La responsabilidad del Estado con relación a la calidad de vida de las personas de la 3ª edad, se ve amenazada por la inflación y la falta de conciencia de los entes neoliberales que quieren seguir adueñándose de los recursos que se destinan y no tienen una actitud solidaria, socialmente responsable ni de conciencia o amor al prójimo.
Si hablamos de quienes tienen una pensión por su edad y que nunca fueron protegidos, ni cubiertos por la limitada seguridad social, y siempre quedaron entrampados en el subempleo o en ir consiguiendo chambitas temporales que les permitieron sobrevivir al día, o incluso tener buenos ingresos, pero de manera irregular y sin generar ninguna seguridad financiera, tendremos que aceptar que el monto actual de las pensiones consagradas en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, es insuficiente y aún precario y debiera ser mucho mayor, cargando su peso presupuestal en la recuperación fiscal de las grandes empresas cuyas contribuciones siguen siendo mucho menores a lo que debieran y a lo propuesto por organismos internacionales.
Hace unos días, algún defensor del concepto “son pobres porque quieren”, afirmaba que, en el fondo la gente es floja y por eso no “progresa”. Es evidente que nunca ha visto de frente al rostro de la verdadera pobreza, cuyo dolor y desesperación es contagioso para quien tiene un poquito de alma en el cuerpo, y algo de conciencia y humanidad formados en su corazón.
En el sistema capitalista, la fuerza de trabajo produce su salario y el costo del producto final, en las primeras horas de cada jornada y más del 70% del tiempo restante, crea la riqueza de la que se adueña quien posee el centro de trabajo o la empresa y de este valor, el Estado solo recibe una aportación un poco mayor al 8%, pero también recibe la misma proporción del salario, amén de las aportaciones del trabajador, cuando está afiliado, al IMSS.
Por lo general, las empresas encuentran los resquicios creados en las leyes fiscales que sus personeros en el Congreso de la Unión crearon en el pasado, para no contribuir lo suficiente y adueñarse de la mayor parte del producto del trabajo y así enriquecerse más. Lo que ocurra en el ámbito de la fuerza de trabajo, ya no es de su competencia y evadirán la responsabilidad que apropiarse del producto del trabajo de otras personas y pretenderán que el Estado asuma esa responsabilidad.
Al Estado, efectivamente le corresponde la responsabilidad de proveer de servicios y recursos a la sociedad, pero también le corresponde la obligación de obtener lo que en justicia le pertenece al trabajo para poder repartirlo con justicia, en obras, servicios y, desde luego, en seguridad social y pensiones para toda la gente que haya llegado a la edad en que es merecido disfrutar del tiempo laborado y en que, además, ya no es físicamente posible trabajar y producir con la misma eficiencia que antes, a sabiendas que la experiencia adquirida puede resultar desperdiciada por la ideología del capitalismo que prefiere desechar lo que considera inservible. Para la mentalidad neoliberal, neoporfirista y fascista, los seres humanos somos desechables en cuanto ya es imposible exprimir más utilidades de nuestras vidas.
En la actualidad existe un enorme ejército de jóvenes y viejos que no tendrán acceso a pensiones justas y que tampoco tienen acceso a ingresos acordes con los costos que supone una vida con tranquilidad financiera que les permita una vida feliz y satisfactoria, que en el fondo, es la finalidad real del Estado, pero que no se puede alcanzar por las condiciones de explotación de la fuerza de trabajo que persisten en el capitalismo salvaje de nuestros días.
México tuvo un sistema de pensiones que era envidiado por el mundo y, aunque era mejorable en muchos aspectos, la burocracia dorada de los gobiernos de la segunda mitad del S.XX y los primeros del S. XXI, prefirieron destruirlo para pretender crear un sistema de ahorro para el retiro que dependiera de los trabajadores, sin responsabilidad real y efectiva de la patronal, que fuera negocio para algunos, obligatorio y sin verdaderas opciones para los trabajadores y trabajadoras, sin cobertura para quienes trabajaran por su cuenta, y todo, aunque a la larga fuera insuficiente para tener una vida digna y una vejez tranquila para ninguno.
Para este resultado último, tenían preparado el discurso, que ya empiezan a espetar en la cara de quienes no pueden acceder a una pensión justa ni suficiente, en el que dicen “era tu responsabilidad ahorrar para tu vejez”. Ineludiblemente se trata de una responsabilidad social que, ni el Estado ni la patronal, querían asumir en todo ese periodo y que actualmente apenas alcanza para cubrir el hambre de los viejos.
Queda en el aire la pregunta, ¿qué será de los jóvenes que ya no tendrán una pensión vitalicia o a quienes sus patrones ni siquiera tienen afiliados al IMSS o los tienen registrados con el salario mínimo? ¿Qué será de ellos cuando llegue la hora de retirarse y se den cuenta de que los ahorros para su retiro han servido para enriquecer más a algunos y que no serán suficientes para sobrevivir con dignidad?
Cuando yo cumplí veintiocho años, ya vivía en un departamento propio, trabajaba 9 horas diarias, con dos días de descanso y seguía estudiando. ¿Cuántos jóvenes pueden decir algo así, habiendo recibido un título universitario en la actualidad? Esa puede ser una forma de medir la realidad económica actual y que es producto del capitalismo salvaje del llamado neoliberalismo que no es más que fascismo al que nos sometieron los regímenes de la segunda mitad del S. XX y los primeros años del S.XXI.
La 4T no puede dejar esta deuda sin saldar con el futuro de quienes la hemos respaldado y luchamos por construir un México mejor sin violencia. Las facturas crecen.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios