Da gusto constatar que a quienes nunca les han importado las fosas clandestinas, los desaparecidos y las madres buscadoras, finalmente se muestren preocupados por todo ello. Poco importa si se preocupan de forma genuina, que si lo hacen porque sirve para el golpeteo político del oficialismo oficialista cuatrero. De la misma manera da gusto que se pase de la exigencia férrea al gobierno para que resuelva los problemas que al gobierno le corresponde resolver, a la exculpación del gobierno de toda responsabilidad o, incluso, a poner en tela de juicio la realidad misma con no otro fin que el de adaptar la realidad a las necesidades del gobierno.
De cualquier forma, y haiga sido como haiga sido, para citar a los clásicos, los recientes y no tan recientes descubrimientos de fosas clandestinas, permiten reflexionar, entre otras cosas, sobre las virtuosas virtudes del manual de gestión neoliberal y tranquilizar a quienes intranquilamente se preocupan por la posible destrucción que la cuatrote intentara generar de la destrucción neoliberalista del Estado.
El que los cárteles, ese terrible enemigo de todos los enemigos, sean una construcción que permite imponer la agenda securitaria, el que el narcotráfico no sea más que un recurso que posibilita la intervención política, geopolítica y geoestratégica, que justifica la expulsión de poblaciones indígenas de territorios ricos en minerales, agua o hidrocarburos, entre otras acciones ilegales e inmorales, por parte de los gobiernos de México y Estados Unidos, el que aumente el número de desapariciones y en el que se sigan encontrando fosas clandestinas, casi una por día desde 2007, cuando se intensificó la guerra contra la delincuencia organizada, el que el Estado demuestre no tener la capacidad de garantizar la seguridad pública, la protección de los ciudadanos, el cumplimiento de la ley y la procuración e impartición de justicia, el que la Guardia Nacional y la Fiscalía de Jalisco inspeccionaran el Rancho Izaguirre en Teuchitlán en 2024 sin detectar evidencia crucial de los delitos que ahí se cometieron, es la garantía de todas las garantías que garantiza la supervivencia del modelo de destrucción neoliberal.
Porque la desarticulación del Estado, su reducción y sobre todo su inutilización, a través de la privatización de todo aquello que sea privatizable, permite que la alternancia en el gobierno o cualquier esfuerzo transformador —sin importar cuánto tiempo permanezca en el poder— tope con pared y quede atrapado entre la disyuntiva que plantea la imposibilidad de confesar la incompetencia y la incapacidad de resolver lo que le corresponde resolver, porque la capacidad para resolverlo se desvaneció en el aire hace muchos años, cuando el status quo del neoliberalismo la redujo a su mínima expresión. La aplicación de el manual de buen gobierno neoliberal para la destrucción del Estado, deja al gobierno sin más posibilidad que detenerse a discutir sobre la necesidad de eliminar la politiquería, de acusar a quienes lo acusan, de no realizar lo que le corresponde realizar, de tener actitudes “oportunista, hipócritas, carroñeras”, sin que ello signifique que esas actitudes no sean oportunistas, hipócritas y carroñeras, y de hacer un recuento de las granja de bots para atacarlo en las redes sociales. La respuesta de este gobierno, hasta ahora, es similar a la de los anteriores, la aplicación del manual los dejó sin más alternativa que la de, incluso en contra de su voluntad, minimizar los hechos, ganar tiempo en debates que no resuelven nada, y reconocer que hay 200 zapatos, pero cuestionar si esos zapatos son, efectivamente, de personas desaparecidas.
Entrados en gastos
Que desde presidencia se afirme que no habrá construcción oscura de verdades históricas, que no se tolerará la construcción de verdades a medias o falsedades, es evidencia de que la brillante implementación que se realizó en el pasado del manual de supervivencia de la destrucción neoliberal, garantiza la supervivencia de la destrucción neoliberal. La única manera en la que el gobierno podrá evitar la construcción oscura de una verdad histórica, implica que el gobierno reconozca su incapacidad para garantizar la seguridad pública, la protección de los ciudadanos, el cumplimiento de la ley y la procuración e impartición de justicia, la única manera en la que el gobierno podrá evitar la construcción de verdades a medias o falsedades, obliga al gobierno a renunciar a todo pragmatismo y concentrarse en limpiar la casa barriendo las escaleras desde arriba, no importa si hablamos de seguridad, salud, educación, aranceles o cualquier otro tema. Mientras el gobierno se debata entre el reconocimiento real de sus capacidades y la consecución de votos, el efecto del neoliberalismo se mantendrá intocable.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.

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