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En menos de tres meses sabremos quién será la persona que aparecerá en la boleta electoral como la aspirante de Morena a la Presidencia de la República para el sexenio 2024-2030.
Mientras tanto, la verdadera disputa que se está dando entre los conservas tiene por objetivo determinar quién es su peor candidato o candidata…, ¡y no está fácil, la lucha está mucho muy pareja! Su abanico de opciones incluye sinvergüenzas e impresentables desvergonzados, groguis, cuetes quemados que jamás han tronado, avejentados juniors de la rancia aristocracia priísta, profesionales del argüende, malos comediantes e histrionisas. Y si bien no es noticia que desde hace mucho el conservadurismo mexicano le perdió totalmente el miedo al ridículo, hace unos días lograron lo que ya parecía imposible: ser más grotescos. Y lo hicieron como nos tienen acostumbrados: en nado sincronizado.
Pensando —es un decir— en la candidatura presidencial del muégano PRIANrd, ahora los jilguerillos de la derecha andan cantando en donde pueden que, una señora que jura que fue trotskista es su mejor opción. Aluden como gran virtud política de la señalada que de joven vendió gelatinas. No sé si Enrique Krauze ya también sacó su matraca o no tarda en decir que, si Gran Bretaña tuvo en Margaret Thatcher a su Dama de Hierro, México tendrá en la señora Xóchitl Gálvez a su Doña del Yerro, pero el que sí ya declaró —en Latinus, but of course— fue Héctor Aguilar Camín. Loret de Mola preguntó: “¿Hay tiro para el 24?” A botepronto, el jefe del grupo Nexos respondió: “¡Sin duda!”, aunque también luego luego tuvo que condicionarse solito: que dependerá de que la oposición postule a “un candidato o una candidata que jale”. Ya encaminado, Loret pidió nombres y, cosa admirable, sin que le ganara la risa, el novelista campechano, muy ídem, dijo: “Xóchitl Gálvez es la que está activa y viva. Tiene unas enormes ventajas: es una candidata a la que no le pueden decir fifí…” Seguramente el también historiador-empresario no se dio cuenta, pero de paso les dijo fifís a todos los demás aspirantes de la derecha, fifís e inactivos y no vivos, es decir, muertos. Enseguida se fueron sumando otros, como si la comanda hubiera sido girada por el mismísimo señorito X. Por ejemplo, en Milenio, Agustín Basave en su columna sucintamente titulada Xóchitl afirma que la hidalguense afecta a las botargas es “la mejor carta en la baraja visible de la alianza opositora”. Con todo, quien mejor muestra la situación de la señora Gálvez, una panista que jura que no es panista, fue un tal Marietto Ponce, quien tuiteó un afiche que da para un montón de tesis en varios campos —ciencia política, diseño, psiquiatría, sociopatía, sociología, en fin…—. ¿Les gustaría una presidenta así o prefieren una pinche corcholata?, escribió el fino señor y colgó una imagen de Xóchitl Gálvez con banda presidencial, con una banda y como con 30 kilos de menos y con el rostro fotochopeado al punto que parece un personaje de la famosa película de James Cameron. Más allá de lo inverosímil de la imagen, el manejo tipográfico dice mucho: la mitad de la “X” está formada por una banda presidencial y es la letra que se destaca, claro, como la de “Va X México”, como la de Claudio “X” González. Pura impostura: de botarga a avatar X.
La fachiza se está esforzando para que hacer creer que la señora X, una de las tres senadoras panistas escandalosas, ganaría fácilmente la Ciudad de México y por eso mismo no se deja convencer de asumir la candidatura presidencial. Si a mí me preguntaran yo apoyaría la jugada: Xóchitl Gálvez sería tan mala candidata que representaría muy bien a la oposición.
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Hace unos días, un amigo me envió una tablita en la que se muestran los resultados de las más recientes elecciones presidenciales: de Salinas de Gortari a López Obrador.
En 1988, luego de los primeros comicios realmente disputados de la historia contemporánea del país, según los resultados oficiales, Salinas obtuvo 9.6 millones de sufragios, casi el 51% del total de los votos efectivos; y según la Comisión Federal Electoral, cerca de cuatro millones de votos más que su más cercano contrincante, Cuauhtémoc Cárdenas. Seis años después, en 1994 Zedillo ganó desahogadamente la Presidencia, con el 50% de los votos efectivos, ocho millones más que el panista Fernández de Cevallos, su rival más próximo. El prianista Vicente Fox, en el año 2000, consiguió el voto de cerca de 16 millones de electores, pero ese monto representó apenas el 44% de los sufragios válidos, es decir, mucho menos de la mitad. El fraude de 2006 se consumó con 15 millones votos para el abanderado del PAN, menos del 37% del total. Según el IFE, Calderón ganó la contienda con una ventaja de menos de un punto porcentual en el número de votos respecto a los que reconocieron para AMLO. En 2012, Peña, con todo y la Gaviota y el apoyo de Televisa, con todo y las tarjetas Monex, no logró alcanzar el 40% del total de sufragios: 19 millones de votos, apenas tres millones más que López Obrador. Finalmente, en 2018, más de 30 millones de mexicanas y mexicanos votamos por el candidato de Morena y sus aliados. AMLO obtuvo así prácticamente el 55% de los votos y rebasó con más de 17.5 millones de sufragios al candidato que quedó en segundo sitio, un panista hoy prófugo.
Aunque mi amigo no incluyó ningún comentario, de cualquier forma, yo le respondí: Y con un poco de orden el/la próximo que gane la Presidencia va a superar ese porcentaje. De hecho, días después, Morena declaró que en 2024 al menos va por 33 millones de votos. Ahora sí, mi amigo contestó de inmediato: Difícil. AMLO es un fenómeno. Sí, claro —respondí—. Lo que sucede es que la próxima elección, sin competir, la ganará AMLO. Ahora sumen la seriedad de la oposición. Difícil no andar optimista.
- @gcastroibarra
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