Desde la derecha más liberal, el esfuerzo individual representa la razón y motivo del porqué los ricos son ricos, y porqué los pobres son pobres, es decir, tú tienes lo que trabajes y te esfuerces, pero, ¿es así realmente?
La evidencia empírica muestra que esto es tajantemente falso en diferentes niveles. El campesino indígena que trabaja 16 horas al día para recibir unos pesos en las condiciones más precarias, definitivamente no se esfuerza menos que el junior del Tec de Monterrey que heredó la subgerencia de su papá, y cuyo primer sueldo es de 50 mil pesos mensuales (2500 dólares), colmado de privilegios y atenciones por las que no trabajó, simplemente las heredó.
Pero eso es solo a nivel económico, porque a nivel social el campesino indígena jamás tendrá el capital cultural y social del junior, y tampoco tendrá acceso a sus oportunidades, a sus servicios de salud, a sus instituciones educativas y laborales, y de facto, su expectativa de vida es mucho menor y estará condicionada por una serie de adversidades que nada tiene que ver con “echarle ganas” o con esforzarse mucho.
En este ejemplo es más o menos clara y obvia la comparación y evidencia, sin embargo, hay un segmento de la población que vive engañado por el discurso de la meritocracia y que no se da cuenta que es víctima de un sistema con condiciones estructurales injustas y desiguales, y que la posibilidad de movilidad social es casi nula. Dicho segmento de la población está representado por un tipo de clase media aspiracionista que, bajo el engaño del “echaleganismo”, apoyan y justifican proyectos de derecha como el neoliberalismo, y que en el fondo, favorecen más a la oligarquía y perjudican a las grandes mayorías, de la cual ellos mismos forman parte.
La meritocracia viene acompañada de individualismo, un pseudo valor neoliberal que prima y enfatiza el ganar y triunfar a toda costa, sin escrúpulos morales. Este pseudo valor ha mermado la visión comunitaria y social tan importante para el desarrollo de los pueblos que deberían estar siempre en unidad y comunión para defender lo suyo. Individualismo y meritocracia son la mezcla perfecta para el desastre, y la única forma de revertirlo es a través de gobiernos que promuevan políticas públicas en favor de igualdad de oportunidades y ayuda asistencial para los que menos tienen, por un lado; y generar conciencia social para que haya un despertar ciudadano que implique progreso y desarrollo igualitarios basados en valores, por el otro.
México debe deshacerse de una vez por todas del falso discurso individualista meritocrático y entender que la situación de su gente no es producto de su esfuerzo individual solamente, sino de condiciones que han sido dadas por proyectos políticos que no pretendían ayudar a las grandes mayorías, sino favorecer a una minoría rapaz.
Como apéndice y según datos de la OCDE, México es el país en donde se trabajan más horas por año; y Dinamarca, Noruega y Alemania (países con el índice de Desarrollo Humano más alto), donde menos, lo que evidencia la falsedad del discurso meritocrático con una correlación inversa casi perfecta. Entonces, no se trata de trabajar más, se trata de seguir promoviendo el despertar ciudadano para exigir cada día mejores gobiernos, entendiendo que, a largo plazo, esto es más determinante que el esfuerzo individual de cada uno.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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