Ricardo Anaya, coordinador del PAN en el Senado, ha lanzado un llamado vergonzoso a la presidenta Claudia Sheinbaum: que se reúna con Donald Trump. En un momento crítico para México, su propuesta refleja una actitud sumisa que raya en la rendición ante el poder estadounidense.

Anaya afirma que la relación entre México y Estados Unidos necesita un diálogo directo, pero su insistencia en que Sheinbaum se arrodille ante un presidente que ha desafiado la soberanía de México es inaceptable. “No se entiende que no haya contacto directo”, señala, como si la comunicación unilateral y la subordinación fueran la solución a los problemas del país.
Su retórica de “altura de miras” es simplemente un disfraz para una postura entreguista. Al pedir que el gobierno mexicano busque la aprobación de Trump, Anaya ignora la dignidad y autonomía que debe caracterizar la política exterior de México. Su llamado a la capitulación es una falta de respeto hacia el pueblo mexicano que merece un liderazgo fuerte y decidido.
Anaya critica la falta de acción del gobierno mexicano con respecto a cuestiones como el impuesto a las remesas, pero su solución es una rendición sin condiciones. “No basta con tener paciencia y mantener la cabeza fría. Necesitamos diálogo”, dice, pero su diálogo parece más una súplica que una estrategia para fortalecer la posición de México en la mesa de negociaciones.
Al mencionar la amenaza de intervención unilateral por parte de EE.UU., Anaya parece aceptar que México debería someterse a las exigencias estadounidenses. “La relación está en un momento crítico”, admite, pero su enfoque es erróneo. No se trata solo de diálogo, sino de negociar desde una posición de fortaleza, no de debilidad.
La insistencia de Anaya en que Sheinbaum busque el diálogo con Trump no solo es un acto de debilidad, sino un claro signo de su incapacidad para entender la importancia de la soberanía nacional. Su postura entreguista no representa a los mexicanos que luchan por un país fuerte y autónomo.
En definitiva, la propuesta de Anaya de arrodillarse ante EE.UU. es una postura inaceptable para el futuro de México. El país no necesita líderes que claudican ante presiones externas; necesita representantes que defiendan con firmeza sus intereses y dignidad. ¿Es esta la clase de liderazgo que el PAN ofrece a México?

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