Durante la Mañanera del Pueblo del pasado 4 de diciembre, la presidenta Claudia Sheinbaum informó que el salario mínimo tendría un aumento del 12%, con el objetivo de que cada trabajador pueda acceder 2.5 veces a la canasta básica y que existan mejores condiciones económicas para las y los mexicanos. Este anuncio, que busca una mejora significativa en el poder adquisitivo de la clase trabajadora, se convierte en un paso importante hacia la justicia social en nuestro país.
Sin embargo, ante esta noticia, no faltaron quienes intentaron desprestigiar el anuncio de la presidenta utilizando argumentos sexistas. Desde el inicio de su sexenio, la oposición ha recurrido más a ataques relacionados con su género que a críticas fundamentadas en su gestión. El hecho de ser la primera mujer en ocupar el cargo de presidenta de la República parece ser para algunos un argumento suficiente para descalificar su labor política. Este tipo de reacciones evidencian la persistencia de prejuicios y estereotipos de género en el ámbito político mexicano.
Es fundamental recordar que, más allá de la condición de género de una persona, lo que verdaderamente importa es su convicción política y su compromiso con el bienestar de la ciudadanía. El ser mujer no implica automáticamente sensibilidad social ni un enfoque más empático hacia las problemáticas nacionales, como algunos intentan hacer creer. Las mujeres, al igual que los hombres, tienen diversas perspectivas y enfoques, y es su trayectoria y decisiones lo que determina su verdadero impacto en la sociedad, no su género. Así, el hecho de que Claudia Sheinbaum sea la primera Presidenta en la historia de México no debe ser motivo de descalificación, sino un motivo de orgullo y de avance hacia la igualdad.
En comparación con otros líderes de América Latina, como la golpista Dina Boluarte de Perú, podemos ver ejemplos claros de lo que significa gobernar con indiferencia hacia las necesidades del pueblo. La postura de Boluarte, quien defiende políticas que agravan las condiciones de vida de su gente, contrasta con las políticas de Sheinbaum, quien busca una redistribución equitativa de los recursos. Mientras en México, Claudia Sheinbaum anunciaba un aumento al salario mínimo con el objetivo de que los trabajadores puedan acceder a 2.5 canastas básicas, Boluarte afirmaba que las mujeres pueden administrar “hasta con diez soles (54 pesos)” para alimentar a su familia, una declaración que refleja una insensibilidad alarmante hacia la pobreza y la desigualdad.
Este tipo de declaraciones, como las de Boluarte y las de muchos políticos neoliberales, revelan una desconexión con la realidad de las mayorías, cuyo sufrimiento es invisible para quienes ocupan posiciones de poder. Un claro ejemplo de esto fue el gobierno de Enrique Peña Nieto, quien, ante la crisis derivada de desastres naturales, propuso una solución absurda e insensible, sugiriendo que las familias afectadas por los terremotos se organizaran en “tandas” para reconstruir sus viviendas, una propuesta que minimizaba la magnitud del desastre y la necesidad urgente de apoyo real.
Por otro lado, Claudia Sheinbaum ha mostrado un enfoque mucho más humano y comprometido con la clase trabajadora. Durante su mandato, se han destinado recursos importantes para la construcción de viviendas dignas, accesibles y adecuadas para las familias mexicanas, con el propósito de garantizar condiciones de vida más justas para todos. Esta es una diferencia fundamental en la manera de abordar los problemas: mientras unos líderes ven a las personas como una carga o un número más, otros las ven como sujetos de derechos, con necesidades que deben ser atendidas.
En este sentido, el aumento del salario mínimo no solo es un acto de justicia económica, sino un reconocimiento de la dignidad de los trabajadores mexicanos. Este aumento permitirá que millones de familias puedan acceder a lo básico sin tener que sufrir la precariedad que caracterizó al periodo neoliberal, cuando el salario mínimo permaneció estancado y la desigualdad creció de manera exponencial. Con esta medida, Sheinbaum continúa demostrando que su prioridad son las y los mexicanos más vulnerables, y que su enfoque de gobierno está centrado en la mejora de las condiciones de vida de quienes menos tienen.
El reto es grande, pero el camino parece claro: avanzar hacia una sociedad más justa, donde el trabajo sea justamente remunerado y donde los recursos públicos se utilicen para el beneficio de la mayoría, no para enriquecer a unos pocos. La política de Sheinbaum, lejos de ser una simple respuesta a la crítica por su género, es una propuesta sólida para transformar las estructuras económicas y sociales de México.
En definitiva, el aumento al salario mínimo anunciado por Claudia Sheinbaum no es solo una medida económica, sino una declaración de principios: la justicia social no tiene género. Es un acto de coraje y compromiso con un pueblo que ha sido históricamente marginado, y representa un paso firme hacia un México más igualitario. Mientras algunos políticos siguen aferrados a viejas fórmulas y argumentos llenos de prejuicios, otros, como Sheinbaum, nos muestran que el verdadero liderazgo se mide por la capacidad de generar cambios reales, más allá de las etiquetas y los estereotipos.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios