Hace casi cuatro décadas, el Zócalo se inundó de los rostros morenos, indígenas, indignados pero alegres y dispuestos, provenientes como hormiguitas desde diversas regiones de todo México, derribando el tabú que la plaza principal del país solo podría llenarse en actos oficiales por contingentes acarreados por los “tres sectores” del PRI-gobierno: la CTM, la CNC, y la CNOP, que agrupaban en ese orden a los trabajadores de los sindicatos oficiales, a los campesinos y a las “organizaciones populares”; paradójicamente eran justo campesinos, obreros y pueblo en general quienes asistían principalmente desde el Monumento a la Revolución, en una gran marcha que sorprendía a los capitalinos por las enormes banderas rojas, algunas coronadas con la hoz y el martillo, y que significó el surgimiento de una grieta que hoy es una carretera contra el sistema corporativista y el régimen de partido único de Estado.
Aquel 19 de junio de 1982 también se rompió el trágico mito -que fundado en el miedo al autoritarismo- rondaba el imaginario popular sobre que en el Zócalo no podría haber concentraciones masivas y multitudinarias en desafío, crítica o disenso al régimen priista, tras el movimiento de 1968 cuando los jóvenes estudiantes se atrevieron a tomar la plaza mayor -en el preámbulo del tristísimo desenlace de Tlatelolco-; y derivado de lo anterior, el corazón de México estaba convertido en sitio prohibido o vedado para toda oposición. Esa mañana decenas de miles de mujeres y hombres libres se atrevieron nuevamente a soñar, a ejercer sus derechos políticos más elementales, al amparo de la Constitución y de la legalidad de una jornada electoral en ciernes, dieron vida a un hermoso Zócalo pintado de rojo por las banderas, los gritos, la rebeldía, las consignas y las arengas, y, sobre todo, agitado por el palpitar de la esperanza.
Arnoldo Martínez Verdugo fue el orador principal en ese insólito Zócalo rojo, era el candidato presidencial del Partido Socialista Unificado de México, que en esa interminable saga de fusiones e intentos de unidad de las izquierdas mexicanas del siglo XX, empleaba el registro del Partido Comunista Mexicano (PCM), para albergar la nueva organización política surgida el 6 de noviembre de 1981 con la unión de los partidos Comunista Mexicano, del Pueblo Mexicano (PPM), Socialista Revolucionario (PSR) y los movimientos de Acción Popular (MAP) y de Acción y Unidad Socialista (MAUS).
En la ruta de los movimientos democráticos de 1968- 1988 (insurgencia cardenista), y otros episodios que desembocaron en el triunfo del pueblo organizado de 2018, la parada del Zócalo Rojo -con la intensa campaña a ras de tierra que antecedió ese luminoso mitin de Arnoldo Martínez Verdugo-, no fue una contribución menor; si bien en la elección presidencial de 1982 el PSUM y Martínez Verdugo obtuvieron 821 mil 995 votos -el 3.48 por ciento del total ante el triunfo oficialmente avasallador de Miguel de la Madrid por el PRI-; la lección colectiva generada ya aprendida fue concretar la posibilidad de participar por la vía pacífica, legal y democrática, para comprender desde el seno e interior de la misma izquierda, que se podían concitar voluntades para una agenda alternativa de Nación, con posturas que en gran medida hoy prevalecen en la discusión de los problemas nacionales que busca resolver la actual transformación; y que el propio Martínez Verdugo esbozó: “La defensa de los recursos naturales (…) sobre los contenidos de una nueva reforma política y la necesaria libertad y democracia en los sindicatos, la emancipación de la mujer, los problemas de la educación y «el socialismo al que aspiramos» (Martínez Verdugo, 1983, 323).
Para lograr la convocatoria a ese inusitado Zócalo vestido de rojo, Martínez Verdugo llamó a su campaña la “Marcha por la Democracia” y de acuerdo a José Woldenberg: “Arnoldo Martínez Verdugo y su caravana recorrieron el país en 185 días. Arrancó el 4 de diciembre de 1981 en la Plaza de Santo Domingo en el Distrito Federal y de ahí a Alcozauca, Guerrero (en la montaña), pequeño municipio enclavado en el fondo de una cañada, y que había sido el primero «conquistado» por el PCM… y ni un solo día fue de reposo”.
Elvira Concheiro y Aldo Guevara señalan en su semblanza sobre Martínez Verdugo y otra de sus aportaciones como dirigente -que fueron múltiples en toda una vida de lucha y militancia-, del entonces comunismo mexicano, siempre en la idea de la unidad como condición para enfrentar a los adversarios políticos e ideológicos de las izquierdas: “En 1962 el PCM, junto a otras fuerzas de la izquierda, formó el Frente Electoral del Pueblo y lanzó como candidato a la presidencia de la República a un reconocido líder agrario, Ramón Danzós Palomino. Ese frente carecía de reconocimiento legal y sus votos no fueron tomados en cuenta, pero representó una fuerte campaña unitaria que lanzaron los comunistas, exigiendo libertad política y mostrando un programa propio e independiente del resto de fuerzas del régimen”.
Arnoldo Martínez Verdugo falleció en la Ciudad de México el 24 de mayo de 2013 a la edad de 88 años; este 24 de mayo el presidente de México Andrés Manuel López Obrador le rindió un entrañable homenaje póstumo a este precursor del socialismo y la democracia en México quien fue oriundo de Sinaloa e hijo de un humilde peón de hacienda; durante la ceremonia de exhumación y traslado de sus restos a un monumento en honor “al militante de la izquierda mexicana y las generaciones que lo acompañaron en las jornadas de resistencia”.
En el actual momento donde se intensifican las mismas y predecibles campañas de odio y descalificación cocinadas por la derecha, acusando a todo proyecto de cambio social de “comunista” -como si eso fuera un agravio y estigmatización que solo es un botón de muestra de la profunda ignorancia de los reaccionarios-, habrá que referir que en nuestra historia han permeado corrientes políticas, pensadores notables y genuinos, reconocidos por sus esfuerzos destinados a construir, reflexionar, discernir y promover el socialismo en México; que se toparon contra los mismos muros de la descalificación y el encono cimentados en los despropósitos depredadores de las élites de poder; pero que por su gran valor subsistieron y se reinventaron -más allá de la ideología y el método histórico empleado en sus análisis de la realidad nacional que podemos compartir o no-, por su búsqueda incansable de un mundo más justo, igualitario y fraterno para nuestro pueblo. Resuenan hoy las risas, las consignas, las manos con el puño izquierdo arriba, las pancartas y mantas hechas a mano contra el PRI- gobierno, los libros y folletos de comunismo y socialismo bajo el brazo, las enormes banderas rojas que contrastaron con el cielo transparente de aquel Zócalo rojo que encabezó el luchador e ideólogo comunista Arnoldo Martínez Verdugo.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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