Parece que, en este país en su contexto político, por fin el bloque opositor encontró al líder que necesitaba para hacer frente a la Dra. Claudia Sheinbaum. No, para nada hay que pensar en la desaparecida Xóchitl Gálvez, menos en Alito, Marko, Jorge Romero o Máynez. Desde el país vecino del norte aparece Donald Trump para encabezar (sin saberlo) las andanadas de ese sector de la clase política que busca a toda costa mantenerse en el escenario. Así que se respiran aires de internacionalización de los hoy pequeñísimos partidos PRI y Acción Nacional, mismos que, al desgastar la verborrea esa de que en este país se avanza hacia la dictadura, no les quedó de otra que tomar como bandera al bastante divertido presidente electo de la Unión Americana.
La cosa es muy sencilla: a 100 días del gobierno actual la ruta está bien definida hacia la prosperidad, sin que eso signifique que no habrá algún traspiés. Los cimientos están firmes, el proyecto claro y la ejecución pareciera ir por el camino correcto, sobre todo con las grandes reformas constitucionales que seguramente allanarán el camino. Esto deja atrás los señalamientos de que Sheinbaum es centralista y autoritaria con una cerrazón al diálogo y ni modo, les toca echar porras al presidente Trump para que haga realidad las amenazas que profiere un día sí y al siguiente también.
Aquí algo es bastante curioso, durante la sesión pasada de la Comisión Permanente del Senado, Guadalupe Murguía, coordinadora de la bancada del PAN, señaló que “ha quedado claro una absoluta continuidad con el gobierno anterior, y se ha consolidado un gobierno de la 4T”. Es curiosa la declaración de la senadora, pues pareciera seguir sin comprender que precisamente eso dispuso el electorado en las urnas, es decir, tanto la continuidad como la consolidación de la Cuarta Transformación. Pero no sólo eso, acusa de que la base de este gobierno (el de Sheinbaum) se centra en los programas sociales. Habría que aclararle a la senadora que la justicia social es un precepto que hoy se coloca al frente del ejercicio de gobierno para acabar con la barrera de desigualdad que se heredó durante décadas. Y ya para rematar: dice la senadora panista que, respecto al arribo de Trump, la postura del gobierno mexicano ha sido la de minimizar y banalizar las amenazas contra el pueblo. No pues con razón anda la oposición por la calle de la amargura, ¿Qué postura habría que asumir frente a una serie de declaraciones del presidente electo estadounidense? Ni modo de entrar en un debate estéril carente de sentido cuando ni siquiera se ha hecho el cambio de gobierno; se deben tomar providencias como se ha hecho hasta el momento, pero de ahí a encender las alarmas pareciera gastar pólvora en infiernitos.
Sin embargo, no es precisamente tirar de a loco al señor Trump, sino colocar el discurso en la justa dimensión, evidentemente presionará nuestra política exterior, pero por fortuna, tanto la presidencia como quien hoy está al frente de las relaciones exteriores y, especialmente de la economía, poseen los elementos suficientes para contrarrestar cualquier embate del próximo presidente de Estados Unidos.
En fin, la porra opositora se alista para celebrar toda acción de Trump contra México, pero nuestra presidenta ha dado muestras de que no se doblará frente a Washington en ningún momento, ni que estuviéramos hablando de Vicente Fox. Atrás quedó la supeditación de nuestro país al país vecino, atrás quedó el “comes y te vas” Hoy vivimos una postura de iguales y mientras se siga apostando por el fortalecimiento interno, poco hay que temer.
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