Bukelemanía o las dictaduras cool

Parece increíble, pero hay quienes ponen peros a la brillante y nada reduccionista estrategia del autonombrado dictador más cool del mundo mundial ─Nayib Bukele─ para combatir al crimen organizado en El Salvador. Estrategia que ha permitido a la nación centroamericana celebrar un año sin homicidios y ha dado ─entre otras cosas─ dos satisfacciones sin comparación alguna al pueblo salvadoreño: la revocación de la alerta de viaje por parte del gobierno de los Estados Unidos a sus ciudadanos, y ─mucho más importante─ la promesa de que El Salvador será la sede del concurso de Miss Universo.

A pesar de que personas de izquierda y defensores de los derechos humanos han manifestado preocupación por el actuar de Bukele y su gobierno, no todo el mundo es tan mezquino y desde la oposición mexicana ─esa derecha que modernamente se aferra al pasado─ se ha celebrado la victoria salvadoreña y se ha resaltado el combate frontal al crimen organizado y la humillación de los pandilleros como el camino para erradicar la violencia en nuestro país, poniendo ─con una ancestral sabiduría demenciada─ el acento en aniquilar el síntoma y no en esa maroma de entender el crimen como un problema social. En otras palabras, Bukele se ha convertido en ejemplo para la nada reaccionaria rección mexicana, de cómo recurrir a la violencia para acabar con la violencia sin atender las causas que generan la violencia.

La oposición mexicana bukelemaniaca aplaude que el Plan de Control Territorial, se centre exclusivamente en los principales problemas que agobiaban a la sociedad, inseguridad, extorsión, asesinato, secuestro, desaparición y muchos otros delitos que cometen los grupos criminales ¿Qué es eso de pensar que vivir por debajo de la línea de pobreza es un problema? ¿Quién necesita tener un trabajo bien pagado o una vivienda digna? ¿Para que comer tres veces al día?

Esos no son parte de los principales problemas que agobian a la sociedad, mucho menos a quienes viven muy por encima de la línea de pobreza, tienen ingresos asegurados, cuentan con más de una propiedad y comen hasta saciarse ¿Por qué habrían de preocuparse por problemas que no son suyos? ¿Por qué insistir en que las clases privilegiadas deben mirar a los de abajo? Lo único que importa es garantizar que las clases bajas asuman su sitio y no busquen modificar su realidad, ya sea por la vía democrática o el crimen organizado.

Bajo esta lógica, justamente se exige al gobierno que Andrés Manuel Lopez Obrador que, si Bukele ha capturado a más de 63 mil pandilleros, aquí se haga lo propio con los plebes, la chapizza y todos aquellos que han buscado en el narco una forma de sobrevivir ¿Sobrevivir? ¿Cómo se atreven a tanto? Los de abajo viven mientras los de arriba quieren ¿En verdad no lo han entendido?

Por eso en El Salvador, de la mano con la declaración de guerra a las pandillas, se destituyó al fiscal general y a los magistrados de la sala de lo constitucional de la Corte Suprema de Justicia, para concentrar la justicia en las manos de quienes entienden que la justicia es para quienes pueden comer tres veces al día y nada más; se prohibió la simbología relacionada con las pandillas, porque la libertad de expresión es derecho exclusivo de quienes pueden pagar para portar simbología de marcas trasnacionales; y se obligó a las familias de los presos a que paguen por la comida de su familiar si quieren que coma ¿Es en serio que esperan que el Estado los mantenga? ¿Qué sigue, que todos delincamos para que nos den techo, ropa y alimento?

Es el colmo del conformismo. Por supuesto que poco importa que en El Salvador el PIB per cápita sea similar al de Fiji, Mongolia, Tonga o Indonesia, ocupando el lugar número 32 en una región compuesta por 46 países; o que la deuda de su gobierno sea superior a la de Uruguay, México o Perú; y ─mucho menos─ la creciente deforestación que están viviendo. Volvemos a los mismo, nada de eso tiene que ver con los problemas principales que agobian a la población.

Los problemas de la población se arreglan con muros de concreto de 11 metros de altura y dos de profundidad, con celdas de 100 metros donde duermen 80 personas, con nada más que dos sanitarios y con espacios de castigo de apenas dos metros en completa oscuridad y una cama de cemento. Los problemas de la población se resuelven cuando se deja de pensar en el criminal como un ser humano y se sacude uno de encima esas tonterías de los derechos humanos ─ya lo decía Montiel, padrino político de ese prócer incomprendido que fue Enrique Peña Nieto: “los derechos humanos son para los humanos”, urge deshumanizar al criminal. Los problemas de la sociedad se terminan cuando se borra de la historia aquello que no se quiere ver, empezando por los pandilleros y siguiendo con las condiciones sociales que los llevaron a ser pandilleros.

No hace falta darle vueltas al asunto, se les saca de las calles, se prohíbe su simbología y se les desaparece de la historia. Y así, en 365 días uno tiene un nuevo país que pueda entregarse de lleno a la banalidad y albergar el certamen de Miss Universo, que daríamos los mexicanos por una oportunidad como esa, sin importar si mañana tendremos suficientes recursos para comer.

Entrados en gastos

La concepción de Bukele, y tantos otros conservadores, de que los ciudadanos son como ovejas a las que no solo hay que proteger de los lobos, sino a las que hay que pastorear, debe convertirse en el mantra de los políticos mexicanos. No importa que las ovejas quieran que cambien sus condiciones, no importa gobernar de acuerdo con sus intereses. No. Las ovejas están para ser ovejas y servir del modo que los ganaderos/políticos/poderes facticos decidan que deben servir.

Las ovejas están para posibilitar la reelección de los dictadores de la modernísima derecha moderna, aunque la constitución de su país lo prohibiera. Y a las ovejas se les pastorea desde lejos, a través de una cuenta de tuiter donde de forma unidireccional se puede jugar a ser cercano con la gente cuando en realidad solo se está enviando un mensaje a poco más del 7% de la población. A ese 7% que en verdad importa.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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