¿Y QUÉ QUERÍAN?
1 de diciembre de 2018. “Lo digo con realismo y sin prejuicios ideológicos: la política económica neoliberal ha sido un desastre. […] Hoy presento formalmente a este Congreso reformas constitucionales, proyectos de reforma a la Constitución, para establecer el Estado de Bienestar y garantizar el derecho del pueblo a la salud, la educación y a la seguridad social”.
Resuena en el Congreso de la Unión su voz aguda con acento costeño. Andrés Manuel López Obrador luchó denodadamente por llegar hasta donde ahora está. Es un hombre congruente que sabe –lo ha dicho– que la corrupción es el principal problema de México, que los gobernantes han sido una pandilla de saqueadores.
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Enrique Peña Nieto se quita la banda y, con ella, un peso de encima. ¿Qué pensaría en ese momento alguien que durante seis años se olvidó de su pueblo, que solo apoyó a sus pseudoamigos, que no hizo sino obedecer para beneficiarse? Es aún un hombre joven y nos ha robado tanto dinero que no tiene cómo gastarlo por el resto de su vida. Enriquecido, Enrique ha terminado su labor: claro que cumplió, pero a los señores que lo pusieron ahí, en el lugar más alto, que le inventaron todo: un título universitario, una historia, una imagen para que las cosas siguieran igual, para que los señores de la oligarquía tuvieran los mayores privilegios, para hacer de la política un gran negocio, no pagar impuestos y vender los bienes nacionales a intereses extranjeros, a empresas trasnacionales corruptas, sin importar que el país se fuera por el despeñadero. [Aunque esos oligarcas se olvidaron de una cosa: ponerlo a leer].
Porfirio Muñoz Ledo le entrega la banda presidencial al presidente electo. Peña Nieto, el títere saliente, rígido como robot, como lo que fue, solo mira. Aplaude, pero no puede quitarse un extraño rictus, no tiene ahora la tiesa sonrisa de siempre. ¿Qué estará pensando Porfirio Muñoz Ledo al recibir la banda y tener que dársela inmediatamente a un político que, él lo sabe –más bien lo cree–, no le llega a los talones? ¿Por qué no fui yo el elegido? Su rostro muestra un enojo, una envidia, un encono, una inquina que irá cultivándose, que seguirá creciendo como virus… [hasta llegar a la ignominia, cuando tantos años de alcohol y trasiego hagan lo suyo y, anciano, no pueda pensar como antaño. Aunque hay diferencia en ambos: Porfirio, descanse en paz, tuvo momentos sublimes; Enrique es un bandido perseguido por su historia].
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“No solo inicia un nuevo gobierno –afirma AMLO–; hoy comienza un cambio de régimen político. A partir de ahora se llevará a cabo una transformación pacífica y ordenada, pero al mismo tiempo profunda y radical, porque se acabará con la corrupción y la impunidad que impiden el renacimiento de México. […] En la Independencia se luchó por abolir la esclavitud y alcanzar la soberanía nacional; en la Reforma, por el predominio del poder civil y por la restauración de la República, y en la Revolución nuestro pueblo y sus extraordinarios dirigentes lucharon por la justicia y por la democracia. Ahora, nosotros queremos convertir la honestidad y la fraternidad en forma de vida y de gobierno”.
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17 de agosto de 2023. Observo con atención una de las casi 1 200 mañaneras en las que Andrés Manuel ha sostenido un diálogo con la gente desde que fue investido como presidente. Su discurso no cambia, pero los hechos hablan por sí mismos.
“La derecha es contraria a la justicia social. La derecha no piensa en el sufrimiento de la gente, no le importa el pueblo, la derecha gobierna para una minoría siempre. Y esa oligarquía, que es en sentido aristotélico el gobierno de los ricos, el gobierno de unos cuantos, se dedica a saquear, a robar […] [A nosotros] nos funcionó la fórmula de no permitir la corrupción, de no permitir los lujos en el gobierno y de que todo lo que se ahorra se le destine al pueblo –dijo AMLO–. Vamos bien, y lo que más satisfacción me causa es que se esté disminuyendo la pobreza y la desigualdad”.
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28 de octubre de 2018. Me pregunto cómo es posible que los brasileños hayan votado por Jair Bolsonaro, a pesar de que Lula da Silva sacó de la pobreza y le dio una vida digna a tanta gente, de que sacó de la oscuridad a tantos marginados.
Obtengo la respuesta un día cualquiera de 2020, aún en pandemia. Voy a comer a la fonda de la Güera en el mercado Múzquiz, en San Ángel. Escucho en el radio de una marchante la voz de Carlos Loret. Pienso decirle a esa señora que no oiga a ese bufón, que todo lo que dice son patrañas. No lo hago. Después, me arrepiento.
No podemos cambiar al mundo. ¿O sí?
Dice Rafael Barajas, el Fisgón: “Muchos hablan de que lo que está pasando en este país es un golpe blando, pero esa definición ya es incorrecta: se trata de una guerra híbrida, es decir, una guerra que se vale de todos los elementos, principalmente mediáticos, para causar la caída de un gobierno”.
1 de agosto de 2023. Uno de los más abyectos lectores de noticias de TV Azteca –y vaya que los hay–, Javier Alatorre, se lanza contra los nuevos libros de texto gratuitos denunciando un presunto “virus comunista” y con ello inicia una andanada de desinformación en perjuicio de la nueva escuela mexicana. Junto con él, toda la comentocracia, en nado sincronizado, los descalifica alegando entre otras mil maromas que solo quieren “sembrar ideas comunistas en los niños”. AMLO revira e inicia una serie de conferencias en la que los expertos presentan a las familias de qué tratan los libros de educación inicial, primaria y secundaria.
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¿Y qué querían? ¿Que la transformación de nuestro país no se sustentara en la educación, la pedagogía, la didáctica, la enseñanza, el aprendizaje? ¿Que los niños, las niñas y los jóvenes no tuvieran la oportunidad de estudiar con un enfoque crítico, humanista y comunitario?
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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