La presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, ha retomado recientemente el tema de la relación con Estados Unidos en medio de la controversia generada por la reforma al Poder Judicial que Morena y sus aliados están impulsando en el Congreso. En respuesta a la petición de diálogo del embajador estadounidense Ken Salazar, Sheinbaum afirmó que siempre ha existido apertura al diálogo, pero insistió en que hay temas que solo corresponden a México decidir.
“Lo que corresponde a los mexicanos es el diálogo, pero hay temas que nos corresponden a nosotros”, mencionó Sheinbaum en un encuentro con medios de comunicación. La futura mandataria dejó en claro que, aunque existe disposición para dialogar, la soberanía mexicana no está en discusión.
Este posicionamiento se da luego de que Salazar aclarara que sus comentarios sobre la reforma judicial se hicieron desde un supuesto “espíritu de colaboración”. Sin embargo, para muchos, incluyendo al presidente Andrés Manuel López Obrador, la postura del embajador refleja un claro intervencionismo disfrazado de buenas intenciones. AMLO calificó de desafortunada e imprudente la postura del diplomático respecto al sistema judicial mexicano, subrayando que las decisiones sobre las reformas internas deben ser tomadas exclusivamente por los mexicanos.
En este sentido, las declaraciones de Salazar sobre un “diálogo honesto y abierto” no son más que un intento de intervención en la soberanía de México. La insistencia en opinar sobre temas internos, como la elección directa de jueces, es vista como una intromisión en asuntos que solo conciernen a la nación mexicana. A pesar de que Salazar subrayó que su interés radica en fortalecer los vínculos entre ambos países, su propuesta de “colaboración” ha sido recibida con escepticismo, ya que parece ignorar la autonomía judicial de México.
Mientras que Salazar defiende su postura como parte de un acercamiento necesario para alcanzar metas comunes en seguridad y comercio, las acciones de Estados Unidos han sido percibidas como intentos de influir en la política interna mexicana. Este tipo de declaraciones y sugerencias son vistas como un desafío a la autodeterminación del pueblo mexicano, lo que alimenta la percepción de un falso espíritu de diálogo por parte del embajador estadounidense.
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