El 1 de octubre del 2024 será un día de zozobra para millones de mexicanos. Terminará uno de los sexenios más benéficos, productivos y edificantes que ha vivido nuestro país en siglos. Un periodo donde el gobierno federal trabajó día y noche sin descanso para sentar las bases de un nuevo México justo, honesto y próspero.
Para millones de compatriotas habrán terminado los breves seis años del primero los pobres, del amor con amor se paga y del abrazos no balazos. Andrés Manuel López Obrador, el hombre que nos rescató, entendió, amó, abrazó y trabajó intensamente por el bien de su pueblo y de su país, desaparecerá irremediablemente para jamás volver a la vida pública.
Han pasado casi cuatro años de aquel día tan anhelado cuando se cumplió el sueño de ver a AMLO tomar protesta como presidente y jefe supremo de México, con la banda tricolor en el pecho. Ese día el llanto de alegría corrió por los rostros de millones de personas que vimos una luz en el camino, una salida del desastre, un momento histórico para cambiar el rumbo del país y nunca más volver a ser los derrotados, los saqueados, los engañados, los traicionados, los menospreciados.
Él dice que se va tranquilo porque hay relevo generacional y sin duda existe un abanico de posibles candidatas y candidatos emergidos de la lucha del pueblo y del ejemplo que él deja, pero nadie podrá llenar ese vacío. El fantasma peligroso del neoliberalismo y de los buitres carroñeros, rondan a México, sin embargo el Pueblo de México es mucha pieza y no permitiremos que vuelvan los vendepatrias al poder.
La realidad es que la Cuarta Transformación está todavía muy tiernita porque como el líder mismo declara: “Lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir” y quien quiera que sea su relevo debe tener su misma fuerza pues se enfrentará a una lucha sin cuartel contra intereses muy poderosos, pero detrás de el o la nueva dirigente estará el tigre agazapado observando.
Mientras tanto AMLO pareciera que ya se está despidiendo, que nos está preparando y recientemente advirtió en La Mañanera que ya tomó la decisión de alejarse por completo una vez que concluya su mandato. El presidente Andrés Manuel López Obrador cancelará su teléfono y se retirará totalmente de cualquier evento social, acto cultural, fiesta, reunión, conferencia y entrevista. No va a opinar, ni aparecer en fotos, ni mucho menos que le hagan estatuas o designen alguna avenida con su nombre.
El guía moral, mandatario incansable y tan querido por su pueblo desea existir casi casi como un asceta, viviendo sencillamente de su pensión, porque asegura y nosotros lo sabemos, que no tiene costumbre de gastos superfluos. Sólo tendrá para lo indispensable: alimentos, ropa, y para seguir apoyando en sus estudios a su hijo Jesús.
Rodeado de la exuberancia y el verdor de la selva chiapaneca, allá por el camino Pakalna-Palenque en su Quinta, López Obrador se fortalecerá espiritualmente. Escribirá un libro sobre el conservadurismo en México, se nutrirá de su eterno amor por la naturaleza, disfrutará de sus Ceibas, Cedros, Caobas y Guayacanes. Escuchará a las bellísimas aves que vuelan por los alrededores y será feliz ahí en su agua, en su lugar. Porque como él dice: “La verdadera felicidad es estar bien con uno mismo, con nuestra conciencia y con el prójimo.”
Sí, nos quedan ya sólo dos años para esa fatídica fecha que se acerca como bólido y que será recordada como el día en que perdimos y desapareció de nuestras vidas un presidente querido, respetado y admirado por su pueblo. También ese día lloraremos, pero esta vez será de tristeza porque ¿qué vamos a hacer sin Andrés Manuel? Permaneceremos aquí luchando, el pueblo bueno y sabio, marchará hacia adelante siguiendo su ejemplo, sus enseñanzas éticas, morales, históricas, diplomáticas. Continuaremos esta Cuarta Transformación con dignidad, arrojo y sin dar un paso atrás.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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