La llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia de México marca un momento trascendental en la historia del país. Es la primera vez que una mujer asume el máximo cargo político, rompiendo con siglos de dominio masculino en los espacios de poder. Este evento no es sólo un triunfo individual, sino también el reflejo de las luchas que las mujeres hemos librado para obtener representación en una sociedad que, hasta hace poco, nos había negado un lugar. El camino hacia la igualdad de género ha sido arduo, lleno de obstáculos y barreras, pero con la elección de Sheinbaum, México da un paso importante hacia la consolidación de una verdadera democracia incluyente.
Este ascenso no hubiera sido posible sin las reformas estructurales que han permitido una mayor participación femenina en la política mexicana. Desde la paridad de género en candidaturas hasta la representación equilibrada en los órganos legislativos, México ha avanzado de manera significativa en su compromiso con la equidad. Sin embargo, el logro de Sheinbaum va más allá de las reformas. Su liderazgo refleja el crecimiento del movimiento feminista y la presión social para garantizar que las mujeres tengan un papel protagónico en la toma de decisiones. Este cambio es parte de una tendencia global, en la que más mujeres asumen posiciones de poder, rompiendo con estereotipos y redefiniendo el concepto de liderazgo.
La toma de posesión de Claudia Sheinbaum en el Congreso fue un evento cargado de simbolismo. Por primera vez, una mujer juraba como presidenta de México, frente a una audiencia que, en gran parte, había luchado por este momento. En su discurso, Sheinbaum celebró el logro y reconoció la importancia de continuar trabajando por la inclusión, la equidad y la justicia social. Hizo un llamado a no bajar la guardia y mantener el compromiso con los derechos de nosotras las mujeres, los pueblos originarios y los sectores marginados. “Este triunfo es de todas las mujeres que han luchado antes que yo”, afirmó, reconociendo el legado de generaciones que abrieron el camino.
En su discurso, Sheinbaum reiteró su compromiso de continuar con los programas de bienestar que han sido fundamentales para reducir la pobreza y la desigualdad en México. Anunció nuevos apoyos para mujeres de entre 60 y 64 años, asegurando que ninguna se quedará atrás en esta transformación. Los programas sociales seguirán siendo un pilar de su gobierno, enfocados en garantizar una vida digna para los sectores más vulnerables. El bienestar, dijo, es un derecho y no un privilegio. Su énfasis en la justicia social refuerza su visión de un México más igualitario, donde cada persona tiene acceso a las oportunidades necesarias para vivir con dignidad.
Sheinbaum también abordó la estabilidad económica como una prioridad en su gobierno. Su estrategia para estabilizar los precios de la canasta básica, mediante el diálogo con el sector privado, busca proteger a las familias de los impactos inflacionarios. Además, resaltó la importancia de la relocalización de empresas en el marco del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), lo cual generará empleos y oportunidades para el país. La intersección entre las políticas sociales y económicas refuerza su visión de una economía que sirve a las personas, poniendo el bienestar de la población por encima de los intereses de unos pocos.
Uno de los puntos más audaces de su discurso fue la promesa de reformar profundamente el Poder Judicial. Propuso que jueces y magistrados sean elegidos por voto popular, una idea que ha generado controversia y división de opiniones. Si bien algunos expertos advierten sobre los riesgos de politizar el sistema de justicia, Sheinbaum defendió la medida como un paso necesario para erradicar la corrupción y garantizar una justicia verdaderamente accesible y transparente. Este enfoque busca devolver el poder al pueblo, permitiéndole participar directamente en la selección de quienes administran la justicia en el país.
Otro de los ejes clave de su discurso fue la infraestructura, donde destacó proyectos como el Tren Interoceánico y las inversiones en energía. La presidenta subrayó que estas iniciativas no únicamente buscan fortalecer la economía, sino también promover el desarrollo regional y la sostenibilidad. Con un enfoque en energías renovables y nuevas tecnologías, Sheinbaum dejó claro que su administración está comprometida con un crecimiento que no comprometa el futuro del país ni del planeta. Estos proyectos también representan oportunidades para reducir las brechas económicas entre el sur y el norte de México, integrando al país de manera más equitativa.
La presidencia de Sheinbaum representa un cambio de paradigma en la política mexicana. El liderazgo femenino en el país es un signo de que los tiempos están cambiando. Las decisiones que Claudia Sheinbaum tome en su gobierno marcarán un nuevo rumbo para toda la sociedad mexicana. Su presidencia tiene el potencial de redefinir el papel de las mujeres en la política, abriendo espacios para que más mujeres participen en todos los niveles de gobierno. Este cambio fortalece la democracia al ser más inclusiva y representativa de la diversidad de voces en México.
El ascenso de Claudia Sheinbaum a la presidencia más que un logro significativo para nosotras las mujeres, es una oportunidad para transformar profundamente a México. Con su visión de justicia, equidad y desarrollo sostenible, el país se encamina hacia un futuro más incluyente y prometedor. Bajo su liderazgo, México tiene la posibilidad de superar los desafíos que enfrenta y avanzar hacia una sociedad más equitativa y justa, donde cada persona tenga las oportunidades que merece. La primera mujer en la presidencia de México representa más que un cambio de liderazgo, el inicio de un nuevo capítulo para la nación.
- Mariuma Munira Vadillo Bravo es Maestra en Derechos Humanos y Garantías Individuales, Subdirectora Ejecutiva en la Unidad de Desarrollo Regional y Bienestar Social del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, ex Secretaria de la Mujer Oaxaqueña. Contáctala en Facebook: MUMA Mariuma Munira, Twitter: @MariumaMunira.
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