Adicción por la Idolatría

En mi pasada entrega hablé acerca de la Lambisconería. Esta vez como parte de una trilogía de vicios que de alguna forma tienen que ver con la política y la sociedad, trataré de explorar el hábito de la Idolatría que va de la mano del fanatismo y la adoración.

Se trata de esta costumbre de idealizar una figura pública hasta el punto del fanatismo que se da en muchos ámbitos, entre ellos el artístico, deportivo, intelectual, social, político, de comunicación y de lo extranjero.  En México la sensación o ilusión de que alguien es superior de manera supra humana sólo por el hecho de que es famoso, bello físicamente, carismático o tiene el don del discurso, está muy arraigada. Al igual que la lambisconería que viene desde los tiempos de los Tlatoanis y del Politeismo, la idolatría también data de aquéllas épocas.

Este fenómeno se acompaña de una cultura donde todavía el Padre así con mayúscula, la autoridad máxima. Donde hay una falta de visión crítica, hay muchas ganas de creer en alguien a ciegas, de sentirse inferior de alguna manera, incapaz, ignorante y hasta un tanto infantil. 

Todos somos fanáticos de algo o alguien, así lo asegura Pablo Fernández Christlieb, profesor e investigador del Departamento de Psicología Social de la Facultad de Psicología; sin embargo, apunta, es necesario poner atención en cómo estos gustos pueden conducir desde la polarización política, hasta expresiones de violencia más radicales, como el nacionalismo y el fascismo. 

La Idolatría en el México contemporáneo se observa en un  ejemplo cercano a la 4T y es el caso de admiración e idolatría a dos periodistas de izquierda que actualmente son muy populares. Me refiero a Alejandro Páez Varela y Álvaro Delgado Gómez quienes en el marco de la pasada Feria del Libro en el Zócalo presentaron su libro “Izquierda”. El público abarrotó el auditorio y al final en la sesión de preguntas y respuestas (aparte de participaciones que en su mayoría los adulaban) preguntaba desolado ¿Qué podemos hacer, cuál es el camino? Como si los colegas tuvieran la absoluta verdad absoluta en sus manos y lo que contestaran fuera la ley. Más tarde la fila para conseguir sus firmas, daba la vuelta a casi la mitad de la plancha y en medio de la lluvia y el frío, la gente esperó sin chistar.

Pero el ejemplo más contundente lo tenemos en la enorme figura del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador quien es el ídolo por antonomasia. Tanto así que muchos ya hablan (entre ellos la que escribe) que nos sentiremos huérfanos cuando él se vaya en unos meses. Una de sus enseñanzas es el ser críticos, inteligentes, realistas y sin embargo a los Obradoristas nos cuesta mucho  trabajo ver sus defectos,  vacíos y debilidades entre sus excepcionales características principales.

Según el escritor Eduard Punset, la admiración que nos genera un determinado personaje bloquea los mecanismos de control e inhibición cerebral, que de una forma objetiva nos permitirían ser conscientes de hechos fehacientes como los siguientes:

Los ídolos también tienen cualidades que podríamos calificar cómo no positivas, y por tanto, como cualquier otro ser humano pueden ser también ejemplo de decisiones no favorables para las mayorías. Un reciente estudio publicado en la revista BMC Psychology arroja que la gente obsesionada con los famosos tiende a obtener malos resultados en pruebas de capacidad cognitiva. Aunque el culto a las celebridades parece estar vinculado a unas capacidades intelectuales más pobres, aún no está claro si esta fascinación es causa o consecuencia de estas habilidades reducidas.

También se asegura que las personas con mayores niveles de inteligencia pueden ser menos propensas a admirar a los famosos debido a una mayor capacidad para reconocer las “estrategias de marketing que hay detrás de una persona famosa”.

Como última reflexión diré que desde mi punto de vista la idolatría es peligrosa por desmovilizadora porque se espera que todo se resuelva desde arriba con papá líder o papá gobierno y quizá el triste destino de un ídolo sea caer, abandonar ó decepcionar a sus seguidores. No ser la panacea a todas las necesidades ciudadanas, no ser el Santo Grial, no tener todas las respuestas ni tomar las mejores decisiones en todos los casos. 

Por ello tenemos que tomar conciencia de que la única manera de salir adelante como sociedad y como país es dejar esa visión vertical de que unos son superiores a otros y organizarnos en colectivos desde abajo, exigir a los políticos que cumplan sus promesas, defender nuestros derechos, movilizarnos juntos, educarnos, leer. Darnos cuenta que nadie lo va a hacer por nosotros y que la verdadera respuesta está en el Pueblo organizado. Si (toco madera) alguna vez vuelve la derecha a gobernar, seamos una ciudadanía activa que pueda revocar a un mal funcionario. 

Querido lector la próxima entrega será la última parte de esta trilogía: Lambisconería, Idolatría y Egolatría. 

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