¿Por qué todo se complica?
Añoro mientras veo a la distancia un pasado repleto de calma, a la vez que vislumbro un futuro con tantas complicaciones como interrogantes. El presente se difumina con mayor rapidez de lo que lo hacía cuando era más joven; los días, meses y años ya no parecieran serlo. Las estaciones del año se acercan más entre sí.
La vida misma se ha vuelto un candil en nuestro mundo que se opaca con la guerra; la miseria se torna la normalidad de nosotros los contemporáneos. Me es cada vez más difícil creer en una humanidad en la cual los que sufrieron provocan el mismo martirio a los otros bajo un “nuevo” proyecto imperialista. “La historia no se repite, pero a menudo rima”, diría Twain, y sencillamente no encuentro una frase que explique mejor nuestros años veinte.
Pareciera un mal chiste del siglo pasado lo suscitado en los últimos cinco años. Una pandemia, una crisis, el aparecimiento de una extrema derecha populista… Solo le pido a Dios un poco más de originalidad en los guiones, no podemos estar siempre en un ciclo como si de un engrane se tratase.
La indiferencia y el egoísmo emergen como el gran trofeo de la modernidad; el antropocentrismo renacentista, la ciudadanía franco-anglosajona y la ilustración llegan a nuestros días convertidas en libertad, no obstante, una “libertad” amañada. Como diría Marx “La libertad no se basa en la unión del hombre con el hombre, sino, por el contrario, en la separación del hombre con respecto al hombre”.
La mayor muestra de libertad en nuestra época es la desigualdad. Mientras tenemos a personas con mayor riqueza concentrada que naciones enteras, conservamos miles de millones de humanos en una pobreza que nos debería indignar. La riqueza y recursos han crecido con las décadas, pero se concentra en muy pocas manos.
En los años de la pandemia y próximos, la mayor parte de nosotros sufrimos pérdidas de vidas cercanas y, también, económicas; miles de humanos perdieron todo lo que tenían debido a la crisis generada; al mismo tiempo, las principales fortunas de nuestro planeta se incrementaron como nunca lo habían hecho ¡Viva la libertad carajo!
Se nos vende cual consumidores la elección de nuestros representantes, la presuposición de libertad (incluso la amañada) y representatividad implícita en los procesos electorales se hacen burlescas con la más mínima observación de los apellidos que encontramos en las boletas electorales.
El matrimonio obligado hecho entre liberalismo y democracia (únicamente hecho así para legitimar el primero) pareciera que se acerca a un divorcio. El gran engaño de la representatividad estatal se diluye conforme se ven los grandes beneficiados de los gobiernos alrededor del mundo.
En contraste a lo dicho anteriormente, también tenemos hoy a una sociedad con mayor conciencia, más informada sobre todo lo que ocurre en nuestro mundo. Hoy, es más difícil cometer injusticias contra las mayorías sin que esto tenga repercusiones reales para las élites. “Quizá sigan existiendo dos superpotencias en el planeta: Estados Unidos y la opinión pública mundial”, es lo que decía Noam Chomsky tras las protestas por la guerra en Irak; hoy no se podría hacer la misma afirmación, sin embargo, la segunda de las superpotencias mencionadas cada vez tiene mayor fuerza.
La critica popular al neoliberalismo se ha vuelto en nuestros días una desilusión en contra de los grandes mercados y los intereses particulares, el colectivismo y el interés común se empiezan a hacer visibles de un lado mientras que en el otro encontramos a los grandes monstruos de nuestra década. Y son, como siempre lo han sido, las clases populares nuestra única esperanza de resistencia para no caer en los grandes errores del siglo pasado.
La esperanza de la humanidad radica en la memoria y conciencia colectiva de los reprimidos históricamente. El presente y futuro lucen inciertos, reitero que pareciera que la historia se repite dos veces (…), sin embargo, está en las mayorías el por medio del libre arbitrio cambiar los hechos y construir un siglo XXI lleno de candiles y no de sombras.
Es crucial que las masas, históricamente invisibilizadas, no solo recuerden las lecciones del pasado, sino que también actúen como agentes conscientes de transformación. El siglo XXI tiene el potencial de ser un espacio donde el protagonismo deje de pertenecer a las élites y se traslade a las manos de quienes han sostenido el mundo desde las bases. La humanidad debe recordar que no existen los individuos sino los sujetos, que el humano es un animal político y no es nada sin la colaboración.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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