Su vocación, sin duda, es llevar la contraria a todo lo que el presidente comenta, informa o convierte en realidad a través de programas encaminados a ayudar a los más pobres, que han sido víctimas de abandono institucional por décadas, producto de malos gobiernos. Sus gobiernos.
No hay nada que le cause más placer a la oposición, que ver que alguna estrategia para combatir los problemas que dejaron ellos mismos, corra el riesgo del fracaso y se jactan, además, de que en sus sexenios, dichos desaciertos no ocurrían, pese a que fueron responsables de la toma de decisiones, que afectaron a millones de personas a través de una pobreza sistémica o un combate mal planteado contra las estructuras criminales, que potenció la muerte de cientos de miles a lo largo del país, entre otros males.
Sus seguidores, que saben de estos problemas pero en pocas ocasiones los han sufrido en persona, tienen el cinismo de afirmar que “antes estábamos mejor”, solo porque muchos de ellos se veían beneficiados bajo la dirección del viejo y corrupto régimen, de tener al compadre, amigo, hermano o conocido, metiendo las manos en el dinero público y recibiendo toda clase de favores de ellos. Al resto de quienes les siguen el juego de llevar la contraria, entre rencor e indignación por tener un gobierno de alternancia, les han hecho pensar que eran beneficiarios en igual proporción, de las dádivas obtenidas al margen de la ley, aunque sobre los hechos, formaron parte de los mismos infortunios a los que sometieron a la mayoría.
Al perder en muchos de los casos, los privilegios con los que vivieron y amasaron grandes fortunas, comenzaron a generar un odio enfermizo a todo lo que sonara, oliera o hiciera referencia al cambio de timón en las decisiones políticas de México. “Cuarta Transformación”, “AIFA”, “Dos Bocas”, “AMLO”, “Abrazos, no balazos”, son solo algunos ejemplos de los objetivos hacia los que han dirigido sus ataques, pues representan al gobierno, al presidente y sus seguidores, que no son otros que el mismo pueblo al que relegaron al abandono y sometieron a una pobreza que alcanzó a generaciones de mexicanos.
Sus complejos de superioridad moral y racial, les ha hecho pensar que por factores como el tono de piel o la marca del auto que conducen, son mejores ciudadanos que el resto, pero también, desde que se convirtieron en oposición, han dejado ver su lado más vil y deleznable, dirigiendo sus ataques a personajes no tan públicos de este movimiento, el último de ellos, realizado en contra del menor de los hijos del presidente López Obrador, por su sobrepeso, como hicieron en el pasado con el propio mandatario, sus otros hijos y hasta con una senadora de Morena quien, vale la pena recordar, fue víctima de un atentado contra su integridad,al interior de las instalaciones del senado mexicano y que políticos de PRI, PAN y sus seguidores, aprovecharon para hacer mofa y desear la muerte.
Pero, ¿qué tan enferma de odio debe estar esa parte de la población económicamente más holgada, que les lleva a enfocar lo peor de su ser contra la persona de un niño que bien podría tratarse de su propio hijo?, ¿Qué hace que un adulto completamente racional, incube dentro de sí una semilla tan podrida que lleve a desear la muerte de otro ser humano, como hicieron cuando el presidente enfermó de COVID?, ¿Por qué creen siquiera que atacar el sobrepeso de un chico, menor de edad, con posibles inseguridades y complejos como los hemos tenido todos con 15 años, es digno de una carcajada, reconocimiento o un motivo de orgullo por la astucia de hacer menos al otro, pasando por encima de sus garantías individuales?
Esos mismos hombres y mujeres, en pleno uso de facultades, que se piensan superiores moralmente y con derecho de opinar sobre lo que una mujer puede o debe hacer con su cuerpo, que condenan la unión entre parejas del mismo sexo por estar fuera del mandato de Dios, sea este cual fuere, que creen que pueden decidir el rumbo en la vida de las personas, solo porque tienen más ingresos y su riqueza guardada en cuentas bancarias; son los mismos que denigran, acosan, insultan y violentan a quienes ven como sus rivales políticos sin importar edad, género o condición social, solo por sentirse con el privilegio y hasta la obligación de hacerlo.
Teniendo esto en cuenta y las recientes declaraciones del presidente nacional del PRI, en referencia a dotar de armas a las familias para que se defiendan del crimen organizado, deja ver que la oposición mexicana en realidad, solo quiere ver caos en las calles, sin importar quien sea el perjudicado, con la finalidad de que los lleve de vuelta al poder que perdieron en 2018 y que han visto más disminuido con cada elección, pues su vocación es acumular riqueza, valiéndose del exacerbamiento del odio que engendran entre sus adeptos, a quienes solo ven como carne de cañón para alcanzar sus fines, mientras sacan del olvido a un cartucho quemado que pueda levantar su alicaída reputación. Los niños, mientras no sean de su mismo estrato social, no les importan. Nunca lo hicieron.
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