Mucho me temo que hay poco ─si no es que nada─ que celebrar en el hecho de que nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador, fuera reconocido como tirano del año por la organización Index on Censorship. Si bien, no faltará entre nuestra clase conservadora ─siempre inclinada a los distintos fascismos, pero nunca con el temple que hace falta para confesarlo─ quien celebren gustoso con la fantasía de tener un Pinochet o un Videla nacional, la sola nominación, ya no hablemos del reconocimiento como “Tirano del año”, le queda grande a un hombre que ni siquiera se ha mostrado iracundo con sus opositores.
Las credenciales y méritos del presidente mexicano, quien por tristeza fue electo democráticamente, perdiendo la posibilidad de hacerse del poder de forma violenta, se antojan insuficientes, por no decir completamente inexistentes, para merecer una condecoración de esa naturaleza. Sin importar si simpatizamos con él o no, López Obrador no tiene la estatura de Hitler, Stalin, Idi Amin, Sadam Hussein, Pol Pot o Mussolini, por mencionar a algunos con quienes ahora se le compara, sin duda alguna, de forma inmerecida, exagerando sus virtudes, cacareando como suyos, logros que no le corresponden.
Al menor análisis, a la más superficial supervisión, la gloria tiránica de Andrés Manuel se desvanece en el aire. No resiste la más insignificante inspección: Ya lo dijimos, no conquistó el poder de forma violenta, se escondió detrás de las faldas de la democracia y ─quizá esto sea todavía peor─ detrás del voto libre y secreto de más de treinta millones de mexicanos. Pero la falta de atributos no se reduce a la convicción democrática del hoy “Tirano del año” para el 2022, quién hace poco vió como su partido perdía el control político administrativo de la mitad de la Ciudad de México, centro político del país y no hizo nada para impedirlo, no recurrió a la fuerza publica para intimidar a la ciudadanía, no manipuló los votos, no lanzó una campaña desde el Estado a favor de sus candidatos. No hizo nada de lo que se esperaría de un tirano.
Por otro lado, tampoco ha acabado con sus rivales, los partidos políticos y la prensa que se oponen a su gobierno no han sido declarados ilegales, sus lideres y dueños no están recluidos en las mazmorras putrefactas de alguna prisión de la que ni siquiera muertos van a salir. Una vez más, López Obrador, no ha hecho nada para silenciarlos, controlarlos, desaparecerlos, la critica circula libremente y se desperdician un sinfín de líneas difundiendo noticias en contra de la CuatroTe, criticas y comentarios tendenciosos, sin que nada suceda, se dice y no pasa nada: la verdad sigue estando a debate en México y no hay nadie que la controle e imponga a justos y pecadores.
Tampoco reina con el terror, si bien se ha apoyado en el ejército, lo ha hecho para que este se encargue de labores civiles, de desarrollo y construcción, no para patrullar las calles ─rifle en mano─ apuntando sutilmente en contra de cualquier ciudadano que pudiera imaginar que otro gobierno sería mejor ¡Horror de los horrores! Hace unos días se decidió que la Guardia Nacional patrullara el Metro de la Ciudad de México, pero sin armas ¡Sin armas! ¿Qué clase de tirano manda al ejercito a la calle y lo hace desarmada? ¿Qué clase de tirano predica una doctrina de abrazos, no balazos?
Frente a todo esto, nuestra única esperanza radica en la posibilidad de que Andrés Manuel busque gobernar por siempre y consolidar una dinastía de tiranos light ─por decir lo menos. Sin embargo, ha insistido una y otra vez en que no pretende reelegirse ¡Háganme el favor! Incluso cuando habla de la nula posibilidad de que se eternice en el poder, lo hace en términos democráticos, hablando de reelección cuando tendríamos que estar hablando de un atrincheramiento en Palacio Nacional, de un aferrarse al poder como lo hicieron, como lo hacen, los mejores representantes de la tiranía a nivel mundial. No. Nuestro líder insiste en el valor del voto ciudadano ¡Por vida de Dios!
¿De verdad no había mejores candidatos para encumbrarse como tirano del año? ¿Nuestros tiempos son tan sosos, tan inocuos, que no dan más que para tiranos convencidos del valor de la democracia, respetuosos de la libertad de expresión y opuestos a sembrar terror entre la ciudadanía? ¡Cuánto daño nos ha hecho el liberalismo y su discurso buena onda multiculturalista y tolerante donde todo cabe! Me niego a creerlo ─llámenme iluso─ pero estoy convencido de que en algún rincón del mundo existen tiranos que se han ganado con el sudor y la sangre de sus súbditos el derecho de ser llamados tiranos
De entrada, entre los nominados por Indexo on Censorship, Abdel Fattah el-Sisi, presidente de Egipto desde hace nueve años, que ha recurrido a la fuerza publica para reprimir a sus opositores y a la prensa, tiene muchas más credenciales que AMLO, 65,000 presos políticos son 65,000 credenciales más que las de nuestro presidente. Teodoro Obiang Nguema Mbasongo, presidente de Guinea Ecuatorial, en el poder desde 1979, tiene una enorme ventaja sobre López Obrador, treinta y nueve años de ventaja. XI Jinping, presidente de China, y gran maestro en las artes de la censura, la vigilancia masiva y la desaparición e los derechos humanos, no tiene punto de comparación con nuestro presidente, quien frente a gigantes de esta naturaleza, se queda con menos que nada en cuanto a méritos tiránicos se refiere.
Mencionaré a otros tres de los gobernantes que fueron homenajeados con el honor de ser nominados a “Tirano del año” para 2022: Ali Khamenei, líder supremo de Irán, en el poder desde 1989, quien entre otras credenciales, tiene la de reprimir sistemáticamente a la mujer en todo sentido, Kim Jong-un, líder supremo de Corea del norte, ejemplo por antonomasia del tirano contemporáneo, y el favorito de todos, Vladimir Putin, presidente de la Federación de Rusia, represor de opositores internos y externos, quizá el único de los candidatos que ha ido más allá de sus fronteras para imponer su lógica y control ¿Qué tiene que hacer nuestro presidente frente a estos titanes? No hay forma de compararlo, ni siquiera en la más fantasiosa de las fantasías opositoras merece tamaño reconocimiento.
Entrados en gastos: El triunfo de Andrés Manuel López Obrador como tirano del año se explica justo por su falta de compromiso con la tiranía, ni siquiera nos obliga a llamarlo líder supremo, mucho menos ha inventado un saludo con su nombre para imponerlo a toda la población. Solo en un país donde el gobierno no reprime a su población, donde los ciudadanos no son arrestados por pensar diferente, ni los opositores desaparecidos, quienes no están de acuerdo con el gobierno, pueden votar libremente para encumbrar a su presidente como tirano del año. El daño que al hacerlo, infringen sobre el noble oficio de la tiranía, les tiene sin cuidado, en su lógica liberal, en su hipocresía multiculturalista, están dispuestos a acabar con lo poco que vale la pena en el mundo con tal de no perder los privilegios que este gobierno “tiránico” no ha tocado en lo más mínimo.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
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