Muchos, quizá todos, hemos puesto a prueba alguna vez siquiera, nuestra capacidad creativa. Construimos tantas cosas como: ideas, textos, objetos, bienes muebles e inmuebles y todo tipo de satisfactores que tengan un uso mediato o inmediato. Al principio, nuestra vanidad se entretiene, estamos satisfechos. Después, ampliamos la alegría y compartimos por momentos esos logros. Al final, pensamos en la importancia de la herencia y sus destinatarios. ¡Qué difícil resulta elegir a la persona que cuide con la misma dedicación, honestidad y esmero, aquello que fuera producto de nuestros esfuerzos e ilusiones!
El presidente López Obrador, artífice de cambios tan contundentes en la vida pública de nuestro país, seguramente estará pensando en la necesaria continuidad de su obra. También sabemos, en virtud del método de elección (encuesta abierta a la población) su responsabilidad aparentemente se vería disminuida, pero no es así, siempre será el precursor de este movimiento, y sus opiniones, dondequiera que se encuentre, serán determinantes.
La gente se pregunta ¿a quién apoyará el presidente? respuesta que facilite su propia elección, y esperan una pista del líder que ha cautivado en los hechos al 80% de la población mexicana. Sin embargo, intuimos, por congruencia con su estrategia y respeto a los aspirantes, se guardará esa señal.
El presidente, a la mitad de su mandato, sabía era el momento propicio para generar el inicio del proceso de sustitución. Entendía, era un plazo apenas suficiente para consolidar nombres que resultaran a la postre indestructibles e inalcanzables por la oposición. Enlistó al principio a seis personajes -hombres y mujeres- que después crecería hasta ocho.
Dejaba de esa manera, a criterio de los aludidos, destaparan a placer sus intenciones. Algunos, (Marcelo, Claudia y Adán lo harían), el resto, entendería el mensaje y negarían sutilmente esas “aptitudes”. No se podía dispersar la simpatía entre tantos, era necesario centralizar el interés en una terna: “mi hermana Claudia”, “mi hermano Marcelo” y “mi hermano Adán”, quienes serían las “corcholatas” que “pavimentarían” su camino hasta llegar a un punto de fortaleza inédita. Cualquiera de ellos podrá ganar, en unidad, la presidencia con Morena y sus aliados.
Resulta curioso, a pesar de su pericia política, Fernández Noroña, diputado por el Partido del Trabajo, no quisiera entender el “recadito” enviado. Tampoco lo haría el experimentado senador Ricardo Monreal en su momento. Ambos, podrán participar -con serias posibilidades- en el sondeo entre los habitantes de la ciudad de México para elegir al candidato a la jefatura de gobierno por parte del partido en el poder. Las mediciones específicas se habrán de realizar después de las elecciones en el estado de México y Coahuila, se presume serán entre los meses de julio y agosto de este año.
La contienda electoral en Coahuila, que se podría haber ganado con cierta holgura, está ahora bajo un riesgo inusitado. La indisciplina partidaria por parte de Mejía Berdeja ante una encuesta que nunca ganó (quedó en tercer lugar) no solo condena al fracaso los esfuerzos de Morena en esa entidad, también prende focos rojos ante la probable reiteración de esa conducta.
Las encuestas que se aplicarán para elegir al candidato(a) de Morena y partidos que se quieran unir en pos de la presidencia, deberán ser múltiples y rigurosas al alcance de todos. De esa manera, se evitará la sospecha, la tentación y el derecho a desconocerlas por parte de los aspirantes que no fueran favorecidos. El triunfo esperado por el pueblo en 2024 tiene como premisa básica la unidad absoluta de todos los participantes y sus seguidores. “La competencia siempre produce perdedores, es mejor asumirse como un solo equipo”
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