Ha culminado la carrera de los seis aspirantes a coordinar los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación y la mezcla de emociones recorre particularmente el interior de dos de los equipos que acompañaron las aspiraciones de sus corcholatas con una serie de dimes y diretes que mutuamente fueron elevando el nivel de las descalificaciones.
Lo bueno es que el proceso a pesar de los amagues de una confrontación mayor, parece que no transitará más allá de la altanería, o sea que todo apunta que para el día 7 despertaremos en una nueva etapa comenzando con aquella máxima que olímpicamente dicta: “cada quien con su golpe”. Sin embargo surgen varias dudas: ¿cómo se manejará el equilibrio de las fuerzas cuando tenemos en puerta otras elecciones para el 2024, entre ellas la de la Ciudad de México?
Este caso es el de mayor preocupación por varios factores que, en conjunto representan un riesgo latente. El primer factor es el pésimo resultado de algunas alcaldías que no dan una y que tienen al frente a personajes que no entienden los alcances del proyecto y que sólo alcanzan a mirar la posibilidad de mantenerse en un cargo, ya sea la reelección o brincarle alcaldía – diputación, viceversa o pa´ lo que alcance. Otro factor de riesgo es que la oposición por más decimonónica que suele sea, realmente posee una estructura aunque carente del más mínimo interés de discutir si ideológicamente comparte coincidencias que deriven en un adecuado plan de gobierno en coalición, o que tenga particular interés en representar a la ciudadanía que se muestra molesta en algunas alcaldías; más bien posee una estructura que tiene plenamente identificado a su enemigo y es el morenismo capitalino y todo lo que huela a López Obrador.
A ambos factores hay que agregar uno más y en el que hay que hacer mayor énfasis: la deleznable actuación de funcionarios y operadores políticos que optaron por menospreciar nuevamente a muchos actores de la Cuarta Transformación, principalmente los emanados de la militancia de a pie. En ese sentido hay dos aspectos que provocarán que MORENA en la Ciudad de México lleve en el pecado la penitencia:
- 1. Los funcionarios de la capital que operaron a favor de una propuesta, generaron una serie de alianzas con profesionales de la actividad política que encuentran en cada proceso la oportunidad de vender una fuerza inexistente ya sea para obtener recursos económicos o para acceder a un cargo.
- 2. Esas mismas fuerzas, bajo el membrete de organizaciones sociales, especialmente fueron audaces para reunirse un día con una corcholata y el otro día con la otra, pues la vieja práctica de tener la pata izquierda metida en un lado y la pata derecha en el otro es el pan nuestro de cada elección. Y si alguien duda, con una vuelta que se den a los Vips y Sanborns de la periferia de la ciudad, les será suficiente para constatarlo. Por cierto, dicho sea de paso, me parece un exceso que los funcionarios capitalinos (con pocas pero admirables excepciones) en los hechos cerrarán toda posibilidad de diálogo (de la gestión ni se diga) con aquellos compañeros que optaron por apoyar una propuesta alterna a las dos que gobernaron esta ciudad en 2006 y 2018. Pero bueno, aunque no es nada nuevo, sí se torna interesante en un proceso tan suigéneris como este, pues la brecha que consideraron amplia en las encuestas hoy parece acortarse. De tal manera que no les deja más remedio que recurrir a la narrativa triunfalista, misma que no hace más que reflejar un nerviosismo justificado. “No vaya a ser la de malas” se escucha por los pasillos del gobierno capitalino.
Si el proceso en su primera etapa quedó atrás y del cual habrá de resultar un solo coordinador o coordinadora, ahora la tarea obligada será plantear conocernos y reconocernos entre equipos para salir en unidad y juntos emprender acciones que consoliden los resultados de este gobierno a la par de construir propuestas viables, medibles y verificables que hagan frente a temas de prioridad como la inseguridad en el país. Pero para esto, todas y todos los que participamos en el proceso, por más humilde que sea nuestra aportación, estamos obligados a legitimarlo sin mezquindades y eso significa reconocer el resultado, cerrar filas respetando las diferencias y mantener una postura irreprensible en la victoria porque es lo que demanda este movimiento que va más allá de la carrera presidencial.
Soy un convencido de que Adán Augusto habrá de resultar como coordinador por decisión del pueblo, también estoy convencido que tenderá la mano a todas y todos en esta nueva etapa de la 4T; pero no lo expreso desde la aspiración individual, la carga afectiva o de un triunfalismo malsano que ni siquiera encontraría justificación en las casi 200 asambleas o en los cientos de miles que abarrotaron las plazas para acompañarlo. Lo expreso desde la aspiración del movimiento campesino, desde la militancia de izquierda y, sobre todo, desde la confianza en el hombre grande.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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