Nadie está libre de soltar una que otra barrabasada. Por supuesto, la probabilidad de hacerlo se incrementa en razón directa a la veces en las que uno opta por abrir la boca en lugar de quedarse prudentemente callado. Y claro, cuando uno se anima a hablar de asuntos de gran escala, la probabilidad de espetar estupideces mayúsculas aumenta de manera proporcional. Obvio: la cosa se agrava muy feo si uno no tiene ni la más remota idea de lo que está diciendo.
El martes pasado, en el contexto del análisis del IV Informe de Gobierno del presidente López Obrador, el señor Antonio García Conejo, quien, en representación del estado de Michoacán cobra dieta como senador de la República y forma parte del grupo parlamentario del PRD, dijo: “Fíjense nada más: en el 2018 había cincuenta y uno punto nueve millones de pobres; en 2020, cincuenta y cinco mil punto mueve millones de pobres, y en el 2022, cincuenta y ocho mil punto uno millones de pobres…”
Es decir, según el perredista, quien es abogado y estudió una maestría en Derecho de la Información en la Universidad Michoacana de San Nicolás, en México ocurrió un prodigio demográfico colosal, algo nunca antes visto: de 2018 —último año de gobierno de Peña— a 2022 —segundo año de gobierno de AMLO—, la cantidad de pobres en este país pasó de 55.1 millones a 55.9 mil millones, esto es, ¡las personas humildes se multiplicaron 1,073 veces! Imposible, ¿no? Los resultados del Censo de Población y Vivienda realizado por el INEGI en 2020 indica que aquel año la población total del país ascendía a 126 millones de habitantes…, y García Conejo afirma que entonces, por culpa de AMLO y sus esbirros de Morena, ya había 55.9 mil millones de pobres, ¡447 Méxicos de puros pobres!
El senador también aseguró, muy preocupado él, que en 2022 en nuestro país hay 58 mil millones de pobres, o sea 58 millardos, 58 seguido de nueve ceros. Seguramente el legislador no está al tanto de que, según estimaciones de la ONU, el próximo 15 de noviembre, en todo el mundo seremos ocho millardos de humanos, es decir, ocho mil millones: un ocho seguido de nueve ceros. Así que los 58.1 millardos de pobres que hay en México según el senador por el partido del Sol Azteca alcanzarían para poblar siete planetas como el nuestro, y todavía sobrarían otros 2.1 millardos (la población en conjunto de China, Estados Unidos, Brasil y Rusia).
Considerar la perspectiva espacial brinda otra forma de aquilatar el tamañote del dislate métrico del senador. El territorio de la República Mexicana es de casi dos millones de kilómetros cuadrados (1’960,646.7 km2), así que la densidad de población de nuestro país debe de andar rondando los 65 habitantes por kilómetro cuadrado (habs./km2). Tal es el promedio nacional, y la situación se presenta de manera diferente en distintos ámbitos: por ejemplo, mientras que la densidad de población en la Ciudad de México es de poco más de 6,163 habs./km2, en Baja California Sur apenas alcanza 11 habs./km2.
A nivel municipal, las diferencias son enormes: por ejemplo, el municipio sudcaliforniano de Comondú tiene una población relativa de apenas cuatro habs./km2, en tanto que la demarcación territorial Tlalpan, en la Ciudad de México, reporta 2,225 habs./km2, e Iztacalco, también en la capital de la República, 17,522 habs./km2. Bueno, pues resulta que si el maestro en Derecho de la Información García Conejo tuviera razón, considerando sólo a los 58.1 mil millones de pobres que dijo que hay, la densidad de población en todo México sería de más de 29,000 habs./km2, algo que ni siquiera alcanza el país más densamente poblado del orbe, Mónaco (18,343 habs./km2).
Habrá quien diga que el desacierto del senador García Conejo —un tercio de la bancada del PRD en el Senado, por cierto— se explica por la dificultad que todos los humanos tenemos para lidiar con grandes números. Por ejemplo, ¿qué tanta gente son esos ocho mil millones que seremos en menos de dos meses? ¿Tiene usted capacidad de visualizar ese monto? Para hacerlo, hace poco propuse el siguiente ejercicio mental: si yo le pidiera a usted que contara del uno a los ocho mil millones, y usted lo hiciera a una velocidad promedio de una unidad por segundo, obviamente de aquí al 15 de noviembre no le daría tiempo. Si comenzara a contar sin parar, sin un minuto de descanso ni para dormir ni para ir al baño ni para comer ni nada, tardaría ocho millardos de segundos, que son 92,592 días, esto es, 253 años y medio, más de un cuarto de milenio.
Con todo, el senador perredista más que problemas de comprensión numérica tal vez adolece de la obnubilación típica en la oposición del México contemporáneo. ¿Por qué lo digo? Juzguen ustedes: en la misma intervención, el legislador ofreció dos datos que, me parece, no ofrecen mayor reto de comprensión: “Los programas sociales entre 2018 y 2022 se han duplicado y cuadriplicado en términos reales, como el apoyo a adultos mayores y Jóvenes Construyendo el Futuro, entre otros…” Fácil de comprender, ¿no? Los recursos que se le da a gente anciana y a jóvenes sin trabajo ni escuela se multiplicaron por dos y por cuatro. Bueno, pues en lugar de aplaudir el hecho, lo critica y dice que tales programas no han servido. De la pandemia y de la peor crisis económica que ha sufrido el mundo desde la recesión de hace cien años no dice nada, quizá no lo recuerde.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios