Imagine que usted tiene que escoger un secretario de educación pública a nivel nacional. Lo primero que haría, suponemos, sería buscar a la gente con mayor conocimiento y experiencia. Pero tiene un problema: La gente que dice que tiene mayor conocimiento y experiencia tuvo algún cargo en sexenios anteriores, caracterizados por la corrupción y el compadrazgo.
Su gobierno es nuevo, quiere romper, hasta donde sea posible, con lo anterior. ¿De dónde entonces puede sacar un secretario o secretaria para el puesto? Entre las opciones que le quedan, ya que no es posible buscar al de mayor experiencia o conocimiento sobre el cargo, sino que es buscar a alguien que sea de su entera confianza. Tal vez no sea una persona que a los ojos de los demás tenga todas las credenciales necesarias, pero lo que usted busca es que pueda confiar en dicha persona y, sobre todo, que esté de acuerdo con su proyecto.
En sexenios pasados, la tarea era menos complicada. El presidente en turno tenía un grupo de personas, no sólo de su círculo cercano de colaboradores y amigos, también funcionarios de sexenios anteriores, y podía escoger entre un número mayor de candidatos. El presidente López Obrador no tiene una tarea sencilla. Conformar un gabinete implica elegir entre la gente con mayor experiencia o entre la gente de mayor confianza. Ese es el delicado equilibrio de este sexenio. Por eso cada nombramiento va acompañado siempre de las mismas críticas: quienes reclaman que el funcionario elegido no tiene la capacidad, el conocimiento o la experiencia, y quienes reclaman que se está reciclando gente de sexenios anteriores, lo que consideran una traición al movimiento.
Con el nombramiento de Leticia Ramírez Amaya ¿qué podemos esperar? Tal vez lo primero es que se avance en el proyecto educativo del presidente López Obrador, centrado en los intereses y necesidades de la población del país, más que en intereses económicos y particulares. Que se consoliden algunos de los resultados que, se supone, se han venido gestando dentro de la institución. Que se continúe con el ordenamiento del personal dentro de la secretaría, cooptado por colaboradores de sexenios anteriores. Dada la experiencia de la maestra Ramírez, que se siga dignificando la labor del personal docente. Y, por último, crear las condiciones que permitan asegurar el acceso de la población mayoritaria a una educación de calidad.
Podemos darle un voto de confianza al presidente y a la nueva secretaria, pero eso no implica un cheque en blanco. Debemos esperar y exigir resultados. Un proyecto político no se alimenta sólo de lealtad y confianza.
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