A un mes del paro estudiantil en la Universidad Autónoma Metropolitana, es preciso cuestionarnos el problema de fondo. Los colectivos estudiantiles de las cinco unidades de la UAM han insistido en que existe una violencia de género naturalizada en la comunidad universitaria. Estoy de acuerdo con el concepto que necesitamos problematizar, destaco el término porque no se ha hablado sobre violencia contra la mujer, sino sobre el género, donde se engloba la identidad que asume cada persona para relacionarse con el mundo. Ser mujer u hombre implica identificarse con algún género, lo no binario también entraría aquí.
Se está hablando de la violencia que se ejerce en contra de una persona lo cual implica una trasgresión sobre su identidad de género. Pienso en situaciones de discriminación, abuso de cualquier tipo, o la situación que ha dado pie a la toma de las instalaciones universitarias, violación. Pero estas situaciones no son producidas o generadas por la convivencia en la institución, son estructurales, se gestan en la sociedad y trastocan todos los espacios de convivencia.
En mi tesis estoy elaborando el concepto “estructuras relacionales”, se enfoca en las formas en que el mundo nos hace aprender maneras de relacionarnos con los otros. Cuando decimos que la violencia es estructural significa que el mundo nos ha enseñado cómo ser hostiles con las diferencias, sobre todo en la etapa de la adolescencia, donde lo diferente tiene que ser señalado porque la necesidad de pertenecer a un grupo y harán lo posible para evitar ser discriminados, aunque esto les cueste el criterio propio.
Recuerdo la primera vez que sufrí acoso, tenía quince años cuando un tipo me tocó en el metro, yo estaba más concentrada en evitar perderme, era la primera vez que viajaba sola. No sé cómo pasó, sólo recuerdo que de pronto sentí algo raro sobre mis glúteos y me moví un poco, unos segundos después sentí una mano presionándome. No dije nada porque me quedé paralizada, no sabía qué estaba pasando. Con el paso de los años supe que había una serie de formas en las que las chavas sufríamos con frecuencia esas cosas.
Hace poco comencé a tener algunas anécdotas macabras por parte de algunos amigos. Me di cuenta que los adolescentes son las víctimas perfectas porque no les enseñamos a defenderse, a gritar, a exigir. Al escuchar las historias de mis amigos varones me doy cuenta que la violencia hacía ellos llega a ser más explícita y frecuente de lo que nos enteramos. Uno de ellos me dice que incluso se produce acoso dentro de la comunidad sexo diversa. Entre homosexuales hay ocasiones en que se tienen que cuidar unos a otros porque hostigar también suele confundirse con “seducción”. Todo esto es violencia de género.
Lo que vemos es que las actitudes de acoso están arraigadas en las personas y conforman nuestras estructuras relacionales. A mis sobrinos estoy tratando de enseñarles que no, significa no. Si un niño o niña no quiere jugar contigo no tienes que obligarlo u obligarla, tampoco tendría que pasar con las personas adultas. Hay que entender que existen normas sociales básicas que necesitamos aplicar para tener buenas relaciones sociales, lo que coloquialmente conocemos como “ser educados”. ¿Por qué esta distinción es importante? Porque los niños tienen que saber que existen reglas y normas que son transmitidas por los adultos, pero que incluso éstos deben respetar tu cuerpo o tu espacio personal. Es una distinción compleja que necesitamos construir para conformar estructuras más sanas que nos permitan brindar tolerancia y respeto a los demás.
Existe una nueva configuración de las estructuras relacionales y hay una reconstrucción de la violencia de género. Ahora algunas mujeres han comenzado a buscar afectar a los chicos que no están interesados en tener una relación afectiva. Hasta ahora sé de dos casos en donde las chicas no sólo amenazan a sus prospectos de novios, sino que los evidencian soltando un chisme. Un caso cercano en donde la chica ha amenazado con acusar de violación al muchacho con quien ha tenido un bebé, relación consensual donde las familias de los dos conviven con la pareja. Ahora veo una nueva forma de violencia y escenarios complejos para las víctimas, que ya no serán sólo mujeres.
La Ley general de acceso a las mujeres a una vida libre de violencia ha permitido que el acoso callejero sea visible y sancionado. Esto nos permite saber que estamos amparadas, no dudo que el acoso siga ocurriendo, pero en menor medida. ¿Cómo vamos a lograr una equidad en materia de derechos de todas y todos? ¿Qué vamos a hacer en pro de erradicar la violencia estructural que nos afecta a todos? ¿Basta con decir todas, todos, todes? No me mal entiendan, necesitamos cuestionar más allá del lenguaje las acciones que necesitamos para hacer posible que la violencia de género la miremos desde el género y no sólo desde las mujeres. Porque todos somos susceptibles de sufrir violencia, aunque no siempre nos enteremos de ella.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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