El presidente López Obrador siempre se ha pronunciado, sin miedo, ante las injusticias del mundo, menos la que parece ser la peor de todas: un genocidio en pleno siglo XXI. “Mi pecho no es bodega” y “no guardar silencio cómplice” son algunas de las frases memorables que han adoptado el Obradorismo como forma de pensamiento, que, en palabras de él mismo, se redefine como Humanismo Mexicano, concepto sobre el cual falta desarrollar toda una epistemología y cuerpo teórico que lo explique y respalde.
En la conferencia matutina del 26 de febrero, AMLO volvió a insistir en la necesidad de ser congruente en términos de relaciones internacionales, y recordó el golpe de Estado técnico en el Perú, el cual derrocó a Pedro Castillo; pero también se refirió a Cuba y Venezuela como víctimas injustas de las sanciones unilaterales que impone el imperio estadounidense en perjuicio de la población, no del gobierno, y más importante aún: comentó que habló de este tema con, nada más y nada menos, el presidente Joe Biden. Incluso, ante la guerra entre Rusia y Ucrania, AMLO ha sido más explícito diciendo que está en contra de las invasiones, pero jamás ha expresado apoyo al laboratorio de desestabilización liderado por el otrora actor cómico Volodimir Zelenski, lo cual deja entrever que su comprensión de la geopolítica no es maniquea y simplista como cree la mayoría de “analistas” conservadores.
La pregunta que se hace cualquier analista internacional en el contexto mexicano es: ¿Por qué López Obrador no se ha pronunciado claramente ante el genocidio cometido por Israel hacia el pueblo Palestino, sobre todo, cuando grandes líderes mundiales ya lo han hecho? Petro fue el primer gran líder latinoamericano que, sin dudar y con toda la fuerza del Estado colombiano, se ha pronunciado en contra de las acciones del sionismo beligerante; Lula, actual presidente de Brasil y líder indiscutido de la izquierda marxista y digna en América Latina, ha hecho lo propio. Países como Sudáfrica, Irlanda, España, China e, incluso, el mismo Estados Unidos, han hecho un llamado e impuesto sanciones a Israel para que cese el fuego, pero, ¿Y López Obrador?
Aquí algunas posibles explicaciones -no justificaciones- del por qué no se ha pronunciado todavía ante el genocidio:
- Demasiado frentes abiertos en México. La Derecha pretende invalidar las elecciones porque se saben perdedores ya que están abajo 2 a 1 en las encuestas, entonces, si no lo consiguen por la buena, será por la mala, y AMLO está concentrado en mantener gobernabilidad.
- Importancia relativa de la comunidad judía en México, que tiene fortaleza política y económica relativa, pero, sobre todo, conexión a nivel internacional con grandes fondos de inversión como BlackRock.
- Petición especial del gobierno de Estados Unidos de no hacerlo para poder negociar aspectos importantes para México, sobre todo en el ámbito migratorio. México se encuentra en una jaula geopolítica y, a diferencia de Colombia y Brasil, no puede tomar equidistancia de Estados Unidos toda vez que las economías son muy dependientes una de la otra.
- Negociación con el gobierno de Israel para la extradición de Tomás Zerón, personaje clave en el caso Ayotzinapa, uno de los grandes pendientes del gobierno actual.
En el museo de Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México existe un listado de países, casi al final del recorrido de la historia nazi y judía, que recuerda que muchos de ellos y líderes de la época no se pronunciaron ante al nazismo y sus horrores, y ojalá que el presidente López Obrador no pase a la historia como un presidente indiferente ante el genocidio que se vive en la Franja de Gaza.
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