Seis años no fueron suficientes para que los mexicanos tuviéramos conciencia de la cantidad de evasores fiscales que existe en el país. Era esencial, vital incluso para la buena salud de las finanzas públicas la llegada de la reforma al Poder Judicial para que saliera toda la podredumbre de los delincuentes en esas oficinas.
En estas operaciones están implicados no sólo los comerciantes, empresarios, consultores, renteros, que discretamente, pero de manera constante evitaron mermar sus ganancias evitando pagar impuestos o pagar menos, incluso forzando, con triquiñuelas que Hacienda les egrese dinero.
En esas acciones están implicados los evasores, sus contadores, abogados, jueces, ministro y magistrados. Nadie puede negarlo. La evidencia es tal que pueden escribirse enciclopedias con acciones ilícitas de quienes no pagan impuestos y sus cómplices.
Para un grupo de empresarios un buen contador no es aquel profesional preciso en las cuentas sino aquel que puede pagar menos impuestos, evadirlos o hacer que Hacienda regrese dinero al evasor. Lo mismo sucede con abogados y el resto de esa fauna que es evidente perpetra un delito, es decir son delincuentes.
En México la impunidad ha sido una constante entre quienes tienen dinero. La justicia castigaba a los pobres y las leyes se aplicaban con severidad sólo a ellos. La discreción ala que obliga todo delito, creí una cadena de complicidad que formó no sólo grupos, bufetes, barras, consultorías, fundaciones, etc., sino que se infiltró en la política con la anuencia de partidos como PAN y PRI, cuyos líderes otorgaron espacios incluso en el Poder Legislativo y en el Ejecutivo.
El hecho es que la evasión es un delito que afecta a todos los mexicanos, un delito grave que involucra afectaciones a salud, educación, bienestar, vivienda, cultura, etc. sin embargo, nunca hasta ahora se ha convocado, desde ningún espacio, público privado, denunciar esa transgresión.
En México se pide denunciar hasta a quienes tiran basura en la calle, pero no se invita a denunciar a los evasores fiscales, delincuentes que actúan con premeditación, alevosía y ventaja contra una multitud de afectados. En nuestro país el evasor convive con sus víctimas y no lo sabemos.
En los últimos años más de un consuetudinario evasor fiscal, reclamaba al gobierno carecer de medicamentos para los niños con cáncer, o vacunas y camas de hospitales durante la pandemia, cuando el origen de esas carencias era su deshonestidad en el pago de impuestos, que, en estos casos llega al homicidio de esos niños, cuya vida decían proteger.
La discreción que los envuelve en un manto de honradez que compran también con dinero y es gracias a la red de complicidades que mantienen secretos que por generaciones se han beneficiado de estos ardides que terminan por crearle una grave crisis económica a México y a los mexicanos.
Puede ser el que le renta la casa donde vive el ciudadano, el restaurante al que le dice que no a la factura al pagar al gasolinero, el carnicero, el mecánico, etc. No se trata de hacer una sociedad de chivatos, pero sí con compromiso social, que pueda denunciar los delitos puntualmente. Uno de los problemas por los que el narcotráfico es condenado por los gobiernos es que no paga impuestos, pero el delito en el fondo es el mismo. Algunos venden mercancías lícitas y otros ilícitas pero ninguno paga impuestos.
Durante el nazismo y entre las acusaciones que se le adjudican a los cubanos de los años 60, se habla de una sociedad que, para salvarse de castigos o congraciarse con el gobierno, denunciaban a sus vecinos, amigos y hasta familiares de no estar de acuerdo con la ideología imperante. Ahora no es el caso, sino que habrá que ayudar a poner al corriente la justicia violentada por quienes deben investigar, sentenciar y sancionar a los delincuentes.
Ahora sólo se trata de denunciar, incluso de manera anónima, un delito que por mucho tiempo simuló no ser ninguna infracción y que estuvo a punto de convertirse en una actividad normal, permitida y que cuando era descubierta, tenía todo el derecho de alcanzar la impunidad.
Existen verdaderas fortunas creadas con la evasión fiscal, acumulación de dinero que no siempre tiene fines comunes, ni siquiera nobles. Son el insumo principal de discriminación y el clasismo. Nadie está en contra de la riqueza, pero limpia de evasiones y delitos, que no es muy común en México.
Ahora no es el caso, sino que habrá que ayudar a poner al corriente los desequilibrios que produjo la justicia violentada por los que deben investigar, sentenciar y sancionar a los delincuentes.
Es un delito clasista, elitista, que fortalece la discriminación e impulsa la desigualdad. Es decir, es un delito que lacera a todos los ciudadanos todo el tiempo.
No pueden dejar de pagar impuestos quienes no hacen nada por ganar dinero.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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