Conforme transcurre el tiempo en época de la transformación, se van destapando los sepulcros blanqueados.
Por su propio peso van cayendo poco a poco los “prestigiosos”, los “teachers”, los “analistas de la política”, toda aquella opinocracia fomentada y creada por la élite económica de sexenios conservadores del pasado.
En el más reciente audio escándalo del todavía dirigente del Partido Revolucionario Institucional, Alejandro Moreno Cárdenas, se confirma lo que siempre ha sido vox populi, que los medios de comunicación y sus caras más conocidas han sido parte en todo un uso propagandístico, desde cadenas nacionales y concesiones estatales del espectro.
En los días recientes han usado coreográficamente hechos específicos de violencia en diferentes puntos del territorio para describir una presunta situación extrema que hace, según ellos, ingobernable el país y pinta de acuerdo a su retórica, un gobierno rebasado y sin capacidad de respuesta; sin embargo, dentro de su surrealismo político y su claro afán mercenario evocan la palabra terrorismo.
Saben muy bien por qué deslizan la palabrita, y lo hacen para justificar la incursión del gobierno extranjero del norte, con quien se congracian dejándoles ver su abierta tendencia al entreguismo y la política colonial de la sumisión.
La oposición pretende que el gobierno estadounidense quite del Palacio Nacional a quien ellos no pueden ni podrán, porque están políticamente exhibidos ellos y sus voceros de los medios masivos y transmisores en las grandes cadenas nacionales.
Pero el golpe a sus voceros sin credibilidad ya está dado. Hoy el país sabe que esos mercenarios de la comunicación eran regenteados por políticos estilo Alejandro Moreno Cárdenas, a quienes los caracteriza el desprecio y arrogancia propia de la clase política putrefacta.
La mayoría de estos pseudo comunicadores pueden clasificarse como terroristas mediáticos, es decir, crean un pánico exacerbado entre la población teleauditiva sin razón aparente.
La libertad de expresión no debe ser confundida con la propaganda política, porque perfectamente sabemos que cualquier línea editorial seguirá el interés del propietario de la concesión, y si éste fue beneficiario de gobiernos anteriores, será su principal defensor.
Esta semana quise dejar en claro que lo que por muchos años tuvimos en México fue una prensa falaz, llena de corrupción y de pago de piso. Quien quería ser alabado y ensalzado, solo debía hablar en plata. Muchos de los verdaderos periodistas asesinados en este país no recibieron plata, fue plomo y los hipócritas comentaristas de los medios tradicionales se arrojan a defender a un gremio del que son indignos.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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