Por supuesto que la detención del viejo Capo de la droga, Rafael Caro Quintero, toma relevancia y es nota para cualquier comunicador; a la par, por supuesto que se convierte en un elemento más para la “opinología” originada desde ese medio mundo experto en todo que, mediante una cuenta de tuíter, se erige como erudito en cualquier tema, en el que sea, aunque la red social termine siendo el único foro a su alcance para expresar algo cercano a un punto de vista, “cercano” porque realmente no llega ser tal, pues no pasa de ser más que una simple verborrea.
Pero bueno, esa detención del histórico Caro Quintero desató una serie de comentarios por demás ridículos que oscilaban entre la mentira y la ocurrencia, entre la calumnia y la especulación, sobre todo porque lamentablemente, se presentó el incidente donde perdieron la vida 14 elementos de la Secretaría de Marina y que se ha confirmado, fueron partícipes del operativo para capturar al narcotraficante fundador del cártel de Guadalajara. Aunque se desconozcan hasta el momento las causas del terrible accidente, para el imaginario no hay de otra: se trató de una represalia por la captura de Rafael.
Entre todas las especulaciones a las que ya nos vamos acostumbrando los que por una u otra razón tenemos acceso al tuíter, la que más alarde generaba desde la oposición era el recrudecimiento de la violencia en la zona como consecuencia de la detención y de ahí hasta las afirmaciones de varios personajes, (sobre todo del PAN) atribuyendo el diseño, operación y ejecución del operativo a la DEA. Obviamente todas esas expresiones tienden a la crítica hacia la política de López Obrador en el combate a la delincuencia, aunque decir crítica es demasiado elegante para una oposición vulgar y mezquina, más bien es una burla hacia el discurso de “abrazos, no balazos” pero queda en eso: en una burla.
Sin embargo, hay algo más que claro y que jamás atinará a reconocer la oposición: la violencia existe y va en aumento como una enfermedad crónico degenerativa, pero las causas que la originan son las que se tienen que combatir, y dicho combate evidentemente no puede ser a partir de la propia violencia. En eso tiene razón el presidente: no se puede combatir el fuego con fuego. De poco sirve combatir al narcotráfico a balazos cuando las actividades ilícitas ligadas a esta actividad están completamente identificadas desde su origen y este se encuentra en la pobreza, la marginación y la desigualdad.
Los gobiernos que habrán de comenzar una nueva administración a partir de este segundo semestre de 2022 (Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas) deberían de echar una mirada al proceso de pacificación que ha emprendido la zona de la montaña de Guerrero como una iniciativa planteada desde la comunidad, desde la perspectiva de las formas ancestrales de convivir y de compartir. Esos procesos de pacificación lograrán tener éxito si se logra la vinculación directa con la administración pública en sus diferentes niveles y si esta logra concatenarse con organismos internacionales como la UNICEF y la UNESCO. Si en esos procesos existiera el respaldo de otras instituciones sin importar el carácter público y/o privado, poco a poco se transformaría la realidad de quiénes sufren a diario las consecuencias de las políticas públicas fallidas hasta el momento. Hay que decirlo con suma claridad y con la mínima objetividad, la violencia seguirá existiendo en tanto no se combatan las causas, las becas hacia niños o jóvenes pueden representar una pequeña alternativa, tal vez insignificante, pero por algo se debía empezar. Si ya empezamos con esa mirada, ahora vayamos al problema de fondo y este sólo puede concretarse si erradicamos de una vez por todas el modelo neoliberal, hasta que no llegue ese momento, no cesará la violencia. Sin embargo, la esperanza siempre nos acompañará con ejemplos claros, como los que hoy realizan varias comunidades de la montaña y de la costa grande de Guerrero desde la sociedad civil organizada, hay que seguir ese andar pero mientras tanto mil veces millones preferimos abrazos, libros pero no balazos.
Para acabarla de amolar
Hablando de Caro Quintero sólo queda una pequeña interrogante: ¿Quién fomentó el crecimiento desmedido de los cárteles desde finales de los años 70 y toda la década de los 80? La producción, trasiego y venta de estupefacientes tenían un gran mercado marcado bajo sus propios signos, los del mercado, luego entonces, tras la liberación hace 9 años de Caro Quintero, ¿Quiénes son los verdaderos interesados en que se les haga el trabajo sucio a los gringos?
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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