Gracias a la incansable labor del apóstol de la democracia, la libertad de prensa, la gente de bien y todo aquello que usted guste y mande, Pedro Ferriz de Con, me entero que, para la segunda marcha en defensa del INE, la ciudadanía, la gente bien, y todo aquello que usted guste y mande, habrá servicio de transporte ─que no es lo mismo que transporte para acarreados, eso es propio de pobres, chairos, y gente que vende su despertar u conciencia cívica a cambio de un frutsi y una torta, como lo dejó claro la nunca clasista oposición, al referirse a la gente que decidió marchar al lado de Andrés Manuel López Obrador a finales del año pasado─ cuando menos, de Lomas de Tecamachalco al Zócalo.
Dicha noticia, se recibió con una sonrisa sarcástica por los partidarios del presidente, con un dejo de ironía por aquellos que está acostumbrados a hacer leña del árbol caído de la oposición, quienes, de inmediato, cuestionaron el que gente acostumbrada a no compartir espacio con sus congéneres, recurra a practicas que rayan en el acarreo burdo. Al hacerlo, al criticar el acarreo que no es acarreo, aquellos que piensan que el INE sí se toca, obviaron el hecho de que dichos camiones más que un transporte son una oportunidad, oportunidad de integración de un México dividido y polarizado, oportunidad de reconvertir a quienes ─confundidos─ creen, creyeron o podrían seguir creyendo que México necesita una transformación profunda que atente en contra de los privilegios de quienes saben que no hay transformación que valga su estilo de vida.
Para empezar, si algo caracterizará estos camiones, no será el aire acondicionado y los servicios que, sin duda alguna, no faltaran. No. Lo que los caracterizará será la concentración de aspiraciones que viajarán en ellos. El grueso de sus pasajeros desbordará aspiracionismo clasemediero, tanto, que terminará por derramarse y contagiar a quienes suban ─en un descuido, incluso contagiará a quienes se acerquen a los camiones─ y tengan dudas sobre su legitimo derecho a aspirar un estilo de vida que solo es accesible para el 1% de la población.
Será tal la concentración de aspiracionismo sobre ruedas, que todo aquel que suba pensando que es un simple mortal, bajará convencido de que es su derecho de nacimiento vivir pagando créditos a meses sin intereses, administrando prestamos para poder consumir como Dios manda y vistiendo las galas ─versión comercial─ que visten la presentadora de TV convertida en reina consorte de España, Letizia Ortiz, o el rey de los geriátricos Carlos III del Reino Unido. Viajar ─así sea por unos minutos─ en esos camiones permitirá a cualquiera que piense que el bien común puede tener alguna importancia, convencerse de que la meritocracia es el único camino que se puede recorrer y afirmar ─sin pena alguna─ que los pobres son pobres por que quieren. El más férreo comunista, bajará de ese camión convertido en un emprendedor militante del más rancio echaleganismo hayekiano.
Más allá de la manifestación del 26 de febrero, más allá de su éxito, que será exitosa porque sus asistentes ya lo decretaron, estos camiones deben convertirse en una practica cotidiana de reconversión chaira. Una práctica que permita a los progres más progres ─tan cercanos al conservadurismo y la defensa del sagrado derecho de anteponer sus necesidades y caprichos individuales por sobre todas las cosas─ consolidar sus demandas identitarias al punto de transformarlas en mercancías de consumo, convertir sus deseos y exigencias en productos empaquetados y listos para venderse en los estantes de los mejores supermercados ¿Por qué no? En la elegante estantería de City Market o Chedraui Selecto. Todo ello, sin privarlos del derecho a protestar, no solo de cuando en cuando caminando un par de kilómetros rumbo al Zócalo, sino desde la comodidad de sus casas, negándose a consumir productos que dañen el medio ambiente o que no sean amigables con los animales, y comprando productos “verdes”, “feministas” o “políticamente correctos”. Pasando de lo colectivo a lo personal sin renunciar a su conciencia ni a su sofá. Consolidando en el consumo su actuar político.
Entrados en gastos
El uso y abuso de estos camiones de reconversión inversa de las preferencias político-consumistas del electorado mexicano, es el ingrediente que hace falta al PANismo para consolidarse como esa oferta política que sea capaz de aglomerar no solo a lo más apolillado de la reacción nacional, propio del origen histórico del PAN. Le permitirá seguir sumando PRIistas desencantados no con la institucionalización que paralizó a la Revolución, sino con la Revolución misma; PRDistas tribales que han entendido que su supervivencia se ve amenazada por la participación democrática de la población; progres que mueren de ganas por ser aspiracionistas; y adeptos temporales a la CuatroTe que empiezan a darse cuenta que eran participes y beneficiarios de un sistema de privilegios al que tenían acceso por el solo hecho de haber nacido donde nacieron. En fin, solo los pobres ─que como todos sabemos, son pobres porque quieren ser pobres─ no podrán disfrutar del poder anquilosador de estos camiones. Por otro lado, alguien debe trabajar para que la clase privilegiada pueda disfrutar de sus privilegios sin tener que sudar por ello.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
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