Durante estos últimos días ha resultado imposible abstraerse de los desfiguros que se han suscitado en el marco de lo que podríamos llamar —de nuevo, perdón, Gabo— “La increíble y triste historia de la cándida oposición y su factótum desalmado”. La cándida oposición no es otra que el muégano prianista con sus chipotitos perredista y emecista, o como los suele frasear AMLO: “el bloque conservador” —un bloque que quedó evidenciado de manera descarada el 17 de abril pasado, cuando así, en bloque, votaron muy ufanos en contra de la Reforma Eléctrica y luego, pendencieros, lo celebraron—. Y en cuanto al factótum, obvio, me refiero al propio Andrés Manuel, quien para la susodicha cándida oposición es la persona que desempeña todos los menesteres, quien se encarga de todo y quien se halla necesariamente en la explicación de fondo de cualquier cosa —sobre todo mala— que ocurra o no ocurra en este país.
Que el presidente López Obrador haya presentado en la mañanera una lista en la que incluyó a los 42 posibles candidatos y candidatas de la cándida oposición a la Presidencia de la República surtió efecto: los puso a bailar al compás de ese son y los obligó a encuerarse.
A la voz de ¡el que no se autodestape no sale en la foto!, el prianismo no ha escatimado esfuerzos para que un atajo de sus engallados polluelos saltará a la palestra a piar sus ganas y sueños guajiros. Así que, además de restarle atención y presión a la disputa por la candidatura al interior de Morena, la jugada del presidente sirvió para que la oposición saliera feliz a encuerar sus miserias. Ipso facto, las corcholatitas brincaron como él quiso, incluso, entre los primeros, quien dijo que a él no lo destapaban se confirmó enseguida destapado: “A mí ese destapador no me hace corcholata”, declaró según él muy ocurrente quien fue secretario de Economía de Peña, Ildefonso Guajardo, y a renglón seguido reconoció abiertamente que buscará ser el candidato del PRI a la presidencia de la República. ¡Plop! Y así como el regiomontano —un señor que jamás en su vida ha gobernado a nadie—, varios y varias se levantaron a bailar para confirmar sus aspiraciones —una formulita totalmente adecuada porque justo eso son, sus aspiraciones, y de ahí no pasan—.
Por ejemplo, confirmó también la número tres de la lista, la socióloga Beatriz Paredes, priísta histórica —debutó como diputada hace la bagatela de 47 años—, quien por cierto forma parte del grupo de militantes, junto con Miguel Ángel Osorio Chong —otro suspirante considerado en la lista—, que no ha podido correr al que hasta el día de hoy tiene secuestrada la dirigencia del tricolor, el dos en la enumeración, el tal señor Alito. No sólo los tricolores reaccionaron: el exgober michoacano Silvano Aureoles, quien aparece con el número 41, aunque se dijo “de izquierda” y no conservador, no se conformó con corroborar su deseo de ser candidato —no dijo qué partido o partidos de izquierda abanderará—, sino que anda muy seguro afirmando en donde puede que ya es un hecho que en 2024 será presidente de México, sencillamente porque ya se vio como tal. En la misma línea de pensamiento mágico vuelto ideario político, desde ayer observo circular en redes una foto del señor De la Madrid Cordero con la leyenda “Siiii merezco” [sic, así, con muchas íes sin acento] “un presidente preparado”.
Claro, no dicen preparado en qué. Vale recordar que el vástago del expresidente colimense no cuenta con experiencia alguna como gobernante, y como tecnócrata sus credenciales no son muy lucidas que digamos, porque a pesar de sus ojitos azules y del abolengo neoliberal que porta no puede presumir un solo PH degree. En cambio, el naranja Samuel García, otro más de los cándidos precandidatos, con todo y su atrabancada mocedad —nació en 1987, doce años después de que la señora Paredes se estrenara como legisladora en 1975, cuando el panista Diego Fernández, también uno de los 42 enlistados, tenía 46 años de edad— tiene tres doctorados. Apenas el martes otra aristócrata priísta, la peñista Claudia Ruiz Massieu, se declaró lista para contender por la candidatura de una pretendida coalición opositora. Si ella fuera su candidata, sería la primera vez que pelearía por un cargo de elección popular —ha sido senadora y diputada por la vía plurinominal—, al igual que Enrique de la Madrid, quien jamás ha ganado una elección.
En cuanto a los panistas que se enumeran, no tiene mucho caso mencionarlos porque todos ellos difícilmente podrían destaparse dado que desde hace meses andan encuerados. Conviene sólo decir que ahora las y los azules de alcurnia tienen el lío de alcanzar en la carrera a la anomalía deslenguada que han permitido crecer desde el Senado, la señora Téllez. El mismo inconveniente que, ni modo, van a representar para los políticos de cepa del bloque conservador competir con figurones de la política nacional como Gustavo de Hoyos, Carlos Loret, Gilberto Lozano y Chumel Torres.
Más que nominar a un posible candidato ganador, los partidos conservadores deberían preocuparse por encontrar a alguien que pueda aspirar con cierta lógica a alcanzar los sufragios necesarios para, al menos, no perder el registro.
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