Del lamentable feminicidio de la cantante Yrma Lydya en un exclusivo restaurante de la CDMX se han dicho tantas cosas, que no hay mucho que yo pueda agregar: es un asunto terrible y trágico por dónde se le vea, sin embargo es preciso hacer notar algunas cuestiones que sí me competen y, como miembro de esa comunidad de creadores que todos los días luchan por expresar su arte a la sociedad, siento la responsabilidad de señalar:
Esta chica, porque era prácticamente una niña de 21 años, buscaba fama y fortuna en el espectro más comercial de la expresión artística: el entretenimiento mainstream o como se le llamaba a la parafernalia de glamour y alfombras rojas: la farándula.
Es muy importante que pongamos atención a los nombres de personajes impresentables o de dudosa reputación que conformaban la red de compadrazgos e influencias a la que tenía acceso a través de su relación sentimental con el sujeto de 79 años acusado de asesinarla a sangre fría y en público y quien, se ha dicho, la estaba apuntalando para que llegara a ser la “nueva estrella” en la escena de la música “mexicana”, o sea, una cantante de ranchero estilo televisa más y aquí es cuando saltan a la vista en su círculo de amistades, nombres como el de Onésimo Zepeda, obispo mafioso de México, famoso por su vida de lujos, enorme patrimonio y hábitos que nada tenían que ver con su “vocación religiosa”, Carmen Salinas, actriz de aquella etapa del cine mexicano en el que el poder político se servía de la penetración y manipulación mediática, para mantener a la población adoctrinada en los valores que podían garantizar la supervivencia del status quo, quien también incursionó en la política como diputada por el “prestigioso” PRI y algunos otros nombres que pueden advertirse en posteos de la fallecida cantante en redes sociales, con dedicatorias cariñosas encomiando su posición como “madrinas” o “grandes amigos”, por decir lo menos.
Muchos de estos presentadores de programas de chismes del espectáculo, actrices, actores, productores, empresarios y ejecutivos se han ostentado como una suerte de caseta de peaje para poder acceder al llamado “mundo del espectáculo”, tejiendo redes que van desde aprovechar influencias políticas y económicas, hasta criminales, de las cuales se ha sabido por años como secreto a voces y más recientemente, por confesiones descaradas en programas de entrevistas sentimentaloides (¿Luis de Llano les suena?).
Estas personas, quienes cuentan con grandes redes de protección debido a la cadena inmensa de favores que han traficado por décadas, continúan asumiéndose como ”cadeneros” a las puertas de un estilo de vida que sólo está reservado para quien tenga el privilegio (?) de contar con moneda de cambio en ese oscuro y podrido mundo: Abuso sexual, prostitución, consumo y tráfico de drogas, pederastia, lavado de dinero, sobornos o cuotas exorbitantes y otras actividades denigrantes fungen como la moneda que se exige a cambio de una entrevista, una aparición en TV, una contratación en un cartel de feria o palenque o simplemente ser programado en radio abierta para lograr la exposición pública deseada.
El caso de esta joven víctima debe conscientizarnos sobre la clase de música y entretenimiento que consumimos, puesto que al contrario de lo que el público en general pueda pensar, no es que la hija de algún “charro rockero” sea “la nueva voz de la canción ranchera”, o que un grupo de niños fingiendo tocar instrumentos en una banda, que hayan aparecido en un video viral en cuyo audio se advertían toneladas de filtros y maquillaje de audio para perfeccionar sus voces, sean “revelaciones juveniles”, menos que el hijo de algún intérprete de los años ochenta, copiando descaradamente el estilo y la voz de su padre (por poner solo algunos ejemplos) haya llegado para revolucionar o aportar algo a la escena musical en México, sino que muchas de estas “estrellas” prefabricadas, son sólo un grupo de privilegiados del añejo sistema, herederos algunos de éxitos familiares previos (muchas de estas familias sin más mérito que las fortunas e influencias heredadas también de sus respectivos antepasados y así sucesivamente), es decir, miembros de castas doradas que se enquistaron en un sistema corrupto que premió la sumisión al sistema y la instrumentalización de la cultura popular a favor de los intereses más oscuros de este país.
Interesantemente, en estos tiempos de iluminar la miseria y corrupción que nos trajo como país y sociedad a la debacle actual, le ha tocado el turno a la escena comercial del entretenimiento y como era de esperarse, se ha revelado una madriguera más de aquellas alimañas que, parasitariamente, se beneficiaron de las formas aprobadas y alentadas desde las esferas más altas del poder, para acceder a riqueza obscena, usurpando el lugar de creadores genuinos y catalizadores de la expresión popular: trovadores, músicos, actores y actrices, artesanos, escritores y en general, portavoces de la historia cotidiana envuelta en belleza, es decir, artistas, quienes estamos siendo testigos de las más crudas pero esperanzadoras revelaciones acerca de las razones misteriosas por las cuales, estábamos vetados para ser escuchados, leídos, admirados o reconocidos.
Hoy más que nunca se hace imperativo alzar la voz y motivar a la sociedad a que consuma el arte genuino, hecho por las manos de quienes somos como ustedes, aunque a muchos les moleste la palabra: Pueblo.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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