La extensa referencia hecha por López Obrador al movimiento campesino en tiempos del General Lázaro Cárdenas, no sólo acompaña la realidad que empañó la situación del campo durante la presidencia de Francisco I. Madero. Es cierto, el coahuilense a pesar de sus virtudes, se alejó de los campesinos que habían acompañado la lucha revolucionaria y abandonó a uno de los sectores más afectados por la política porfirista.
Probablemente sería muy duro sostener que Madero traicionó a los campesinos zapatistas y a los postulados del plan de San Luis pues sus motivaciones corresponden a un contexto temporal plagado de traiciones dentro y fuera del círculo maderista; pero de que existió un cálculo político por parte de Madero que afectó a los campesinos es innegable, sobre todo en su ánimo de estabilizar al país tras esa etapa de la revuelta.
Por supuesto que el General Cárdenas durante su mandato representaba los intereses de los campesinos y los obreros, no hay el menor espacio para la duda, aunque finalmente el esfuerzo unitario terminara por corromper a la Confederación Nacional Campesina en los años subsecuentes para convertirse en uno de los colectivos más representativos del corporativismo y el clientelismo alentado desde el poder.
Hoy estamos frente a una reconfiguración de una buena parte de las organizaciones obreras y campesinas a partir de que enfrentamos dos realidades, por una parte la política lópezobradorista en torno a los movimientos sociales (especialmente campesinos) a los que de manera severa ha criticado por el modus vivendi de algunos de sus liderazgos, y, por otra, los efectos negativos que trajo consigo la desastrosa pandemia. Estos dos factores han resultado trascendentales para la vida de muchas organizaciones pues se sacudió considerablemente tanto la vida interna como la manera de interrelacionarse con su militancia.
Al menos en el terreno político, las organizaciones campesinas se han visto en la necesidad de reconocer un punto de quiebre a partir de 2018 y no, no se trata de otorgar razón a las voces mimetizadas que pretendieron adoptar la narrativa de AMLO respecto de las organizaciones, pues muchas veces se convertía en la salida fácil para no resolver las demandas legítimas de los campesinos; se trata en cambio de comprender que el modelo de organización conocido hasta el momento se había agotado y requería de un proceso de refundación en el que se retomaran las causas que dieron vida a dichas organizaciones. En esa lógica, queda evidencia de los nuevos bríos que acompañan al movimiento campesino, pero, por desgracia, también han evidenciado a un sector que prefiere allanarse a las exigencias de la derecha (no precisamente de la oposición) con tal de mantener, no un movimiento campesino con ideales y principios, sino un membrete necesitado de recursos para subsistir más allá de las necesidades de su militancia.
Por esa razón es significativo reflexionar sobre el discurso de AMLO este 18 de marzo, en principio porque quienes participamos de la lucha campesina organizada, estamos obligados a conocer nuestra historia pasada y la manera en que los poderes fácticos se han valido de todo para desprestigiar al movimiento campesino desde el porfiriato a la fecha. ¿O acaso las organizaciones que hoy se oponen a las políticas de Andrés Manuel (más allá de si son correctas o no) han sido capaces de presentar alternativas viables que fomenten procesos autogestivos para sus agremiados? ¡No!, sencillamente se montan en una narrativa que difama mucho y propone nada.
Por lo tanto, estamos frente a la última etapa de este gobierno que terminará dejando menos organizaciones campesinas pero más sólidas y firmes pues las necesidades de las comunidades existen y requieren de representaciones dignas con posturas contundentes ante este y cualquier gobierno, por lo tanto, aquellas que hoy sólo acceden a la sobrevivencia en el ámbito político – electoral están condenadas a quedar en el olvido, lo que sería una verdadera lástima pues algunas de ellas vivieron años gloriosos cuando de manera legítima abanderaron miles de causas justas.
Andrés Manuel posee grandes cualidades y por supuesto que tiene muchos defectos, en el discurso del pasado sábado poca atención habría que prestar al atuendo o al lenguaje corporal que tanto les encanta criticar a sus detractores. Lo que hay que vitorear merecidamente es la referencia histórica y sobre todo la posición firme ante el discurso intervencionista de uno que otro político gringo y sus escasos aplaudidores mexicanos. También hay que resaltar la capacidad de AMLO de crear identidad con cientos de miles de los asistentes, sobre todo los que no tienen mayor motivación que el respaldo al presidente, cuya postura es muy contraria a los aprovechados y arribistas que abundan en MORENA.
El discurso de Andrés no tiene precedente alguno, como tampoco lo tiene un evento presidencial, jamás había existido un respaldo popular al presidente de tal magnitud desde Tata Cárdenas; hay que vitorearlo y celebrar la actitud patriótica pero también reconozcamos que gracias a todos los sectores, entre ellos el campesino, se ha contribuido a la transformación democrática del país, y, en consecuencia, se logró dejar atrás aquella visión que nos hacía ver como el patio trasero de Estados Unidos.
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