Analistas, críticos e intelectuales cuestionan por qué el presidente López Obrador hace conferencias diarias de dos o más horas: “sigue en campaña”, “podría trabajar en cosas importantes durante ese tiempo”, “no hace lo que hacen otros líderes brillantes, como tal o cual personaje”, “manipula y miente para sus más ignorantes seguidores”, son solo algunos de los argumentos que ofrecen sus más férreos críticos, pero ¿alguien se ha preguntado realmente por qué lo hace?, y más importante, ¿cuál es la relevancia de este ejercicio de diálogo circular en el contexto político mexicano?
El mismo presidente López Obrador dio la respuesta en la conferencia del 28 de diciembre de 2020 cuando, en tono de broma, se refirió al día de los inocentes: “ya no se hará la conferencia matutina, porque finalmente los medios cumplen con su objetivo de informar sin distorsionar”, fue el mensaje que transmitió el primer mandatario, y vale la pena profundizar en ello.
En América Latina, los medios de comunicación NO informan con objetividad e imparcialidad, de hecho, desde una perspectiva sociológica crítica, son considerados el cuarto poder –ejecutivo, legislativo y judicial serían los otros tres en la acepción democrática clásica-, uno que no tiene límites, que no está regulado, que no tiene contrapesos, pero lo más importante: que carece de legitimidad por la verdadera falta de representación social y la falta de profesionalismo y servilismo de quienes los dirigen y controlan, es decir, de plutocracias oligárquicas que históricamente han impuesto gobernantes y manipulado gobiernos a conveniencia, con especial énfasis en el periodo neoliberal.
Los medios de información de orientación conservadora en América Latina, lejos de cumplir con una función ciudadana-social, son instrumentos de poder y control al servicio de minorías rapaces. Ya lo decía Rafael Correa, expresidente ecuatoriano: los medios de información creen que están más allá del bien y del mal, y si asumen una postura política, deben aceptar respuestas políticas. Su poder es inconmensurable e históricamente han coadyuvado a legitimar represiones, fraudes bancarios y hasta golpes de Estado.
Afortunadamente, la influencia de estos medios es cada vez menor debido a la democratización que ofrecen las redes sociales y medios alternativos, por un lado, pero también a ejercicios de comunicación directa y frecuente como “la mañanera” de López Obrador, por el otro, quien parece haber aprendido la lección de la caída de la primera gran ola izquierdista en América Latina, encabezada por los Kirchner en Argentina, Chávez en Venezuela, Correa en Ecuador, Pepe Mujica en Uruguay y Evo Morales en Bolivia: no basta con llevar a cabo un proyecto democrático a favor de las grandes mayorías, hay que comunicar y enfrentar día a día el descrédito y las mentiras de la derecha, especialmente de aquella intransigente y radical, la que es capaz de mentir sin mesura e incluso de llevar a cabo golpes de Estado con tal de recuperar el poder.
¿Cuál es la lección hacia el futuro? Pues que para los países latinoamericanos cuyos gobiernos promueven un proyecto antagónico al neoliberalismo, el ejercicio de comunicación permanente es de vital importancia. No basta con tener representantes o hacer entrevistas de vez en cuando. En este sentido y como gran precursor de la segunda ola izquierdista de América Latina, López Obrador es el ejemplo para Petro en Colombia, Lula en Brasil, Boric en Chile, Fernández en Argentina y Arce en Bolivia; quienes observan atentamente el caso mexicano y aprenden lecciones valiosas para sus países.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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