México es uno de los países donde resulta muy compleja la lectura del abstencionismo, fuerza pasiva electoral, a la que ahora quiere la oposición atribuir el triunfo en las urnas. A pesar de todo, la oposición no se ha acostumbrado a reconocer los triunfos de Morena y busca ganadores por otro lado, ahora aseguran que el abstencionismo lo consideran el gran ganador de la jornada del 4 de junio.
El abstencionismo en México tiene su origen en la oposición por no saber canalizar la inconformidad social hacia sus colores. Ante la imposibilidad de algunos mexicanos, de verse representados por alguien, prefieren abstenerse de ejercer su derecho al sufragio.
La descomposición y el desmembramiento de los partidos opositores conduce inevitablemente a la pasividad del abstencionismo, y desde luego a la falta de legitimidad de los ganadores, así como un desgaste inevitable a la democracia; sin embargo, el abstencionismo no es privativo de México en este tiempo. Basta ver diferentes países que superan el 60 por ciento, pero la oposición sólo ve al mundo cuando le conviene, mientras se encierra en una esfera de cristal que le impide comunicarse con el grueso de la población.
En México el abstencionismo ha sustituido al voto de castigo ante la ausencia de una contraparte sólida, donde el voto de castigo sea eficiente y se note, pero el voto a favor de la oposición es tan gris y anodino como sus líderes y candidatos. Abstenerse fue, por algún tiempo, una manera de medir la inconformidad sin bandera ni partido. Acusaba una ausencia de protagonismo político, de presencia legislativa, de propuesta política, de proyecto administrativo, etc.
La oposición se dedicó a evitar que Morena gobernara como ideología, acción política y único proyecto. El abstencionismo es, hasta cierto punto, provocado por los partidos satélites, porque deben llegar al mínimo de 3 por ciento de los votos emitidos, no de un porcentaje del padrón electoral, los cuales tienen en el abstencionismo a un aliado.
La falta de personalidad política impulsa el abstencionismo. En México hay una sobrexposición de la personalidad política del presidente, una personalidad fuerte, por un lado; por el otro, una oposición sin personalidad. Es así como se señala a la oposición como responsable del alto índice de abstencionismo, aunque no deja de ser una culpa compartida.
Porque no puede haber identificación con un color sin personalidad o con una palabra sin idea o con una persona que se diluye en la ambigüedad de su pensamiento. Es en la comunión de ideas, de necesidades, de inquietudes y de intereses donde se construyen los cimientos de la fuerza electoral de los partidos.
Cuando el abstencionismo tenía una lectura en las elecciones mexicana se trataba de un grupo con participación pasiva; ahora sólo hay pasividad salpicada de venganza, rencor, resentimiento por causas tan diversas como dispersas.
El abstencionista no valora su voto, para esa persona no es una herramienta política sino un innecesario trámite burocrático y al carecer de valor también carece de beneficios su emisión. Votar es para los abstencionistas la continuidad y no el cambio. Ellos o ellas no se consideran agentes de transformación sino elementos de continuidad. Decidir no es un factor histórico sino una rutina cotidiana, porque su existencia está basada en el maniqueísmo, alma de los conservadores.
Votar a no votar es lo mismo que vivir o existir. Sólo darle a la vida el sentido de los caminos andados y no salirse de la línea del convencionalismo. Nada más confortable que la imitación, que tiene como uno de sus síntomas el abstencionismo.
El abstencionista es conformista no aspiracionista, aunque a veces se disfrace de eso. Un disfraz al que se ha acostumbrado toda su vida, pero al fin y al cabo disfraz.
- @Josangasa3
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios