Cuando la derecha fascista, racista y yunquista llegó a la Presidencia de la República en el año 2000 bajo la cobertura de las siglas del Partido Acción Nacional (PAN), tuvo que encarar un problema que rebasaba los asuntos propios del ejercicio de gobierno. Un problema ideológico.
¿Qué iba a hacer esa derecha hasta entonces derrotada con los símbolos y los héroes patrios en los cuales no cree? ¿Cómo haría coincidir su particular certeza de que hubiera sido preferible el blanco y barbado Maximiliano de Habsburgo frente al indio Benito Juárez, ateo, masón y enemigo de la Santa Madre Iglesia?
¿Esa derecha acaudalada y terrateniente que impulsó al crepuscular personaje llamado Vicente Fox a la Presidencia estaría de acuerdo en aplaudir el grito de “Tierra y Libertad” de Emiliano Zapata? ¿Se sentiría reflejada en la lucha libertaria de Francisco Villa? ¿Tendría al menos vaga noción de los trabajos y los días del general Felipe Ángeles dentro del ejército villista?
Ricardo Flores Magón publicó en el periódico Regeneración el 19 de noviembre de 1910, a unas horas del inicio de la Revolución: “El interés de los ricos es que los pobres sean pobres eternamente, porque la pobreza de las masas es la garantía de sus riquezas. Si no hay hombres que tengan necesidad de trabajar a otro hombre, los ricos se verán obligados a hacer alguna cosa útil (…) para poder vivir; ya no tendrán entonces esclavos a quienes explotar” ¿Coincide el empresariado con esta visión? Ellos no, pero la 4T sí y por eso declaró al 2022 como “Año de Ricardo Flores Magón”. También en ese terreno se da la lucha por el país.
¿Y qué razón darían los conservadores de un tal Lázaro Cárdenas si precisamente el PAN se fundó para luchar contra de la expropiación petrolera, el reparto agrario y la política educativa del cardenismo?
En la lucha derechista por el control ideológico del país, incapaz de imponer su narrativa reaccionaria que enlista entre sus héroes a Agustín de Iturbide, a Porfirio Díaz y a Gustavo Díaz Ordaz, el rústico Vicente Fox optó por la solución de mutilar el símbolo del águila y la serpiente, que sobrevivió intacto a trescientos años de invasión española pero no a la demencia agreste de Fox. Para no quedarse corto en sus atrocidades, el entonces presidente ordenó desmontar de Los Pinos el óleo de Benito Juárez. No podía esperarse menos de él.
Contrario a lo anterior, el presidente López Obrador ha sido cuidadoso en cuanto a la recuperación de la memoria histórica del pueblo. No hay fecha conmemorativa en el calendario cívico ni nombre ilustre en el diccionario biográfico que López Obrador pase por alto. Y eso forma parte de los cambios profundos que ocurren hoy en la mentalidad de un pueblo que ha recuperado su dignidad.
Hoy, los libros de primaria hablan también de hechos que fueron soslayados por la educación neoliberal, como la matanza del 2 de Octubre de 1968 o los fraudes electorales de 1988 y 2006 mediante los cuales el prianato usurpó el poder que el voto popular entregaba a la izquierda. Ese conocimiento de la Historia (con mayúscula) habrá de conformar y consolidar el concepto que las nuevas generaciones tengan sobre lo que ha sido la vida pública de este país.
Los neoliberales intentaron el despojo y la modificación de la Historia, quisieron borrarla con treinta años de neoliberalismo para que les resultara más cómoda y tersa su labor de saqueo frente a un pueblo desarticulado ideológicamente. Enfrentar a ese desmantelamiento ideológico ha sido otro de los aciertos de la Cuarta Transformación.
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