represión para frenar los avances democráticos y sociales. Desde los intentos de retroceso en los derechos civiles en Hungría hasta las alianzas de élites económicas y militares en varias naciones africanas, la constante es clara: proteger sus intereses a cualquier costo.
Estos hechos demuestran que, independientemente del contexto, la derecha comparte una estrategia común: desestabilizar, dividir y recurrir a medidas extremas con tal de mantener sus privilegios. Su conducta no es casual ni aislada; responde a un patrón histórico y global que busca perpetuar un sistema de poder desigual.
En el fondo, la derecha no teme al cambio por sí mismo, sino al cambio que amenaza su hegemonía. La pregunta, entonces, no es si estas tácticas continuarán, sino si las sociedades estarán dispuestas a enfrentarlas con unidad, conciencia y compromiso. Al final, el verdadero desafío no está en sus estrategias, sino en nuestra capacidad de construir un futuro donde los privilegios de unos pocos no definan el destino de todos.
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