El fin de semana pasado se llevó a cabo en el zócalo de la Ciudad de México una jornada de protesta denominada “Luto nacional por Teuchitlán”, en la que, como su nombre lo indicaba, se rendía un homenaje para las víctimas del que se le llama “centro de exterminio” localizado en Jalisco. Colectivos de activistas y familiares de todo el país se reunieron para reclamar justicia y la localización de sus seres queridos, así como contar con la atención de la presidenta.
El movimiento refleja la indignación y el dolor que ha dejado en gran parte del pueblo de México, este problema que se acrecentó desde 2006 a la fecha. De manera desafortunada, como era de esperarse y con suma hipocresía, de inmediato en redes sociales, salió a relucir el nombre del presidente López Obrador y de la propia mandataria Sheinbaum, en el medio de una nueva ola de ataques, de manera concreta en Twitter, ahora X, de la derecha mexicana mezquina y miserable, politizando un acto para aprovechar su cobertura en los medios.
Desde luego que nadie niega la existencia de esta realidad en el país y que los desaparecidos son verídicos, pero estos no forman parte de una problemática reciente. Se sabe que desde el sexenio del presidente Calderón, aumentó la ola de casos de personas de las que se desconoce hasta la fecha su paradero; de hecho, fue bien sabido que por aquellos tiempos y después en los años inmediatos, bajo el gobierno de Enrique Peña Nieto, cuando a una persona desaparecía, era casi un hecho que esta se le diera por muerta, ante la indolencia real de todo el aparato del estado, quienes poco ayudaban en la búsqueda de estas, sin contar con que, los familiares de víctimas que tenían la valentía de cuestionar al poder de los mandatarios federales antes mencionados, como marca las noticias de entonces, tenían casi seguro las horas contadas. ¿Lo recuerda? Fue la época en la que el pueblo perdió la esperanza en que sus autoridades pudieran ayudarles ante su exigencia de justicia. Como nos enteraríamos más tarde, las redes de complicidad con el crimen organizado, por parte de funcionarios de alto rango, sería demostrada, dando respuesta al porqué de que las súplicas de los cientos de miles de dolientes al interior de las fronteras mexicanas, jamás fueran escuchadas. De verdad, ¿nadie lo recuerda?
Por eso es que, ahora resulta inverosímil que, figuras de la derecha que tienen las manos embarradas en actos ilícitos, levanten la voz para acompañar a las miles que exigen una solución a este y otros tantos temas tan sensibles para las personas que hemos tenido que experimentar la desaparición y después el descubrimiento de un familiar muerto a manos de criminales.
Por ahí salía Javier Lozano, unido a los inconformes del fin de semana, funcionario de Felipe Calderón, el llamado “carnicero de Michoacán”, en honor a su fallida estrategia de seguridad, para culpar a este gobierno, de nuevo politizando un acto civil, quien además ha hablado del supuesto fracaso del plan para la contención de la violencia en el sexenio del presidente López Obrador. Es vergonzoso dar cuenta de cómo responsables de que existieran desaparecidos, impunidad, violencia y corrupción, tengan la osadía de mofarse de los “abrazos, no balazos” del gobierno del tabasqueño, como si la pesadilla en la que nos sumieron PRI Y PAN como país solo la hubieramos imaginado, como un transe impuesto por un mentalista sádico que trata de convencernos, de repente, que todo aquello nunca existió. La estrategia para combatir las raíces de la violencia en el país, fracasó a los ojos de esos críticos mediocres, porque no se frenó el auto sin control que representaba el país de los 100 a 0 kilómetros, con todo lo que ello representaría. Justo como el patrón de Lozano Alarcón pretendió hacer, con las patas.
El caso del “campo de concentración” en Teuchitlán, Jalisco, los jóvenes reclutados por el narco para convertirse en asesinos por encargo, son el resultado de malos gobiernos estatales que, aliados con el narco se enriquecieron a expensas de la seguridad y bienestar de su pueblo. Desde hace un tiempo, además, se le exigió al presidente López Obrador y ahora a la doctora Claudia Sheinbaum que sean ellos quienes castiguen a criminales y responsables de violencia en el país, que asuman las funciones del Poder Judicial, un poder judicial que también está, para no variar, plagado de corrupción, que ralentiza procesos legales y deja libres a narcos y asesinos, como pretendía hacer con los 29 extraditados recientemente a Estados Unidos, país del que su Secretario de Estado confirmó lo anterior dicho.
Es más que indispensable que en nuestra actualidad, el combate a la delincuencia, en cualquiera de sus niveles, tenga resultados tangibles, por las miles de víctimas y sus familiares y que las complicidades entre autoridades estatales e incluso federales con los verdugos que deberían castigar, sea cortada de tajo, que las fiscalias locales y nacional, cumplan su función de llevar a la justicia al que lo merezca y se saneen, en el proceso, por el bien de quienes claman por justicia; pero, también es importante que al Poder Judicial lleguen esos cambios que se plantearon en la reforma al mismo y que ahora es ley.
Es indignante politizar, como lo hicieron los rijosos conservadores, un acto de tan profunda expresión humana, pero después de todo, ellos hayan sido los menos afectados y, por el contrario, quienes más beneficios obtuvieron de que todo el país se convirtiera en caos.
De este lado preferimos que lo que se haga sea por las víctimas que somos todos, por sus familiares que somos todos, por los dolientes que somos todos y por México que sí, somos todos.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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