La marginación casi completa de las comunidades más apartadas y de menor población en el país durante los 7 sexenios anteriores al inicio de la 4T, respondió a la discriminación económica con menos justificación que cualquier otra pues devino en una rayana en el racismo y el clasismo: “no hay dinero, son campesinos e indígenas; ¡No hay expansión!”
Desde el sexenio de José López Portillo y hasta el de Peña Nieto, la condena a la ignorancia y a la miseria fue la constante determinada por el rango de posibles ganancias para los negocios de los dueños de las empresas de telecomunicaciones y para sus socios en los puestos, que para el caso eran claves en el desarrollo de esa área. Así fueron capaces de casi dejar quebrar a la empresa Altán Redes, con todo y una inversión gigantesca realizada desde el erario público.
Pero esta política estaba cargada de ideología y de posturas moral y éticamente reprobables, que definen a sus actores como abiertamente racistas. El capital y sus dueños no tienen respaldo moral, ni parece interesarles, para marginar, oprimir y abandonar a los auténticos dueños originales del territorio que ahora ocupa nuestro país.
Nunca antes, como ahora, se tiene claro que no hay una verdadera razón para poner límites a los espacios geográficos, ni siquiera por los accidentes geológicos y que, tal libertad, ha sido coartada por el interés individual y la inseguridad generada por la falta de conciencia y de principios morales que llevan a la necesidad de decir “esto es mío y de nadie más”, sin importar ningún otro valor más allá de ese.
La creación de CFE Internet, va en contra de la política discriminatoria y clasista de los regímenes anteriores y es uno de los aciertos más importantes de la administración del inicio de la 4T, porque está en vías de integrar a alrededor de 20 millones de mexicanos y 500 municipios del país, que representan casi el 20 % del total en los que no se podía siquiera hablar por teléfono celular. Todo apunta a que este compromiso de campaña, se convierta en una realidad antes de terminar esta primera administración de la Cuarta Transformación.
El racismo que crece en México, personificado por los neofascistas en todas sus manifestaciones, desde las formas en que se comportan personajes como Lilly Téllez, Santiago Creel, Sandra Cuevas, Gabriel Quadri, Claudio X. González y tantos otros correligionarios de estos terribles personajes, empieza a generar actitudes de violencia entre quienes no tienen un nombre de fama y quieren tenerlo, tales como los destructores del Metro de la CDMX, o el tal Liber Hatred que agrede a Víctor García Zapata, de “venas rotas discos” por la cancelación del “concierto” de los neo nazis de Satanic Warmaster.
La violencia de la derecha extremista va creciendo y el resultado va a ser una respuesta dolorosamente dura de parte de los colectivos populares que no lo soportarán.
El racismo y el clasismo van de la mano y se reflejan en los niveles de ingreso de la inmensa mayoría de los trabajadores que, aunque en el inicio de esta transformación han mejorado, son todavía insuficientes para que podamos decir que la nuestra es una sociedad justa y sana. El nivel de frustración que persiste, también es producto de las posturas clasistas de la mayoría de los patrones en México. Es deseable que no sea a través de nuevas luchas obreras, llámense paraos, huelgas, tortuguismo o ausencias colectivas; lo que propicie el cambio en la actitud de la patronal.
Un tema que sigue pendiente y que por lo importante se convierte en urgente, es la transformación de todo el régimen de pensiones, que al ser entregado a manos privadas, se convirtió en condena de miseria a los trabajadores que osen intentar jubilarse, incluso a los 65 años de edad, pero a quienes sus patrones inscribieron hasta después de iniciada la vigencia de la ley del ’97, habiendo empezado a trabajar desde muchísimos años antes, pero sin seguridad social o en el sector público y haber dejado de cotizar en cualquier sistema por varios años perdiendo sus derechos o siéndoles conculcados por estas instituciones privadas cuyo único fin es el lucro con la miseria de los que, por su edad, resultan muy vulnerables,
Que el racismo, el clasismo y la segregación social por raza y condición económica en México existen, es innegable y que, desde la educación privada son motivados y se genera una narrativa de que eso es normal o culpa de los pobres: “son pobres porque quieren o porque no trabajan”. Por eso es preciso y urgente que la Internet llegue a todos los rincones del país y que la educación pública utilice todos los medios posibles para elevar su calidad y así formar generaciones de luchadores sociales que continúen con la obra transformadora desde la misma base de las comunidades en todo el país.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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