En estos tiempos de construcción de una Nación, hay, como en todo, dos versiones: la nuestra, que estamos en el lado correcto de la historia, recuperando la dignidad nacional, la tutela del Estado, los niveles de dignidad hacia el interior y sobre todo, erradicando los viejos vicios que el neoliberalismo dejó en las mentes perturbadas de sus funcionarios; y por el otro lado, a esos que siguen insistiendo en revivir las prácticas nocivas de la tecnocracia, el abandono del papel de un Estado responsable, sometiéndonos a la voluntad de un directorio con intereses económicos por encima de las necesidades de la mayoría del pueblo y obedeciendo ciegamente los designios macroeconómicos del Banco Mundial y el Interamericano de Desarrollo que tienen, como decía la buena de Mafalda, “podridos” a los países que aún no se han sacudido del todo a las hegemonías patricias que gobiernan en oposición a la nueva realidad de la democracia.
A quienes les molesta que la democracia se lleve a cabo de manera real y objetiva, no son otros que a quienes siempre han escalado a los lugares de dirección por medios no legítimos, o sea, por consenso de un grupo de “notables”, por decisión unipersonal de un “líder” o peor aún, en condiciones de total opacidad y como resultado de fraudes a la ley. De esos hemos tenido ya a varios “presidentes”. Y son fácilmente identificables, porque en los últimos sexenios, ni legitimidad, ni identidad popular y menos, legalidad, a excepción de Fox, que fue una total decepción para quienes imaginaron que el cambo que prometía, sería real.
A Fox le debemos el haber abierto el telón de la “magia”, ya que fue cínico en demostrar cómo, si el presidente quería, podían agarrar todos los hilos del poder, para poder. Desde su candidatura, los negocios que amarró para llegar con los “amigos de Fox”, ya denotaban que la falta de honradez era su sello personal. Y luego, el explicable enriquecimiento de su familia nuclear, extendida, sus amigos y colaboradores, era demasiado grande como para no verlo. Desde la desaparición del dinero de excedentes petroleros a los negocios de sus entenados con Oceanogfrafía y el fraude del hijo de Gil Díaz, con Oro Negro y Pemex, hasta la desaparición de las sábanas y toallas de Palacio Nacional y que mágicamente llegaron a colocarse en la réplica que Chente hizo de los Pinos, allá en el rancho (que también con artes de magia muy macabra se expandió sobre los terrenos de sus vecinos de manera artera, apoderándose además, del pozo de agua que surtía a los sembradíos ejidales); al escándalo de la hija de Fox, involucrada en la secta NXIVM, siendo una de las señaladas por las víctimas de captar esclavas para el jefe perverso, Keith Raniere.
Fox nos demostró que él, de político, no tiene traza ni conocimientos básicos, pero para el abuso de poder y la corrupción, se pinta solo.
El Presidente López Obrador nos ha platicado cómo, cuando él era jefe de gobierno del entonces Distrito Federal, rechazó esas invitaciones a meterle la uña al presupuesto y a los excedentes petroleros, y también las resistencias que tuvo para implementar los programas de ayuda a los adultos mayores o la construcción del segundo piso, porque, hoy lo afirmamos, les daba pánico que la gente empezara a cobrar conciencia de su propio poder como ciudadanos y se acostumbraran a un gobierno transparente y justo, cuando ellos ya tenían muy peinado al oso del despilfarro. Era evidente que no iba a ser Fox quien le impusiera la banda presidencial al avis rara de la política mexicana, a quien luego de tantos años de investigación profunda desde los sótanos del poder, no tenía ningún pecadillo que pudiera ser el arma con que lo pusieran contra la pared. Por eso, como confesó Fox la semana anterior, se arrepiente de no haber dado la estocada final para que AMLO no pudiera llegar jamás al poder.
Si bien no estábamos para nada bien con el PRI, lo vivido en los dos sexenios nefastos del PAN fueron CATASTRÓFICOS, así, con mayúsculas. Porque quienes llegaron a ser los funcionarios “del cambio”, se mimetizaron con los modos tricolores y se aventaron a hacer más profundas y nocivas las redes de corrupción con que se colgaron del poder para amasar fortunas que nunca, ningún funcionario, debería poder poseer, siendo producto de la voluntad popular y con los sueldos y remuneraciones producto de su gestión pública. Tenemos como ejemplo a la exdelegada de Miguel Hidalgo, hoy senadora, Bertha X, quien desde el momento en que fue funcionaria para los asuntos indígenas en el sexenio foxista, bien poco -o mejor dicho, nada-, hizo por mejorar las condiciones de vida de los pueblos indígenas. En sus palabras “Si los indígenas quieren vivir como están, ¿por qué les vas a llevar educación?, p&%4, jajajaja” y que con esa bandera se postula para llevar las causas indígenas como suyas, y que sirvió como boleto dorado para sus negocios de servicios y mantenimiento a edificios, desde 2000 y a la fecha, produciéndole más de 1400 millones de pesos de ganancia.
O bien, sus compañeritos de partido, que cuando estuvieron frente a los contratos, no pudieron refrenar su ambición y se lanzaron sin recato a consolidarse como agiotistas en materia inmobiliaria y hoy, son consagrados dueños -de manera irregular y fraudulenta, pero con escrituras “derechas”-, de cientos de metros cuadrados en las colonias con mayor plusvalía en la Ciudad de México. Hablamos de personajes y sus familias o colaboradores, como Jorge Romero y hermana; Christian Von Roehrich, también de apellido N y su hermana, Sofía Soraya, así como sus colaboradores Nicias Aridjis y Luis Vizcaíno; o exempleados de la delegación, por andar firmando cosas apócrifas, como Adelaida García González, que fue directora de Obras, Desarrollo y Servicios Urbanos. También personajes como Emilio Sordo Zabay, exdirector de Desarrollo Urbano, y Víctor Manuel Mendoza Acevedo, director de Planeación, Desarrollo y Participación, y hermano del diputado federal del PAN Luis Alberto Mendoza, por haber signado la “Autorización de uso y habitabilidad” del complejo.
Más panistas así, Felipe Calderón, su esposa, las primas y sobrinas y sobre todo sus colaboradores, como García Luna; Francisco Javier Cabeza de Vaca; Diego Fernández de Cevallos; Miguel Ángel Yunes Linares; Eduardo Medina Mora; Josefina Vázquez Mota; Santiago Creel; Francisco Gil Díaz, Pedro Cerisola, Georgina Kessel; José Antonio Meade, Juan Francisco Molinar Horcasitas y Dionisio Pérez Jácome; Germán Martínez, Salomón Chertorivski Woldenberg; Javier Lozano, Marisela Morales y muchos másc… todos a quienes les podemos escribir un ensayo por persona de sus pésimas gestiones contra el pueblo y la justicia y que todos podemos enlistar por su nivel de ruindad contra México.
Solitos se han construido no solo la reputación sino los probables hechos punibles que se les imputan en sendas denuncias, no porque sean persecuciones políticas, ni porque se equipare al impedimento que Fox respaldó y confiesa, con toda la fuerza del Estado: Suprema Corte, Poder Judicial, Instituto Federal Electoral, Poder Legislativo (desafuero y juicio político), empresarios y poderes fácticos, porque se empeñaba en silenciar nuestro derecho a elegir. En este caso, no es un capricho del presidente, ya que al exponer quiénes son y qué han hecho, hacemos acopio de memoria colectiva y de denuncia ciudadana, pues merecemos saber qué clase de chinches se quieren subir en nuestro petate y que no vuelvan con discursos que suenen empáticos, o campañas que prometan pero que en realidad busquen minimizar nuestra voz.
Como decía el enorme Benito Juárez: Malditos los que con palabras defienden al pueblo y con sus hechos lo traicionan.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios